san fernando
La pesca en el puente Zuazo: una tradición que pasa de padres a hijos
El puente desde el que tradicionalmente los pescadores de La Isla han lanzado sus cañas sufre muchos desperfectos
![Pescador del puente Zuazo de «toda la vida»](https://s3.abcstatics.com/lavozdigital/www/multimedia/provincia/2024/08/25/joaquin-pescador_20240825140759-RXx2rQGaZEczvV9vTH25pNI-1200x840@abc.jpg)
Las dos cañas de Emilio son las únicas que hay en el puente Zuazo. Sobre tantos años de historia, pasa el tiempo. Si hay suerte y pica algún pescado, mejor; si no, no pasa nada. «Con las calores no hay nada, pero vengo a echar el ratito». Pescar pasa a un segundo plano. Quien quiere hacerlo, sabe que hay otros lugares mejores; sin embargo, el puente se ha convertido en una tradición para muchos isleños. «Es más por evadirte y salir de casa que por otra cosa».
Emilio llegó a pie al puente a eso de las ocho y media de la mañana. Y no tardó en recoger el carrete con premio. En una bolsa verde de plástico descansa una corvina de poco menos de un kilo, pero espera que algún otro pez pique en su anzuelo antes de que el sol pegue con más fuerza y se vea obligado a recoger sus aparejos y volver a casa.
Él es uno de los que lleva toda la vida entre cebos y cañas. Acompañaba a su padre a mariscar y a pescar en el puente de Hierro, pero también en el puente Zuazo, convertido en símbolo nacional al impedir el asalto del ejército francés durante la Guerra de la Independencia. En la entrada del puente hay una placa: «Aquí fue el límite de la España libre». Ahora, su función es otra. «Yo traigo a mi nieto y a mis dos nietas. Entonces, esto es una tradición», afirma. Esas piedras ostioneras han visto cómo las cañas han pasado de padres a hijos. Esa misma construcción que «formó parte del acueducto de Gades que transportaba el agua desde el Manantial del Tempul» es una vía de paso también para ciclistas, que recorren el sendero paralelo al tranvía, y mariscadores, que cruzan el puente para ir a las marismas. Todos saludan al pasar.
![Emilio, aficionado a la pesca y habitual del puente Zuazo](https://s2.abcstatics.com/lavozdigital/www/multimedia/provincia/2024/08/25/pescador-U44074003060OKn-624x385@abc.jpg)
«¿Se ha cogido algo?», pregunta un hombre que se ha acercado a pasar el rato. «El solecito por lo menos. La cosa no está chunga, está peor», contesta Emilio entre risas. Hablan del pasado, de cuando salían a pescar de chavales, y de la cantidad de peces que había, nada en comparación con ahora. «Antes de la obra del tranvía, aquí se pescaba mucho. Además, los trasmallos están afectando«. Ambos coinciden: las redes que se colocan en las diferentes bocas del caño provoca que tan solo pasen los peces más pequeños y dejan sin capturas a los pescadores del puente. No son pocas las veces que levantan sus anzuelos y están totalmente limpios por culpa del «roamen», «los peces pequeños que se comen el cebo sin quedarse enganchados». El hombre se marcha por donde ha venido, Emilio vuelve a colocar otro gusano, lanza con fuerza y se enciende un cigarro. A lo lejos, viene otro pescador en bicicleta cargado con todo lo necesario para una jornada de pesca.
Joaquín es un habitual del puente. Su caña es la que más peces saca y eso no pasa desapercibido por los demás pescadores. Antes de lanzar, estudia los ojos del puente para conocer cual es el sitio idónea donde dejar flotar la corchuela. Se pone su radio y disfruta de su afición. El récord del pez más grande pescado en los últimos diez años desde el puente Zuazo lo tiene él: una corvina de 11 kilos. Nada más y nada menos. Tras una larga lucha con ella, recuerda que «todos los que estaban allí aplaudieron». «Si hubiera cobrado un euro por cada foto que la gente se hizo hubiera ganado más de lo que me dieron», recuerda. Él es uno de los que van allí durante todo el año a pasar el rato y desconectar del mundo mientras espera que algún róbalo pique. «En octubre es la época y es también cuando 'la peña' nos solemos juntar aquí».
Un chaval de uno 8 años se acerca a Joaquín con interés. «¿Has cogido algo?», pregunta asomándose de puntillas a ver la caña. El pescador le explica que lleva un buen rato pero que aún no ha habido suerte. «¿Qué pescados hay aquí?», interroga con curiosidad. «Róbalos, corvinas, mojarras, sargos, zapatillas...», responde. El joven escucha con atención y corre hacia su caña con la esperanza de pescar alguno. «Así empecé yo con mi padre. La pesca a esa edad es como quien va por primera vez al bingo y le toca, que ya quiere más. Como pilles dos pescados, ya tienes la afición metida en el cuerpo», reflexiona.
El estado del puente deja mucho que desear. Hay bloques de piedra totalmente destruidos, árboles que se abren paso entre la propia estructura y mucha basura. «Esto siempre pasa en las vacaciones; los que venimos siempre no dejamos ni una bolsa. Aquí tenemos que venir mañana. Y menos mal que hay una colonia de gatos porque si no, esto estaría lleno de ratas», lamenta Joaquín. Los orígenes del puente, catalogado Bien de Interés Cultural, se «remontan a la presencia romana».
Emilio fue el primero en llegar y el primero en recoger. «Me voy con un sabor de boca amargo», expresa entre risas mientras recoge sus aparejos después de tres horas en el puente Zuazo. «Eso sí, la mañana la he echado de escándalo».