VEJER
El templo gastroartístico que una vasca enamorada de Cádiz ha creado en Vejer de la Frontera
Amaia Lauzurika llegó hace veinte años a La Janda y hoy en día regenta 'La Posada del Tea', un espacio de té, gastronomía, arte y consciencia donde da rienda suelta a su creatividad como chef y sommelier de esta bebida ancestral
A veces los sueños se hacen realidad. No importa cuánto trabajo cueste, ni que se cumpla en la otra punta del país. Todo el camino merece la pena cuando alcanzas la meta. Esta sería la historia que define el momento actual de Amaia Lauzurika (Vitoria, 1985). Un sueño lleno de color: lila, naranja, verde pistacho, marrón tierra, una viruta de dorado... Porque sus creaciones gastronómicas bien podrían ser un cuadro, una obra de arte. Una experiencia completa y una explosión de sabor acompañadas siempre por esa bebida ancestral conocida como té, seleccionado minuciosamente para cada plato.
Desde bien pequeñita se confiesa una apasionada de las plantas. «En mi tierra siempre había mercadillos de comida y cada semana íbamos a un pueblo diferente. Me llamaban la atención las especias, las plantas secas, entonces era algo olfativo en lo que me he ido introduciendo después de forma progresiva», explica Amaia. Su descubrimiento fue simultáneo al interés que desarrolló por la comida sana a raíz de un problema de salud. «El estrés y no cuidarme hizo que me replanteara muchas cosas y la primera fue cocinar conscientemente». Así, poco a poco, la vida le fue encauzando hasta llegar a La Janda, donde se enamoró de la luz y de la vida que desprende esta comarca gaditana. Llegó con la promesa de un trabajo de hostelería junto a su expareja, apostando por el cambio y dejando todo atrás en el norte. Sin embargo, al llegar, el restaurante cerró y se les abrió una ventana inesperada que después se convirtió en la semilla del negocio que ahora esta emprendedora vasca regenta en Vejer de la Frontera, 'La Posada del Té'.
«Decidimos comprar un horno y hacer pan y dulces artesanales, e íbamos al mercado de Caños de Meca a venderlos. Tuvimos éxito y decidimos abrir 'La Panatería'», su primer negocio en el que pudo desarrollarse profesionalmente. Su formación como sommelier de té tuvo lugar en Madrid, en la escuela americana ITMA. Años más tarde, la completaría en la UK Tea Academy londinense. Y el 8 de marzo de 2023 inauguró, después de mucho esfuerzo, su segundo negocio, que no parece un establecimiento al uso sino un remanso de paz.
En él combina té y gastronomía con todo tipo de actividades orientadas a mejorar la autoconsciencia y a explorar el arte a través de la música y la pintura. «He intentado aunar en un espacio todo lo que los últimos años de mi vida me ha aportado felicidad, salud y placer. Lo he unido para dárselo a la gente, hay algunas actividades puramente gastronómicas y otras más de conectar con uno mismo, dándote un espacio de calma y entendiendo que no solo tienes placer comiendo sino sentándote a respirar y preparándote una taza de té en silencio. Por eso ha sido muy fácil para mí», revela. Ceremonias de té y meditación, en ocasiones sonorizadas por las mágicas calimbas de 'ElCalimbero', colaboraciones con Alejandro Muchada, uno de los creadores socios de la marca de vino de Sanlúcar de Barrameda Muchada-Léclapart con quien organizó una cata sensorial de vino y té. «Conectamos porque sabíamos que tanto en su proceso como cultural e históricamente, el vino y el té tienen una conexión fuerte y él lo entendía igual que yo», celebra recordándolo. Otra actividad que se desarrolló hace poco fue junto a Natural Candy Soap, creando con Carolina cosmética natural a través de productos naturales de la tierra, pero también ha elaborado un menú a ciegas creado e inspirado en las canciones del artista 'Siendo' para gozo y disfrute de los comensales. Un sinfín de conexiones que también encandilan al paladar. Y es que la apuesta de Amaia Lauzurika no se entiende sin el kilómetro cero y los productos de proximidad.
«El 90% de mis platos son producto local. Una parte pequeñita es de la tienda ecológica de Vejer de la Frontera, que aunque sea local trae cosas diferentes complementarias para la cocina. Trabajo con Juanlu, de 'Malasjierbas', que tiene un huerto maravilloso en El Colorado. Con Andrew, un chico americano que se afincó hace un par de años y ha creado un proyecto flipante de microgreens, 'La Mil Pafarm', en el que cultiva hojas pequeñitas, dentro de lo que pueden ser los vegetales de hoja verde, recoge los brotes que a nivel nutricional, mineral y enzimático son los que tienen mayor densidad. La base de todo lo que cocino es el aceite de oliva virgen extra, que es de 'OleoConil' con quienes trabajo desde que empecé. Y el pan que hago está realizado con unas harinas de unos compañeros de Vitoria que viven en Málaga donde tienen un proyecto llamado 'Espiga Negra' de pasta artesana. Están recuperando cereales antiguos, los cultivan, recolectan, procesan y hacen pasta de forma tradicional», detalla la chef.
Luego, el proceso de elaboración, es otro mundo en el que lo único que está claro es que empieza en el huerto y que no hay reglas. «Tengo mis métodos, pero lo que me mueve es la espontaneidad. No hay nada que rija mis pasos y es algo super creativo. Si no, no podría trabajar porque la obligación me mata y siempre he intentado hacer algo que me divierta cada vez que lo tengo que hacer», defiende. Sus menús son sorpresa y jamás se repite un plato. De hecho, sus creaciones no tienen nombre, salvo una. El Terrario de la Posada. «Mis platos son efímeros. Nunca repito. Pero este surgió porque me encanta meter dentro de un vaso de cristal diferentes productos de temporada que estén vivos, y eso tú te lo comes. Siempre inicio las comidas con un terrario para que comprendan que dentro de la comida tiene que haber vida, y un terrario es un trozo de vida concentrada en un vaso de cristal. Siempre es diferente», admite.
En el horizonte un viaje a China como sueño por cumplir, o necesidad bien entendida. «Para mí cumplir sueños es cumplir los objetivos que me hacen más feliz y divertirme. Necesito ir al lugar donde nace el té», afirma Amaia. Y en el balance de un año y medio a los mandos de 'La Posada del Tea', una recarga vital que es la esencia de su proyecto y filosofía. «Quienes vienen se llevan un pedacito de mí», dice entre risas. «Cuando tuve el otro negocio terminaba muy cansada a nivel físico y psicológico, al estar cara al público. Pero nunca había tenido resaca emocional hasta que abrí este lugar. Las personas que deciden venir vienen buscando algo diferente, una experiencia, y quieren llevarse algo. Obviamente, a nivel material una taza de té en tu barriga o un plato de comida, pero creo que es más significativo lo que pasa dentro y la energía que se crea», sentencia.