MÚSICA
Miguel Poveda rubrica su idilio con Jerez en el Tío Pepe Festival
Se colgó el «no hay billetes» para presenciar el concierto, en el que estuvo muy presentes sus trabajos «Poema del Cante Jondo» y «Coplas del querer»
Miguel Poveda se reencontró con Jerez, una de las ciudades más fervientemente vinculadas al artista catalán, en el marco del Tío Pepe Festival. Su último trabajo, «Poema del Cante Jondo», fue el eje central de su concierto en el que hubo un ramillete muy variado de palos del flamenco.
«Poema del Cante Jondo», realizado junto a Jesús Guerrero -guitarrista que le acompañó en el escenario- bebe de las letras de Federico García Lorca. Tal y como se introducía en la actuación, este trabajo representa la inmortalidad del poeta granadino y ejemplifica cómo sus versos perviven de generación en generación.
Comenzó Poveda la noche con «¡Ay!», tema por caña, y con «Juan Breva», por verdiales. Tras el segundo tema, el cantaor saludó a sus incondicionales afirmando que tenía muchas ganas de volver a tierras jerezanas. Aunque, expresaba, que en todos los lugares siente la responsabilidad propia de deberse a su público, Jerez «aprieta un poco más el estómago» y, a la vez, siente «un plus más de cariño» en estas tierras albarizas.
Poveda mantiene una estrecha relación con los artistas flamencos de la ciudad, con la cuna del flamenco. Y Jerez supo responder: «no hay billetes», con un magnífico ambiente, para disfrutar de uno de los más grandes cantaores del panorama actual.
Gran parte de la noche estuvo dedicada a la «lectura musical» que Poveda y Guerrero han realizado del poemario que Lorca escribiera con tan solo 23 años: «Baladilla de los tres ríos» (cantiñas), «La Soleá» y «Retrato de Silverio», una seguiriya que remató con un gran quejío que volvió a despertar las ovaciones y vítores de los asistentes, incesantes durante toda la noche.
Tras «Esquilones de plata» (lorqueñas), el artista de Badalona interpretó «La Guitarra», compuesto junto con Makarines -presentes en el escenario con los coros y con un protagonismo especial durante el tema-. El mismo se lo dedicó a su «compañero de fatigas», el guitarrista Jesús Guerrero, quien después y en solitario con su punteo por granaínas realizó otro homenaje con mayúsculas a este instrumento, recibiendo el fortísimo aplauso de los asistentes.
Continuó la noche y el recorrido por «Poema del Cante Jondo» con «Canción de la Madre del Amargo» (bulerías), «Encuentro» (tangos), «Sevilla» -que, según explicó, no se ajusta estrictamente ni en su totalidad a ningún palo en exclusiva, sino que es una composición «más libre»-, la saeta «Gitano de Sevilla» y la bulería «Paisaje».
Fue, entonces, el cambio de tercio, que contó con un artista invitado de lo más particular. Para cerrar el capítulo de las letras de García Lorca y abrir un nuevo capítulo de la noche, Poveda invitó al escenario a un cantaor que, a pesar de disfrutar aún de la infancia, su alma es ya de artista -con ello se nace-: el jerezano Manuel Monje, que causó auténtico furor entre sus paisanos. «En él está el duende y todo Jerez entero», sentenciaba Poveda deshaciéndose en elogios ante el joven artista, que deleitó con un ramillete de letras interpretadas sublimemente. No por ser ya un rostro conocido debe dejar de sorprender la capacidad que Monje tiene para tocar el alma de los que escuchan su prodigiosa voz.
Cuando el de Badalona recuperó el protagonismo absoluto del escenario, recordó otro de sus trabajos más reconocidos: «Coplas del querer». Para ello, contó con la inestimable colaboración del artista y virtuoso del piano Joan Albert Amargós, para quien Poveda tuvo palabras de cariño.
«Ojos Verdes», «Ni un Padre nuestro», la copla escrita por el jerezano Antonio Gallardo -reconocido compositor y escritor- «La Senda del viento» y «Canción del gitano apaleado». Entremedio, Poveda interpretó «Mi amigo », de Bambino y Miguel Vargas, tema que sirvió como alegato al amor libre. Precisamente, remató el concierto con una reivindicación: parar el genocidio que suponen las guerras y enaltecer la libertad, el arte y la música.
El público, entregado al artista y a su encomiable esfuerzo por darlo todo, le pedían canciones. «Alfileres de colores», decían unos; «Triana, puente y aparte», otros; pero, finalmente, el grito de un incondicional pidiendo que se arrancara por «Tres puñales» se impuso. Y así, Miguel Poveda cerraba una noche en la que rubricó su idilio con Jerez y sus gentes haciéndolo de la manera que mejor sabe: ofreciendo su don para el flamenco.