Sin Acritud
Ignacio Moreno Bustamante: Los problemas de la gente
En estos tiempos que corren vemos a pocos políticos preocupados por el empleo o la vivienda, de ahí lo 'extraño' de lo que sucede en Cádiz o en Andalucía
Definiciones de política hay para aburrir. Lo estudiaría usted en COU o por ahí, quizá en el Bachillerato antiguo. El origen está en las polis griegas, de ahí su raíz. Fue Aristóteles quién acuñó el término concluyendo que la política era el «asunto de las ciudades». Todo esto muy resumido, claro. No vamos a entrar en los cinco principios en los que basaba su filosofía política ni en que Aristóteles consideraba al hombre libre superior al esclavo o al macho superior a la hembra. A su lado, Vox eran las Hermanitas de la Caridad. Eran otros tiempos. Afortunadamente la política ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Los romanos sentaron las bases de la democracia. Una democracia con muchos matices, pero ahí quedaron. Y así, degenerando degenerando y sintetizando sintetizando, llegamos a nuestros días, en los que todos podemos convenir que una definición de política más o menos ajustada a la realidad es la que la describe como el «arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados». Muy genérico, lo sé. Pero usted me entiende. Y en lo que seguro en que estamos todos de acuerdo es en que el fin último de toda persona que se dedique al noble arte de la política debe ser aquello tan recurrente de «mejorar la vida de la gente». Con pareado.
Sucede que en estos tiempos modernos que vivimos, el concepto de política se ha pervertido tanto que –parafraseando a uno de sus más ocurrentes representantes en las últimas décadas, Alfonso Guerra–, a la política «no la reconoce ni la madre que la parió». A día de hoy, se ha convertido en el refugio de muchísimos mediocres. De gente que no sabe hacer la o con un canuto y mucho menos manejar presupuestos, gestionar problemas o proponer ideas que vayan en beneficio de las personas. O que directamente la aprovechan para hacerse ricos corrompiéndose como si no hubiera un mañana. En estas cosas no hay distinción de siglas, de partidos ni de orientaciones ideológicas. Un mangazo es un mangazo y un mediocre es un mediocre sea de derechas, de izquierdas o mediopensionista.
Con este nada halagüeño panorama hemos de manejarnos los ciudadanos en estos tiempos que corren. A nivel mundial, europeo y, por supuesto, español. Nuestro actual Gobierno está podrido a causa de dos males de difícil solución. Por un lado los numerosos frente judiciales abiertos y de los que usted ha oído hablar hasta la saciedad en los últimos tiempos: 'Caso Begoña', 'Caso Koldo', 'Caso Ábalos', 'Caso David, el hermanísimo'... el presidente Sánchez está sitiado. El segundo mal es su absoluta falta de escrúpulos que le permite llevar al extremo la máxima de que el fin justifica los medios. Cuando no está pensando en sus problemas con la Justicia es porque está pactando con independentistas catalanes y vascos a cualquier precio para mantenerse en el poder. O con los partidos de extrema izquierda. De vez en cuando una medida 'cosmética' con el IVA, las pensiones o los billetes de autobús y a seguir conspirando.
Visto así, resulta completamente extraño -cuando debería ser lo habitual- lo que ocurre últimamente en Andalucía y en Cádiz. A nivel regional, Juanma Moreno gobierna con una cómoda mayoría absoluta que hace que la palabra que mejor se ajusta a su gestión sea «normalidad». Algún exabrupto de la oposición, sobre todo en materia sanitaria, y poco más. Esta misma semana ha sido el Debate del Estado de la Autonomía y allí ha hablado mucho precisamente de eso, de sanidad. Pero no sólo. También de vivienda, de empleo, de sequía, de educación o de dependencia. Lo gestionará con mayor o menor acierto. Pero esos son los auténticos problemas de los ciudadanos. Por los que se le ha votado para que intente arreglarlos o al menos mejorarlos. Y algo muy similar ocurre en Cádiz con Bruno García. El miércoles el BOE nos daba un leñazo confirmando que Cádiz ha vuelto a perder casi mil habitantes en lo que va de año. Una sangría que sólo se detiene con dos antídotos: más viviendas y más empleo. Y en ello está. Lo conseguirá o no. Parará la hemorragia o no. Y en función de que lo haga dentro de tres años iremos a las urnas con una papeleta u otra en la mano. Pero al menos tanto el uno como el otro están en lo que tienen que estar. En intentar buscar el bienestar colectivo. Que ya lo decían los griegos. Y los romanos.