Apuñalamiento instituto de jerez
Del terror y los nervios a los abrazos con sus hijos: «¡Qué susto más grande!»
Los cientos de padres de los alumnos del instituto de Jerez fueron recibiendo la noticia del ataque y acudiendo al centro a recogerlos, presos de la sorpresa y la preocupación
Muchos de los niños llamaron directamente a sus familiares para relatarles lo ocurrido y decirles que estaban bien
El menor que ha apuñalado a sus profesores y compañeros en el instituto de Jerez: «¡Ya no podía más... he estallado!»
«Eran casi las nueve de la mañana y me sonó el teléfono. Vi que era mi hija y me extrañó mucho porque ya estaba en clase. Lo cogí de inmediato porque sabía que algo raro había tenido que pasar». Carmen está en la salida del instituto Elena García Armada de Jerez , en San José Obrero, donde apenas hace unas horas un alumno ha agredido con dos cuchillos a varios de sus compañeros y profesores.
«Mi hija me dijo: '¡uno de Tercero ha sacado unos cuchillos y herido a gente, mamá, de verdad. Estoy bien pero ven para acá, estamos todos en el patio, ya hoy no hay clases». La madre colgó con la incertidumbre y la preocupación lógica y comenzó a leer decenas de whatsapp en los grupos del colegio que ya alertaban de lo ocurrido. «Salí con lo puesto y aquí estamos esperando a que nos digan cuándo salen». El menor, el agresor, ya ha sido detenido y trasladado a la Comisaría.
Al comienzo de la calle la entrada principal está cortada con un precinto. Agentes de la Policía Nacional custodian el acceso formando parte de un dispositivo dispuesto de urgencia para, tras este terrible suceso, controlar de manera ordenada la zona y la evacuación de tantos alumnos. Unos seiscientos. Pero la paciencia se va agotando cuando los nervios mandan. «Mi hijo se ha acercado a la reja para decirme que está bien... nos hemos asustado muchísimo y siento lo que le ha pasado a sus compañeros y también a los profesores. No te imaginas que pueda pasar algo así en un colegio, un día normal y esto...».
Los niños empiezan a salir. Algunos, los de la misma clase o de las anexas, se atreven a dar a los medios sus diferentes versiones de lo ocurrido. «Yo he visto como le sangraba el brazo a mi amigo», relata uno de ellos aún nervioso pero con cierto aire de despreocupación por, posiblemente, lo increíble que le resulta. «También vi como salía la profesora con las manos en la cara pero nos dijeron que nos fuéramos todos para abajo».
Los abrazos y los besos se repiten una y otra vez nada más que pasan la reja de la puerta trasera por donde han abierto el acceso. Los agentes van dando las indicaciones para evitar cualquier incidente ante tal congregación de personas que además están evidentemente preocupadas y con tantas ganas de ver a sus hijos bien. «¡Qué susto más grande!, realmente no sabíamos qué había pasado, si podía ser verdad o no, pero bueno... ya estamos aquí y, dentro de lo malo, ha podido ser mucho peor», cuenta otro de estos padres.
Los corrillos son la nota dominante. Cada uno cuenta lo que sabe, de lo que se ha enterado. Las caras, entre el asombro, el temor y la tristeza. Un padre saluda de lejos a su hijo, sale corriendo hacia él y se abrazan. «No veas papá... no veas...», le dice. «Bueno, ahora me cuentas en casa. Tú ya estate tranquilo».
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