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Insultar, aislar de las amistades y control excesivo, primeros indicadores de violencia de género entre adolescentes
Las nuevas tecnologías juegan un papel protagonista en la forma de ejercer violencia entre adolescentes
Justo cuando parece que la sensibilización frente a la violencia de género es aún mayor, es preocupante ver su impacto y crecimiento entre menores de edad. Una situación que deja graves secuelas, tanto en las víctimas como en su entorno más cercano. Laura Prieto es psicóloga y divulgadora sobre violencia de género entre adolescentes. Reconoce la dificultad de dimensionar de forma real el problema «porque al final el dato que nosotros podemos tener acceso es el dato de cuántas chicas o cuántas familias piden ayuda y, en cualquier caso, de cuántas familias denuncian. Y sabemos perfectamente que denuncian muchas menos de las que lo sufren y también piden ayuda muchas menos de las que lo sufren».
Esto es lo que dificulta ver la evolución real, pero los datos del número de atenciones y llamadas a las números destinados a las víctimas, reflejan un aumento en el que es difícil calibrar cuánto responde a un aumento de la violencia y cuánto a una mayor conciencia sobre ella.
Eso sí, desde el punto de vista de una persona que está en contacto directo con los adolescentes a través de talleres en institutos, Laura percibe que «hay determinados discursos que antes no había y que se ha incrementado, de alguna manera, el discurso cuestionando la violencia de género o cuestionando el feminismo, y quizás hace unos años eso no era así». Para ella, la causa está en determinados perfiles de redes sociales y en el discurso que tienen. El altavoz de las redes y los medios de comunicación ha hecho que impacten de forma directa en la forma de los y las adolescentes de percibir la violencia.
Nuevas formas de violencia
Precisamente las redes sociales y la tecnología han cambiado las formas de ejercer violencia, algo que no es solo aplicable a la violencia de género, si no también, por ejemplo, al acoso escolar. Sin tecnologías de por medio, los hogares se convertían en lugares seguros para las víctimas, pero ya no es así, porque, según cuenta la psicóloga «al tener la comunicación constante por WhatsApp, por Instagram, por TikTok, por donde sea, al final no tienen tiempo de descanso. El nivel de ansiedad y de estrés en las víctimas de violencia ha aumentado mucho por eso, porque es constante el acoso, las amenazas, el control, o el miedo a la difusión de imágenes, que antes no se tenía».
Un estudio publicado por el Ministerio de Igualdad titulado «La situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España» revela que las formas más comunes de violencia ejercidas por parejas o ex parejas de las víctimas son ser insultada o ridiculizada, el control abusivo, el aislamiento de las amistades y el control a través del móvil. La violencia física también aparece y Laura explica que «hay mucha manipulación, mucha violencia psicológica, pero la experiencia lo que nos dice, es que también está muy presente y que además aparece muy pronto. Aparece, quizás, más pronto que a otras edades».
En cuanto a la violencia sexual ejercida en este grupo de edad, «tiene mucho más que ver en realidad con presión para mantener relaciones sexuales, con chantaje emocional si no las tiene, con enfadarse si la persona se niega, con imponer prácticas sexuales sin necesidad de usar la fuerza, pero con el chantaje, con la manipulación y con la presión».
Educación como herramienta clave
En cuanto a los agresores, cree que «es común que ellos no perciban como violento la violencia que ejercen». Por eso, la educación y la sensibilización se convierten en herramientas fundamentales y los centros educativos cobran gran importancia en esta tarea. Para Laura, una de las claves es que esto se haga «de una manera mucho más transversal y que no se quede en acciones puntuales en fechas claves como el 25 de noviembre o el 8 de marzo», sino que esté de forma constante en centros educativos. Esta formación no solo es necesaria para el alumnado, sino también para los docentes.
Además de la sensibilización, es importante que las chicas aprendan a identificar las primeras señales porque «la violencia prácticamente nunca empieza a ejercerse de la manera más brutal. Empieza con cuestiones que son mucho más sutiles, que se han invisibilizado más, que incluso como sociedad las hemos romantizado». Entre estos primeros avisos encontramos, los celos, querer pasar todo el tiempo con tu pareja y querer saberlo todo. Por ello «es importante que ellas sean capaces de identificar como violencia desde el principio todo lo relacionado con el control, con el aislamiento y con los celos».
En cuanto a ellos, es muy importante también que aprendan a detectar comportamientos. Laura cree que la violencia parte de la base de «las ideas erróneas sobre el amor y sobre el papel de las mujeres en las relaciones». Además, determinados perfiles en las redes sociales difunden ideas equivocadas sobre qué es ser una buena mujer o qué es ser un buen hombre. Desde la perspectiva de la psicóloga, «habría que trabajar estas ideas, pero también habría que darles herramientas para gestionar las emociones, que no las tienen, trabajar el control de impulsos, de la ira, estrategias de resolución de problemas, habilidades de comunicación, porque al final todo esto está en la base de cómo se empieza a generar esa violencia en la relación».
Señales para el entorno
Las secuelas a largo plazo de las víctimas son terribles. Además de afectar a la autoestima, a la capacidad de relacionarse con otras personas y al rendimiento académico, a largo plazo pueden aparecer síntomas de estrés postraumático, depresión y ansiedad. Además, Laura añade que se desarrolla «dificultad para manejar las emociones, alteración del desarrollo afectivo y una internalización de los roles de género». Por eso, segura que, además de salir de la relación, «es más importante aún que haya una buena recuperación del daño, porque, si no, las probabilidades de volver a caer en otra relación de violencia son altísimas. De hecho, no es poco frecuente que las chicas pasen de una relación a otra en la que también hay violencia, si no han hecho ese proceso».
En la detección, la familia y el entorno juegan un papel importante. Contando con la dificultad de que muchas chicas no piden ayuda, según la psicóloga porque «no perciben que están siendo víctimas de violencia, que no se identifican con el perfil de víctima«. Esto se debe a que »como sociedad hemos invisibilizado mucho que la violencia se puede ejercer a cualquier edad en la que ya tengas una relación de pareja. Entonces, ellas no se identifican y, por lo tanto, no cuentan mucho de lo que viven, pero sí hay señales que son importantes».
Una de las dificultades añadidas que encontramos es que «tenemos una visión de la adolescencia como una etapa problemática y eso puede hacer que algunas señales de que la menor esté sufriendo violencia nos pasen desapercibidas y las veamos como algo que sucede porque es adolescente».
Algunos de los síntomas que revelan que podría haber una relación de violencia son los cambios en el comportamiento, cambios en las relaciones sociales, en la forma de vestir, o dejar de prestar atención a su imagen personalen. La alteración de los patrones del sueño, los cambios en el apetito o la bajada en el rendimiento académico son otras cuestiones que pueden aparecer. También, además de un distanciamiento general con familia y amigos, aparece el desinterés por cosas que antes le gustaban. La conexión constante a través del móvil o una relación en la que hay rupturas y vueltas constantes son también señales de alarma.
Laura, recomienda a las familias que sospechen de una relación de violencia «no presionarlas porque podemos hacer que la cosa empeore. Una cosa que muchas veces hacen las familias con la intención absoluta de proteger, pero que es contraproducente, es aislarla». «El aislamiento beneficia al maltratador, siempre. Tú crees que la estás protegiendo, pero al final estás beneficiándolo a él de manera indirecta», explica y añade que «es importante tener en cuenta que el proceso de recuperación no es lineal, que hay recaídas y que no podemos retirar el apoyo si la chica vuelve con él».
Y, por supuesto, «pedir ayuda para ellas, pero también pedir ayuda para la familia, porque cuando se detecta un caso, las familias también lo pasan muy mal, se sienten muy culpables, no tienen herramientas para ayudar y, a veces, si no se conoce cómo funciona la violencia de género, se puede agravar la situación. La idea es que es preferible equivocarse. Si tú sospechas, pide ayuda. Si luego no está pasando nada, es preferible haberse equivocado por exceso que por defecto. Y, por último, tanto el 016 como el 900200999 son teléfonos gratuitos que están 24 horas disponibles, que no pasa nada por llamar y pedir información».
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