Cádiz

«Hay mucho miedo entre los policías a usar el arma, se teme más al juez que al delincuente»

Policías y guardias civiles con sobrada experiencia sobre lo que es estar de servicio en la calle hablan acerca del uso del arma de fuego tras ataques como el de Andújar o, esta semana, Rota

«No estamos para pasear el uniforme y titubear, si lo haces, te pones en peligro a ti y a los demás»

El suceso de Andújar acabó con la vida de un policía nacional durante la intervención. Efe

María Almagro

Cádiz

Como en todo una cosa es la teoría, lo que viene en el papel que hay que hacer, lo que se ve muy claro sobre todo después y desde lejos; y otra la práctica, lo que se termina haciendo, lo que sale según las circunstancias, lo que depende de muchos otros factores. Lo que, en definitiva, hace el que está ahí. Y esto segundo es lo que cuentan los agentes que están en la calle que es lo que les toca vivir. Es su trabajo, para eso están, para salvaguardar la seguridad de todos. Del que avisa, del que está provocando el problema y de ellos mismos y sus compañeros. Lo hacen en situaciones extremas, de riesgo máximo, cuando en cualquier instante puede pasar lo esperado o lo inesperado. Y ante una carga de miedo humano, estrés y exposición que también suele estar ahí. Muy pegado a ellos.

En las últimas semanas este tipo de episodios se han repetido. El más grave, el ocurrido en Andújar en el que un policía nacional perdía la vida durante una intervención en la que él y su compañero intentaban reducir a un hombre armado que estaba sembrando el pánico. Fuera de sí. También en Zaragoza, donde otro agente que actuaba en una pelea en la calle era atropellado por un coche, o en Navaluenga, donde otro individuo descontrolado y amenazante lanzaba desde su balcón a los guardias civiles que acudieron un televisor, cristales o una bomba de butano, entre todo lo que encontró.

Y en Rota. Otro hombre arremetía este miércoles contra los policías con un cuchillo de grandes dimensiones en mitad de una intervención llena de riesgo y donde este sujeto llegó a embestirles con su arma en varias ocasiones. Y en estas secuencias, se volvía a cuestionar el eterno debate sobre cómo actuar y si usar o no la pistola reglamentaria. Una herramienta de defensa que todos los cuerpos de seguridad la tienen legalmente en dotación para utilizarla cuando la situación así lo requiera.

«Claro que es difícil tomar esa decisión pero en momentos así lo que hay que hacer es actuar y hacerlo de la mejor forma posible, la que más garantice la supervivencia de todos», cuenta a este periódico uno de estos agentes, que presta servicio en la provincia de Cádiz, y que en más de una ocasión -porque ya van varias- se ha visto protagonizando momentos como éstos.

«Yo sé que yo soy policía y que eso forma parte también de mi trabajo. Aquí no estamos para pasear el uniforme, titubear o tener miedo, porque si lo tienes, es cuando te pones tú mismo en peligro y también a los demás». «Hay que dejarse de 'buenismos', alguien armado con lo que sea no viene a regalarte ni a ti ni a nadie flores y si no hace caso, si la situación se va de las manos y hay peligro para la vida... hay que hacer lo que hay que hacer, siempre que esté justificado».

«Lamentable y peligrosamente, somos los integrantes del colectivo quienes no solemos tener claro si podemos defender nuestra integridad física a tiros frente a ataques graves perpetrados con instrumentos potencialmente letales», explica Ernesto Pérez Vera, policía de La Línea retirado de la calle precisamente por haberle plantado cara a un hombre que lo arrastró por el asfalto más de diez metros en un coche y lo lesionó de por vida. También experto instructor de tiro y conferenciante, es autor de varios libros sobre este tipo de enfrentamientos de 'malos' versus agentes.

«Yo sostengo con vehemencia que hay más policías absueltos por herir o incluso matar a otros abriendo fuego contra ellos, que policías condenados por ello. Ahí están los datos. Sólo hay que buscarlos y querer comprenderlos. Es más, incluso existen muchos más casos de esta índole, de agentes que producen lesiones o fallecimientos a base de tiros, que jamás llegan a juicio porque en la fase de investigación judicial se verifica, de modo cristalino, que aquellos disparos se llevaron a efecto 'de iure', es decir, con el derecho en la mano. Estas últimas situaciones ganan por goleada al volumen de casos que sí terminan en las salas de vistas de los juzgados de lo Penal o de las audiencias provinciales», insiste Pérez Vera.

«Son muchos más los agentes absueltos por herir o haber abatido a alguien que los condenados»

Según asegura, en la provincia de Cádiz, sólo en los últimos 15 años, ha habido «una importante cantidad de heridos a balazos, sin que los policías se hayan enfrentado a acusación de ninguna clase: ni pública (Fiscalía), ni privada, ni popular. Ejemplos hay, con muchos tiros y sangre, en Jerez, Puerto Real, La Línea (varios casos), etcétera. Me refiero a tiros dados por los policías en piernas, brazos, torsos y hasta en alguna cabeza».

Ni santos ni ángeles, humanos

Pero está el otro lado de la moneda, aquellos casos que sí llegan al juzgado y pueden acabar en condena. «Claro que los hay. No somos ni santos ni ángeles. Somos humanos. Pero estos incidentes son, una vez conocidos todos sus intríngulis, acciones en las que media, casi siempre, una mala praxis profesional, la cual deriva en imprudencia punible (casi siempre)».

Y aquí entra en acción otra de las cuestiones más controvertidas. Si realmente todos los agentes saben (de verdad) utilizar un arma de fuego. «La impericia en el manejo o cuando sí y cuando no se puede y debe utilizar es lo que da pie a lo que vulgarmente denominamos 'cagada'. Que haya personas heridas o fallecidas porque algún policía recurrió al último recurso, que es disparar, cuando ya no era necesario por haberse agotado el peligro racional, concreto e inminente; o que el mal se produjera por utilizarla mal», añade.

Para el instructor, esto ocurre, «por más que se oculte, porque demasiados formadores de todos los cuerpos están 'malformados' y transmiten falacias, mitos y leyendas urbanas. De ahí que existan en todas las fuerzas muchísimas personas enseñadas para no utilizar sus armas en vez de estar enseñadas para lo contrario», afirma tajante Pérez Vera, muy consciente de lo que está afirmando: «Decir esto aumenta mi número de detractores, pero no me importa. Sé que digo la verdad y que lo puedo demostrar. No hay más ciego que el que no quiere ver. Muchos prefieren abrazar con fruición la leyenda urbana para justificar con ello sus inacciones y hasta sus cagadas». Y es que como recalca este instructor uno de los problemas radica en que no se «está preparado en el ámbito penal y técnico para afrontar la realidad de la calle. Las administraciones lo apoyan. Y también muchas asociaciones y sindicatos profesionales, aunque no sé si con conocimiento de ello o por pura ignorancia o interés electoralista».

«La gente aplaude aquello que quiere oír, y huye de la verdad. Nos enseñan poco y mal, y siempre a tenor de lo marcado por programas basados en entelequias, en verdades únicamente practicables en las plácidas y antisépticas galerías de tiro, pero casi nunca a tenor de lo que dictan las dinámicas y violentas calles, los soportales, los pasillos o los complicados rellanos de pisos con escaleras que van tanto para arriba como para abajo».

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Ver la cara a la muerte

En este mismo sentido se manifiesta otro policía de la provincia. Alguien que también ha visto en varias ocasiones la cara a la muerte. «Existe formación y medios y cada vez más pero por supuesto es muy mejorable. Pero aquí la responsable no es sólo la administración, el miedo a una posible condena paraliza a la gente. Es auténtico pánico. Porque muchas veces actúas y te denuncian o vas a declarar como si hubieras matado tú a alguien por cualquier asunto cuando incluso eres el testigo o la víctima. Y mientras eso no cambie, esa falta de educación sobre el tema que tiene parte del mundo judicial con los policías, ese miedo seguirá».

La realidad la conoce de sobra también otro de estos agentes. En este caso un guardia civil con muchísimas horas de servicio en la calle, que siempre está allí donde hace falta y con el único apoyo de su compañero en la mayoría de las ocasiones. Un patrullero. Los que llegan primero y los que se encuentran del tirón con lo que haya. Sea lo que sea. «Hay mucho miedo por parte de los agentes a utilizar el arma porque, incluso, desde las academias de formación se les enseña que eso es lo último y que aún así, es mejor que usen otros medios que, por cierto, en la mayoría de las ocasiones no tenemos... y así claro que existe ese concepto equivocado de que los tribunales te buscan las vueltas y no es cierto. La justicia es lenta pero los casos son casi siempre favorables. De hecho hay otra sentencia reciente del Tribunal Supremo que así lo certifica», cuenta.

Pero además -añade- está la formación. «Es muy pobre. Por lo menos en la Guardia Civil. Tenemos un tiro al año y disparamos 25 cartuchos», lamenta. Y a todo ello se le suma el aspecto social, educacional... «se está perdiendo el principio de autoridad, algo que también se está utilizando en la política... Es una mezcla de todo».

«En las academias les dicen que disparar es lo último... que se pueden meter en problemas... eso no es»

Y otra cuestión. Los táser. Pues, según dicen a este respecto, primero tendrían que tenerlos todos en dotación o por patrulla. Pero eso, y según denuncian, no es así de momento. Además se necesita de una formación antes de utilizar estos dispositivos. No es llegar, cogerlos y disparar. Aún así, sobre este asunto Pérez Vera advierte de que existe la confusión de que se pueden utilizar en el mismo supuesto que se usa un arma de fuego. Es decir, que el táser puede sustituir a la pistola en determinados momentos. Y, como sostiene, no es así. «Es un absurdo estar pidiendo un táser para enfrentarse a personas que tienen armas clamorosamente letales, que ya están tratando de matar. Esto es desproporcionado desde todos los puntos de vista, pero desproporcionado en contra de nosotros».

«Al final irá a prisión el que tenga muy mala suerte, pero muy mala suerte, o quien obre antijurídicamente con dolo, que de todo hay». Y con todo, sabiendo que en este tipo de intervenciones se pueden enfrentar a lo que llaman 'pena de banquillo'. En este sentido el colectivo pide una mayor agilidad judicial: «un servidor público no debería estar tanto tiempo con el corazón encogido, por hacer algo tan difícil, esperando noticias de cómo va a transcurrir penalmente el asunto. Esta es la parte de la legislación que sí que hay que modificar hoy mismo».

Y aún así, y por más que la ley les termine dando la razón, «claro... matar a otra persona suele dejar huella en el alma y suele cobrarse una cuota física, mental, familiar y hasta laboral. Matar no es agradable, por más que a veces sea necesario».

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