PROVINCIA

En Las Pachecas ya miran al cielo con otros ojos

ZONAS INUNDABLES

La barriada rural jerezana ha sido víctima de severas inundaciones en las últimas décadas, pero ahora es mayor el temor a la sequía que a posibles lluvias torrenciales

Los efectos de la sequía son evidentes en Las Pachecas, una zona en la que ha habido grandes inundaciones. ANTONIO VÁZQUEZ

- «¿Temen que pueda haber inundaciones con las próximas lluvias?»

- «Ah, ¿es que va a llover algún día?»

Un vecino, a pie de huerta en Las Pachecas, la barriada jerezana que ha sido objeto de importantes inundaciones históricamente, muestra de forma muy clara que ahora mismo a sus habitantes les preocupa bastante más la falta de precipitaciones que las consecuencias que estas puedan generar cuando lleguen.

El Plan de Restauración Fluvial y Reducción del Riesgo de Inundación en Entornos Urbanos, presentado a finales del pasado mes por la Diputación de Cádiz, pone de relieve que unas 75.000 personas de la provincia viven en zonas inundables. Uno de esos enclaves es esta agrupación de casas y parcelas situadas a la salida de Jerez dirección Campo de Gibraltar.

Sequía

Inundado

Mueve de izquierda a derecha para ver la diferencia

Las Pachecas ha sufrido graves inundaciones que permanecen en el imaginario colectivo, como las de los años 1996, 2009, 2014 y 2018. Su orografía, unida a la cercanía de la autovía a Algeciras, a escasos metros de algunas viviendas, y la autopista, han favorecido la acumulación de agua en unos terrenos de importante valor en el ámbito del cultivo, con multitud de sembrados, granados por castigo e incluso algún invernadero.

Esos episodios están presentes, qué duda cabe, pero no marcan el día a día de unos vecinos que tienen que seguir adelante con su vida. Un hombre de unos 50 años se dedica a podar unos árboles en un coqueto terruño en desnivel cuando se percata de la presencia del fotógrafo y el redactor: «Yo compré esto hace seis meses y me dijeron que nunca se había inundado. Pregunté porque el campo era muy bajo, pero esperemos que no se inunde».

María y Rosario sí pueden hablar con conocimiento de causa, el que aporta haber visto sillas, mesas y lo que hubiera por medio flotando en una casa anegada por completo. Hablan entre ellas, cada una desde su porche, en una soleada mañana de otoño en la que reina el olor de un guiso al fuego. En sus palabras no hay el más mínimo atisbo de preocupación cuando se les mencionan aquellos sucesos, más bien la resignación de que, en caso de que el agua las vuelva a visitar, allí estarán ellas para volver a sortear el susto.

María posa en el porche de su casa, la misma que se inundó, como se puede apreciar en la foto de abajo. En las huertas saben que la lluvia es necesaria este otoño

Dudan entre si fue peor la de 1996 o la de 2009, pero finalmente coinciden en que la última del siglo XX fue la más devastadora, puesto que casi llega a cubrir por completo sus moradas, ocasionando daños materiales severos: «A esa se le veía únicamente el techito y a esta le llegó por encima de la reja», expone Rosario.

Las fuertes lluvias ocasionaron una grieta en el pantano de la Laguna de Medina, cuentan, lo que hizo que hubiese que desembalsar mucha agua que fue a parar a esta barriada. «Entonces no estaba aún la autovía, solo la autopista, que sirvió de retén y hasta que no saltaba la carretera, subía el agua para arriba».

El agua fluvial llega a Las Pachecas por el este, aunque cuando se desborda el Guadalete, por el oeste arriban los torrentes una vez que pasan los Llanos de La Ina: «Verdaderamente nosotros no estamos a la vera del río, no está tan cerca, está como a unos dos kilómetros de aquí. Pero cuando el agua sale a Los Llanos de la Ina, empieza a tirar para abajo y nos entra a nosotros», explica María. Rosario cree que la barriada hace las veces de recinto cerrado que se va llenando debido a las construcciones aledañas: «Yo digo que esto es un pantano entre la autopista y la autovía, que sujetan desde ambos lados, y nosotros estamos aquí en medio».

«Los ríos ahora no tienen hondura, antiguamente se sacaba la arena, se limpiaban, hoy no. Tú lo ves que parece que van rebosando y a lo mejor lo que tiene es solo un metro de agua, no hay limpieza», apuntan como una de las posibles causas.

Las inundaciones, sin embargo, quedan lejos para ellas: «Ya se adapta una y más llevando tantos años de sequía», dice Rosario. En el entorno solo quedan tres casas inundables, las suyas, una junto a la otra, y una tercera que tienen enfrente.

Ahora lo que quieren es que llueva, que el campo lo demanda y los embalses se encuentran en niveles muy bajos: «Que llueva con moderación, sobre todo en la Sierra para que se llenen los pantanos».

Tuvieron opción de irse, pero decidieron quedarse

Debido a las riadas, el Ayuntamiento les ofreció una nueva ubicación en la que instalarse: «A nosotras nos lo propusieron dos veces, en el 96 para irnos a la Estancia Barrera, en la entrada de Jerez. Y no nos quisimos ir. Después hicieron unas casitas en Lomopardo y nos ofrecieron irnos, pero no nos convenían los precios que nos ponían».

«No era que nos las daban, eran en régimen de alquiler durante 20 años y luego una hipoteca. Y yo me iba de aquí y mi casa me la caían. Tenía que tener una hipoteca, que si me venía algo malamente, no puedo pagarla y dónde me voy. Me echan», dice María.

Algunos otros vecinos aceptaron, pero ellas prefirieron quedarse en Las Pachecas, donde además de sus casas, tienen unos pequeños huertos: «Eran casas muy chiquititas, lo que tenemos aquí no lo teníamos en ninguno de los dos lados».

Sus casas, construidas en una zona otrora ilegal, están regularizadas, aunque no cuentan con las escrituras de la propiedad porque el terreno no ha sido vendido y pertenece a la administración. Pese a ello, defienden que pagan el IBI y por ello tienen luz, alcantarillado y «todas las mismas comodidades que en Jerez», por lo que no se plantean irse.

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