Suicidio
«Las personas con pensamientos suicidas tienen una visión negativa de uno mismo, de los demás y del futuro»
Daniel Jesús López Vega, psicólogo y asesor técnico del servicio de Salud Pública de la delegación de Salud y Familias de la Junta habla sobre los patrones comunes de las personas con intención de quitarse la vida
«Tenemos una visión judeocristiana dónde se presupone que Dios es el que te ha dado la vida y es el único que puede quitártela», afirma
Una de las cuestiones más importantes para tratar a las personas con pensamientos suicidas es la detección de las señales de riesgo. Daniel Jesús López Vega es psicólogo, y asesor técnico del servicio de Salud Pública de la delegación territorial de Salud y Familias de la Junta de Andalucía y desarrolla el programa de salud mental de la Consejería de Salud y Consumo 'ImpleMENTAL' con el que están formando a más de 500 profesionales de los 45 ayuntamientos de la provincia de Cádiz «con la idea de que toda la población sepa detectar el riesgo y como actuar con una persona que tiene este tipo de pensamientos».
Hay dos tipos de señales de riesgo. Por un lado las directas, que pueden ser verbalizadas y «son personas que directamente te dicen que les gustaría morirse, que tienen ganas de suicidarse» y por otro lado existen también las señales verbales indirectas que se producen cuando «una persona dice expresiones como que es un estorbo y que quiere irse». Existe también «lo que llamamos 'pertenencia frustrada' que son personas que se sienten muy solos, que no dicen que no tienen amigos, y que su familia no la quiere». En el caso de las señales conductuales «son personas que asumen una serie de acciones de riesgo como aquellas personas que conducen muy deprisa sin miedo a matarse o una persona que normalmente no bebe alcohol y empieza a beber en grandes cantidades, personas mayores que quieren arreglar pronto sus papeles o gente que se esté despidiendo de ti diciéndote que no te vayas a sentir culpable por lo que pueda pasar, o que has sido muy importante en su vida».
El tratamiento
Si una persona tiene ideas suicidas, en palabras de López Vega «se trata con una comunicación empática». En la adolescencia «hay una alta frecuencia de este tipo de pensamientos porque mucha gente durante la adolescencia piensa en la muerte, y hay que dejar que puedan expresarlo y que la otra persona entienda que está pasando por ese momento».
Por otro lado «es importante validar las emociones» ya que si por ejemplo «si alguien te dice que ha dejado a su pareja no hay que decirle que no se preocupe y que va a encontrar pronto a otra pareja, hay que decirles que entendemos ese mensaje que nos dice».
Los adolescentes piensan más sobre la muerte porque «se están haciendo adultos y son temas que cuando no son pequeños no forman parte de su acervo cultural. Hasta los siete años los niños no son capaces de entender la muerte porque piensan que es reversible, los niños de cuatro o cinco años piensan que una persona puede morir pero que puede venir al día siguiente, no entienden el concepto del final de la vida«, por lo tanto, «cuando crecen entienden que ellos también pueden morir y coincide con el momento en el que se conforma su personalidad».
Casos extremos
En los medios de comunicación aparecen noticias en algunas ocasiones como una familia que viajaba en coche y sufrían un grave accidente de tráfico del que solo sobrevivían, o familiares que se encuentran de vacaciones y todos fallecen a causa de un fenómeno natural... un fenómeno denominado «culpa del superviviente». Cuando se vive una situación en la que una sola persona sobrevive, «esta persona piensa que tendría que haber muerto también y lo que hay que hacer es trabajar ese tipo de casos, esos sentimientos de culpabilidad». Una situación que «les pasa también a los familiares de las personas que se han suicidado, se sienten culpables por no haber hecho nada por haberlo evitado o porque sienten que ellos son la causa del suicidio».
Las personas con pensamientos suicidas suelen ser aquellas «que son más sensibles y les impactan más las situaciones de la vida cotidiana. Las personas con pensamientos suicidas tienen una visión negativa de uno mismo, de los demás y del futuro«.
Un tema tabú
El suicidio sigue siendo un tema tabú, aunque «en los últimos años se está venciendo, y al margen de que hayan subido un poco las tasas, es más fácil que un niño en el colegio exprese ese deseo, y no es porque lo tengan en mayor cantidad, sino porque es mucho más fácil».
«Hoy, las familias siguen viviendo el suicidio con vergüenza, con culpa, porque tenemos una visión judeocristiana dónde se presupone que Dios es el que te ha dado la vida y es el único que puede quitártela. Se vive incluso como un castigo para las personas ateas, y hasta el año 1984 se consideraba el suicidio dentro del apartado de homicidios y abortos y a la persona se la enterraba incluso fuera del campo santo, eso aún lo arrastramos«, concluye.