Cultura
Paco Lara, Jerez más allá de la frontera
flamenco
El guitarrista, afincado desde hace años en Australia, expande el buen nombre del flamenco en el enorme país oceánico
Paco Lara se ha convertido en un referente y llena teatros allá donde va.
Paco Lara toca ahora para un público al que no le nace un ole desde lo más profundo en el momento en el que su guitarra y él ya son uno. Nadie se levanta a pegarse una pataíta. Pero a juzgar por los llenos que cosecha, a la gente le gusta lo hace. Y mucho.
El guitarrista jerezano se fue en 2017 a Australia con su mujer y su hija a probar suerte. Los inicios, cuenta, no fueron fáciles. Llegaba a un país inmenso, en el que no tenía contactos profesionales: «No sabía por dónde moverme y hablaba cuatro palabras en inglés».
Pese a todo, el país oceánico no le era del todo ajeno. Su mujer, la bailaora Deya Miranda, nació y creció en Australia, por lo que esa opción, de una forma u otra, siempre estuvo ahí. Igual que el jugador de baloncesto aspira a jugar en la NBA, el flamenco apunta a Jerez y la artista australiana acabó viviendo allí, donde conoció a Paco: «Su padre, que era español, llevaba en el coche a Camarón y a El Cabrero y vivieron unos años en Mijas cuando ella era chica».
Lara, tras una vida acompañando a otros artistas, con palabras mayores como El Torta entre otros, al llegar a su nueva casa, en Newcastle, se encontró con mucho tiempo libre, por lo que decidió invertirlo en componer, estudiar y mejorar su técnica, lo que le permitió grabar su primer disco al tiempo que fue acercándose a distintos círculos musicales para ir permeando en el sector.
Eso, unido a las gestiones que fue realizando Deya con los promotores locales, fue dando sus frutos y ambos empezaron a ofrecer su espectáculo conjunto de guitarra y baile en festivales: «Nos abrimos camino entre la gente que hacía música». De ahí pasaron a ofrecer conciertos de producción propia, pero estalló la pandemia y todo se quedó en punto muerto.
El drama que supuso el covid para muchos artistas en España, no fue tal en el caso de Australia, puesto que el gobierno les prestó ayuda y a nivel económico no tuvieron que preocuparse. Y cuando la cosa empezó a normalizarse, llegó el despegue, ese que les ha permitido actuar en teatros de grandes ciudades como Melbourne, Perth o Brisbane, con el hito de haber llenado el Opera House de Sídney, probablemente el edificio más icónico de Australia.
Deya Miranda y Paco Lara.
«Ya nos hemos hecho un nombre, nos conocen y casi todas las fechas que tenemos cerradas son con un caché establecido y a través de promotores privados o en festivales», dice sobre la evolución experimentada en los últimos años. Es claro sobre la receta: «Diciendo que sí a casi todo y yendo a todos los lados. No hay otra manera, ha sido un esfuerzo titánico».
Pese a todo, el trabajo no es toda su vida y cree que lo más importante es haber logrado no estar supeditado a los contratos de nadie: «No dependo de que me llamen artistas para trabajar. Si yo trabajo más, gano más. Si quiero parar, paro. Ahora me he ido a Jerez dos meses y me lo he pasado bomba con mi familia».
Viajes en avión y en la memoria
En el sexto país más extenso del mundo, los contratos implican grandes desplazamientos: «Las distancias son tremendas, me paso media vida en los aeropuertos. Si vas a Perth es como cruzarte media Europa». Tiene banda sonora, eso sí, porque escucha flamenco en sus viajes. Es más seguidor, por edad, de la generación anterior, pero destaca a artistas jóvenes como Jesús Méndez, Rancapino Chico o Antonio Reyes. Y guitarristas noveles que «han pegado un subidón en técnica y armonía».
En esos ratos muertos es fácil acordarse de los suyos y de los momentos de papeo y chanza con amigos: «Extraño a la familia, comidas como los potajes, la berza jerezana o el pescado frito. Tengo muchos amigos aquí, aunque es una vida mucho más solitaria, y echo de menos la vida social que tenemos. Y los chistes, que por mucho que aprenda inglés, aquí no los pillo».
«Soy un jerezano muy jerezano, me gusta la Semana Santa y la feria». Tiene casa en el centro y la hoja de ruta es clara cuando viene: desayunar churros, comprar en la plaza y tomarse luego una copita de vino. «Me encanta esa forma de vivir fuera de casa. El flamenco apareció por ese contacto, esa convivencia, esa mezcla de culturas», expone.
También disfruta de Cádiz y se pega sus escapaditas, como cuenta de un reciente almuerzo familiar en el Balandro con el pianista Diego Magallanes, el productor Mario Alberni y Diego Pozo, 'El Ratón', de Los Delinqüentes. Las playas de la Bahía también son de su agrado, pero ya no las frecuenta: «Cuando veo las playas atestadas de gente, me agobio. Aquí hay playas en las que no hay un alma. Esto es diez veces más grande que España y hay la mitad de población».
Eso sí, la lógica añoranza del emigrante no tapa la realidad. Él y su familia están contentos en Australia: «Es un país con una gran calidad de vida, potente económicamente y para el tema familiar es genial. Mucha seguridad, naturaleza y tranquilidad».
Una vez terminadas sus vacaciones jerezanas, que repetirá ya en 2026 «porque está muy lejos y no se puede ir todos los años», ahora toca volver a las masterclass que ofrece con Deya y a los recitales.
Tras mucho sacrificio, el guitarrista está, como lo estuviera su célebre tocayo, entre dos aguas, las que bañan ese trocito de sur europeo al que siempre regresa y las de un continente hecho país al que ahora llama casa porque lo es también. Vamos allá, Paco.
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