Aniversario

Una mujer moderna de cien años

La han comparado con Margaret Thatcher por su recio e imponente aspecto, por ese genuino peinado y esa templada forma suya de estar en las aulas y en la vida

Cayetana O´Dogherty, la historia de una mujer centenaria

Iñaki Ezquerra

Su historia es la de las mujeres independientes, valiosas y heroicas de su generación. Nacida en 1924, fue la cuarta de siete hermanos en una familia ligada a la Marina Española desde el siglo XVIII. Su padre, aunque era un hombre culto, participaba de la opinión, muy extendida en aquella época, de que los hijos debían estudiar carreras universitarias mientras las hijas debían limitarse a heredar propiedades. Aún así, Cayetana O'Dogherty, Tany, adquirió todos los conocimientos que tuvo a su alcance tanto en el colegio de monjas de la Compañía de María, como en la academia que su progenitor regentaba en San Fernando y donde se preparaban los alumnos que habrían de ingresar pronto en la Escuela Naval. Cuando ese padre cayó enfermo, Tany y sus hermanas Concha y Bely convirtieron aquella academia destinada a alumnos mayores en otra para alumnos de primaria y de los primeros cursos del bachillerato de entonces. Esos estudiantes luego se examinaban por libre en el Instituto Columela de Cádiz.

Tany no desperdició ninguna ocasión de ampliar sus conocimientos ni de adquirir más cualificaciones. Cuando Concha y ella impartían clases a unos muchachos para que tuvieran acceso al título de la carrera de Comercio en Cádiz, viendo que dominaban el programa, decidieron matricularse ellas también, pero lo hicieron en Córdoba para no coincidir con esos alumnos. Y así se presentaron al mismo examen que ellos y lo aprobaron con las mejores calificaciones. No sería aquél el único reto al que tendría que enfrentarse en su vida y en su larga trayectoria de docente. Años más tarde, creyó que sería bueno para su academia obtener el título de Magisterio, se examinó y sacó ese título en un solo año. Cuando surgieron los centros de enseñanza concertada, la academia no pudo dotarse de las instalaciones que la Administración imponía para éstos, por lo que la fueron cerrando gradualmente, y Tany se fue incorporando a la antigua escuela de maestría industrial como enseñante de Formación Profesional. Más adelante, esa nueva situación la llevó a afrontar otro desafío: con el fin de acceder al estatus de funcionaria, se presentó con los 56 años ya cumplidos a la correspondiente oposición, que ganó con el número 1 de toda España.

Estos capítulos dan buena fe de una existencia volcada en la enseñanza así como de un carácter férreo que no se dejó achantar nunca por muy nuevas, diversas y difíciles que fueran las circunstancias. Lo que resulta llamativo de ella es que fue dando estos pasos con firmeza y determinación, pero con sencillez y sin aspavientos, como si fueran lo más natural. Tampoco se planteó en ningún momento reivindicar más derechos por su condición de mujer, porque ella misma se ocupaba de conquistarlos por sus propios méritos. Compaginaba esta progresión profesional con una gran generosidad personal hacia su familia (sus padres, sus hermanos, sus muchos sobrinos…) y siendo muy amiga de sus amigas. También con una activa colaboración con su parroquia de San Francisco, en cuya escuela llegó a impartir clases gratuitas.

La han comparado con Margaret Thatcher por su recio e imponente aspecto, por ese genuino peinado y esa templada forma suya de estar en las aulas y en la vida; por ese estilo sobrio, discreto erguido, simpáticamente hiératico que trasluce una fortísima personalidad y una insobornable fidelidad a unas convicciones y unos principios. Estos son los del cumplimiento en el trabajo y los de la superación personal que ella ha tratado siempre de inculcar en todos sus alumnos. Uno de ellos fue Pepe Oneto, que, al saber que Tany era tía de mi mujer, me preguntaba por ella cada vez que me lo encontraba en un plató televisivo, en una emisora de radio o en el hall del Auditorio Nacional donde no se perdía un concierto. Y siempre me hablaba de lo especiales que para él habían sido Concha y Tany, la impronta que dejaron en su personalidad desde que soñaba en su infancia de San Fernando con ser periodista. Siempre le salía una sonrisa al hablarme de ella y de su hermana con verdadera admiración y cariño.

Tany tiene algo de la Thatcher, en efecto, pero es una dama de hierro con un inmenso corazón. Es una mujer moderna de cien años. Las personas que nos encontramos en las primeras etapas de la vida pueden ser determinantes como modelos vitales y éticos para forjar nuestra personalidad. Tany lo ha sido para muchas personas que aún la saludan con afecto y con devoción cuando se la encuentran en una calle de su San Fernando natal y comprueban que sigue siendo a sus años la misma de siempre. Pese a su buena planta y a que enseñó a bailar a su hermano Pascual, Tany no se casó nunca. Ha sido una mujer tan generosa como decidida e independiente. Hace unos meses, como el cura no podía ir personalmente a darle la Comunión en su casa, decidió que «si el cura no iba a su casa, Tany iría al cura». Así se preparó y acudió a la iglesia, a pesar de la dificultad que en ese momento le suponía. La anécdota refleja bien su forma de ser, su talante de gran dama, su entereza admirable, su confianza en sí misma y en la superación de cualquier traba sin ostentación retórica, su buen humor y su sentido de la dignidad.

Su vida actual consiste en recibir visitas de sus muchos sobrinos, en jugar a las cartas, hacer crucigramas y sudokus y salir de paseo por la calle Real siempre que el tiempo lo permite. Hoy Cayetana O´Dogherty cumple cien años. Y los cumple con la cabeza bien alta.

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