san fernando
Lengüita, las tablas de surf que cambiaron la vida de una generación de jóvenes de San Fernando
Pedro Berenguer fue la primera persona que fabricó tablas de surf en Andalucía, en 1978, e impulsó un deporte completamente desconocido en Cádiz, que ayudó a muchos jóvenes a ver la vida de otra manera
Su hijo, Luis Berenguer, continuó con la marca y se convirtió en el primer shaper de segunda generación de toda España
Las manos de Luis Berenguer (San Fernando, 1986) continúan el legado. Entra en su taller, se coloca la mascarilla y fabrica las tablas de surf con el mismo cariño que hace 46 años, cuando su padre, Pedro Berenguer, salió de un cine de La Isla completamente «enamorado» del surf tras ver el estreno de El Gran Miércoles. «Cuando lo descubrió, dijo: »Quiero surfear mañana mismo«. Le dio vueltas a su cabeza y decidió fabricar su primera tabla a partir de foam de neveras y resina de barco. Sin saberlo, aquellos fueron los primeros pasos de su marca, Lengüita, con la que se convirtió en el primer shaper de Andalucía y uno de los pioneros de la cultura del surf en Cádiz.
«En 1978, mi padre empieza con la marca pero fabrica para él porque no había surf en la provincia. Había un pequeño grupo en Cádiz capital, pero mi padre todavía no los conocía», explica Luis Berenguer, quien asegura que Lengüita nació en un contexto donde se empezó a desarrollar un «movimiento de jóvenes aventureros único en España» en la localidad de San Fernando, que se atrevió a bucear por su cuenta y a explorar cuevas desconocidas. El Gran Miércoles alimentó el espíritu aventurero de muchos jóvenes y prendió la mecha para que las playas dejaran de estar desiertas en los meses de invierno. Cada vez eran más las personas que querían experimentar esa sensación de libertad al deslizarte por la pared de una ola.
Sin embargo, las poquísimas tablas que había en las aguas de Cádiz antes de que Pedro Berenguer le diera vueltas a la cabeza para fabricar la suya y la de sus amigos llegaban por la influencia de los estadounidenses de la base naval de Rota. «Había mucha gente que pasaba por Cádiz para coger el ferry e irse a las Islas Canarias. En ese vaivén, algunas tablas se quedaban en Cádiz», afirma. Aun así, no había más de cinco tablas en el agua. Un número que le dificultaba avanzar en el oficio, aunque pronto le encontró solución. «Mi padre empezó a enseñarles a surfear a los jóvenes para que después quisieran que les hiciera una tabla. Él siempre decía: 'Yo creaba tablas y surferos'«, recuerda su hijo. Vendía sus primeras tablas y mejoraba, poco a poco, la técnica y los materiales, al mismo tiempo que impulsaba un nuevo deporte en la zona y ayudaba a los jóvenes en una «época difícil».
«Mi padre de alguna manera sacó a muchos jóvenes de las plazoletas y las barriadas de San Fernando y les cambió el modo de ver la vida. Muchas madres le decían: '¿Qué le has hecho a mi niño?' Empezaron a cambiar sus hábitos y a cuidarse para surfear por las mañanas«, rememora Luis Berenguer con orgullo. Uno de esos jóvenes a los que Pedro cambió la vida fue Fernando Porra. «Yo soy de La Ardila y mis amigos me decían: 'Ojalá me hubiese ido contigo a la playa. Porque eso te quitaba de la calle. Además, gracias a Pedro Berenguer, yo vivo del surf», afirma Fernando, quien dirige la escuela de Camposoto y guarda como «oro en paño» su primera Lengüita. Ahora, cada vez que huele a fibra o poliéster su mente viaja al taller de Pedro Berenguer, en el que entraba cuando era pequeño.
El primer shaper de segunda generación
El oficio no es sencillo. E incluso puede considerarse un arte. «Un shaper es la persona que tiene más habilidad para aconsejarte sobre la tabla que necesitas, que depende de varios factores, y te la fabrica. Antiguamente, el shaper era un artista y necesitaba estar inspirado«, expresa el joven artesano. Un proceso tan romántico como poco agradecido. »El romanticismo no da dinero. Entonces, uno evoluciona para que sea más práctico«. Luis Berenguer recogió el testigo de su padre y se convirtió en el primer shaper de segunda generación de España, un hecho que no le sorprende. »En este tipo de trabajos no hay una continuidad. Es tan engorroso y tan tóxico que los hijos se dedican a surfear y a buscarse la vida de otra manera«, lamenta.
Luis Berenguer creció rodeado de surferos. «Se reunían en el jardín de la casa de mi abuela». Allí, era donde su padre tenía el taller, al que tenía prohibida la entrada hasta que se hizo mayor y se empezó a interesar por todo ese mundillo. «Nunca nos dejaban entrar porque allí siempre había mucho polvo y te picaba todo el cuerpo. No fue hasta que tenía 16 años cuando entré en el taller con ganas de aprender«, explica. Pero todo tiene su proceso. Antes de fabricar una tabla, hay que empezar a familiarizarse con los materiales. Y para ello, lo mejor era empezar por reparar tablas. »Estuve siete años reparando. Era el único que lo hacía en Cádiz, por lo que todo el mundo me las traía y me ganaba un dinerito. Hoy en día, hay más gente pero es un trabajo tan sucio y complicado que nadie quiere hacerlo«. La motivación rebosaba, pero, al orgullo que siente un padre al ver a su hijo seguir sus pasos, se sumó el consejo de la dificultad de vivir de un sector en el que hasta los talleres más potentes sufren problemas económicos.
Después de aterrizar de su viaje de Erasmus a Portugal, donde conoció a un buen amigo con el que aprendió a lijar tablas enteras y aprendió muchísimo, llegó a casa con ganas de aplicar todos los conocimientos. De esta manera, Luis Berenguer prosiguió Lengüita, y con ella, el legado de su padre. «Él siempre fue un maestro y yo siempre quise seguir sus pasos». Y no solo eso, su mayor objetivo era poner en valor lo que significó su padre para el surf gaditano y los orígenes. «Yo hablaba con nuevos surferos de Lengüita y nadie sabía qué era. Por eso, quise dejar constancia de lo que mi padre había hecho en el pasado», concluye.