Familia Arcoiris Cádiz

Ley, orden, rastas y pachamama, el final de la acampada de la comuna hippie en Benaocaz

La Guardia Civil realiza un importante dispositivo para desocupar el campamento ilegal de la 'Familia Arcoiris' tras recibir la orden judicial

Importante despliegue de la Guardia Civil para desalojar a los hippies de la Familia Arcoiris acampados en Benaocaz

Un agente del GRS le da de beber agua a uno de los dos detenidos, que está esposado, antes de trasladarlo. Antonio Vázquez. vídeo: M. Almagro

María Almagro

Benaocaz

«Disculpe... ¿le puede decir a sus compañeros que cuiden de mi guitarra por favor?». La escena es tremenda. Pintoresca. Casi berlanguiana. Pero real. Auténticamente real. En el camino de piedras del estrecho sendero que va desde el pequeño pueblo de Benaocaz hacia el monte. Hacia la Sierra de Grazalema. Ahí donde se comienza a dibujar una cuesta arriba sin fin, un chico de rastas largas rubias, pantalón pareo a rayas y camisa grande de hombros caídos se dirige a un agente de la Guardia Civil y le pide por favor que alguien cuide su guitarra.

Se la ha dejado arriba, allí donde había acampado de forma ilegal con otras doscientas personas más, y donde ya no puede volver porque así lo ha dictado un juzgado que ha ordenado el desalojo. «Claro, no se preocupe. Allí no va a quedar nada y si vemos algo se va a guardar y se os entregará», le contestan. El sonríe y se marcha: «Que Dios os bendiga».

La situación es distinta. Peculiar. En esta zona al menos hasta esta vez no se había producido. Hasta que el pasado 20 de mayo la Familia Arcoiris (de dogmas relacionados con el movimiento hippie de los 70) llegó. Y llegaron para quedarse. Sabiendo que no les estaba permitido –tuvieron incluso la negativa previa del Ayuntamiento– plantaron sus tiendas, sus instalaciones e hicieron fuego, en uno de los parques naturales más protegidos y de mayor valor de Andalucía.

Dentro de la extensión de una finca privada. Perteneciente a un ganadero que la utiliza para poder trasladar y alimentar a sus animales durante esta época de más calor y que ahora no sabe cómo están ni si están. Y al lado de un río, el río de las Nueve Pilas, donde con unas gomas han desviado el agua para poder utilizarla. Sin permiso.

Sin embargo, y tras la luna llena de este pasado fin de semana (día importante para las creencias de «La Familia» sobre la Madre Tierra) la denuncia por ocupación que interpuso el propietario llegó al Juzgado de Ubrique y su titular decretaba la orden inmediata de desalojo. Ha sido entonces, cuando la Guardia Civil que durante este tiempo ha estado controlando lo que ocurría en el campamento para evitar altercados o riesgos con el fuego que mantenían siempre encendido, han entrado pero ya de otra manera. Exigiéndoles como ya dictaba la ley, escrito en un mandamiento judicial, que se marcharan. Ya no había más sanciones. Ya era irse o irse.

Y así comenzaba el operativo que este jueves se ponía en marcha. Más de un centenar de agentes participaban en él. Llegados de diferentes unidades: GRS, USECIC, USECIA, Seguridad Ciudadana, Patrulla Fiscal, Seprona, Cinológico, Pegaso (drones), y agentes de Judicial, entre otros. Todos iban irrumpiendo con sus patrullas y se desplegaban por la zona. La mayoría de los agentes subían a pie hasta el campamento por un camino de una hora para ejecutar lo que tenían dispuesto. Lo que había que cumplir.

Así eran recibidos de forma pacífica. Se encontraban con unas doscientas personas. Muchos de ellos extranjeros. Y algún menor. Además de carpas, tiendas de campaña, el fuego dispuesto en el medio del 'círculo de piedras', una instalación dedicada a la cocina, enseres y demás 'inventos' en los árboles... Se les comunicaba que tenían que recoger y salir. Se les invitaba a que lo hicieran de forma voluntaria y si no, sería a la fuerza.

Durante horas y de forma muy paulatina los okupas fueron bajando y abandonando por tanto el campamento. Todos han sido identificados. Y no se producían importantes incidentes salvo la detención de dos personas (al cierre de esta edición). Dos ciudadanos extranjeros que se resistían a abandonar el lugar. Uno de ellos llegaba a abalanzarse contra los agentes y fue reducido y detenido. Ambos fueron trasladados al cuartel acusados de sendos delitos de desobediencia grave y resistencia y pasarán a disposición judicial en las próximas horas.

Salida a goteo

«Nos indigna los abusos, no que venga gente», decía una vecina del pueblo mientras observaba atenta como iban desfilando en pequeños grupos hacia abajo. «Han estado en una finca que no se puede estar, no puedes acampar. Allí nosotros vamos y hacemos fuego y tenemos un problema grave... pues lo mismo ellos, ¿no? Han podido provocar un desastre».

El paso de los hippies era paulatino. Los agentes les daban tiempo de sobra para recoger y marcharse. Horas. Y la mayoría de los que pasaban por este 'control' de acceso situado arriba de la Cruz de Gonzalo eran extranjeros. Como un suizo-italiano que lanzaba su proclama acerca de los derechos y el sistema. «Viajo por todo el mundo», contaba. «Mi abuelo es uno de los hombres más ricos de Suiza pero yo viajo... así... me gusta contactar y sentir la naturaleza...». A su lado, una chica, española, muy preocupada porque había bajado pero tenía que darle el pecho a su hija, un bebé de ocho meses, que estaba en el campamento. «¿Cómo que la has dejado allí?», se le preguntaba. Finalmente se le volvía a autorizar a pasar a por la pequeña aunque ya sin pertenencias.

Y en el pueblo, que estos días ha sabido convivir en paz con todo el que ha llegado, no se notaba en absoluto el gran dispositivo montado para este desalojo. Su particular calma se ha mantenido inquebrantable. «¿Cómo va eso?», preguntaban. «Bien, tranquilo, va bien».

Y arriba, los guardias civiles se iban turnando. Cada doscientos metros, un control. Para tener cerrado lo más posible el perímetro y asegurarse que nadie volvía a intentarlo. Y así, poco a poco, muy poco a poco, y evitando los problemas más serios, se iba desalojando por fin esta finca de la serranía de Cádiz que durante unos quince días ha sido el paraíso ilegal del rezo y la adoración a la pachamama.

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