El peso de lo intangible: sonido y luz

«Cómo convertirse en piedra», sugerente montaje sobre el influjo y devenir del tiempo en todo lo que toca

Germán Corona

Manuela Infante, prestigiosa dramaturga y directora chilena que ya había visitado nuestra ciudad hace 16 años con «Narciso», vuelve con una propuesta inteligente que nos habla -entre muchas otras cosas- de la relación del ser humano y la tierra y la memoria de ambas partes.

Con cierto enfoque existencialista, este montaje nos hace reflexionar también sobre lo efímero e implacable de la vida misma y los elementos de la naturaleza y su efecto en nosotros.

Una parrilla de focos a distintos niveles sobrecargados a la izquierda del espectador y una enorme tela sobre el escenario son el punto de partida. Estamos prácticamente ante un escenario vacío. Bueno, no. Vacío no. Está lleno. Desde el principio la iluminación y el particular universo sonoro nos transportan, ya sin apenas nada, a una atmósfera post apocalíptica. El escenario no está vacío porque desde un primer momento los elementos mencionados junto con la proyección del vídeo y la presencia de tres actores logran la magia. La magia de la tridimensionalidad del espacio escénico. Profundidades, distintos tempos y planos, coloraturas y el buen uso de los volúmenes y cuerpos, ya sean inertes o no, dan perfecta cuenta de que estamos ante una directora que sabe de su oficio y del lenguaje teatral en todas sus dimensiones. De ahí lo interesante de la propuesta, dando peso temático y estético con tan pocos elementos.

Es una lástima que el ritmo cojee por momentos y no debido a un problema métrico, sino de cadencia en su conjunto. Notable sin duda la expresión corporal e interpretación de una de las actrices que está muy por encima de la de sus compañeros, lo que nos deja con la sensación de estar ante un resultado no del todo redondo.

Un ejemplo para el FIT y su gestión de que es posible hacer una programación más acertada. Con apuestas en las que proponer al espectador cualquier tesis o tema desde la esencia del Teatro; que no es otra que usar los recursos que le son inherentes y no despojándole de los mismos para recaer en las charlitas e historias autobiográficas, vacías muchas de ellas.

Esperemos que este tipo de montajes vayan ganando terreno a las panfletarias, a esas baratijas de lo intelectual o político haciéndonos creer que el mensaje en sí mismo es arte. El Teatro bien hecho se explica a sí mismo, no necesita de charlas/conferencias y tanto bla bla bla y más bla bla bla...

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