san fernando
El molino de mareas Zaporito, un símbolo de la vinculación entre el mar y San Fernando
Entró en funcionamiento en 1732 tras una larga batalla judicial entre José Micón, su dueño, y el duque de Arcos
Molino de mareas Zaporito, en San Fernando
Pasear por San Fernando es apreciar la historia de La Isla en todos sus rincones. Monumentos, edificios e infraestructuras todos ellos con su propia biografía y crónica que narrar. La localidad ha estado siempre, por su situación geográfica, relacionada con el mar, y a lo largo de los siglos, sus habitantes se han ganado la vida con la pesca, las salinas, la almadraba, aunque también con la Armada.
Los fenicios, un pueblo con una gran tradición marítima, fueron los primeros pobladores de San Fernando, y posteriormente llegaron los cartaginenses y los romanos. Bajo el dominio de los romanos, la Bahía de Cádiz vio como el comercio se convertía en el principal sustento de vida, y aunque en la época visigoda dicha influencia comercial disminuyó de manera considerable, a partir del Siglo XVIII volvió a vivir una época de prosperidad, pero siempre con un elemento común: el mar.
En el Siglo XVII, San Fernando apenas se parecía a lo que es hoy día. Una villa en la que apenas vivían 300 personas y que era conocida como La Isla de León, nombre que recibió por la familia Ponce de León, propietaria de los terrenos en el siglo XV. Los isleños trabajaban habitualmente en las salinas.
En este contexto llega a Cádiz Juan Domingo Saporito, nacido en 1655 y perteneciente a una familia genovesa pudiente y que se instalaba en la Bahía por el auge económico que se vivía en la zona.
Tuvo cinco hijos y en el año 1700 adquirió unos terrenos en la Isla de León que fueron comprados a otros vecinos de San Fernando. En dichos terrenos construyó una mansión en cuyo interior existía una capilla, bodegas, un pozo, una noria, una huerta, etc.
Debido a su visión empresarial, el noble genovés se aprovechó del patrimonio de La Isla de León y tomó la decisión de levantar un canal que comunicara el caño de Sancti Petri con los terrenos de su propiedad con el objetivo de que las mercancías que transportaban los candrays (embarcación pequeña de dos proas que se usa en el tráfico de algunos puertos) y los faluchos a través del caño pudieran llegar hasta el embarcadero, también de su propiedad.
Sin embargo, Juan Domingo Saporito decidió abandonar La Isla de León y marcharse en 1717 a Génova y le vendió sus terrenos a José Micón Porrata, quien compró los terrenos por 11.533 pesos.
En esos terrenos, Micón aprovechó para construir un molino de pan en un enclave que ya era considerado como el centro de San Fernando y cuya población iba creciendo poco a poco.
En 1722 las obras marchaban a buen ritmo, aunque las obras tuvieron que detenerse durante cuatro años debido a que José Patiño, Intendente General de Marina, afirmaba que las obras estaban siendo perjudiciales para los carneros reales, aunque finalmente obtuvo una licencia para el funcionamiento del molino.
A última hora, y cuando todo estaba listo para que entrara en funcionamiento, el duque de Arcos le negó el derecho al uso del agua, aunque en una disputa judicial, en sentencia del 21 de abril de 1732, se le dio la razón a Micón y solo siete meses antes de su fallecimiento, el molino comenzó a funcionar tras dedicarle once años de su vida.
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