premios la voz
Los mimbres de un periódico
No basta con el reflejo o el fogonazo de las cosas, hay que desentrañar los mimbres de la actualidad. Lo necesitamos más que nunca
Que un periódico, en nuestros días, alcance la mayoría de edad es una noticia destacable y más si se trata de un medio que ofrece a los gaditanos otra voz propia, independiente y fundada que nos ayuda diariamente a enfrentarnos a un mundo cada vez más incomprensible. Agradezco la invitación que me hacen LA VOZ de Cádiz y su director, Ignacio Moreno Bustamante, y me uno a las felicitaciones por sus primeros 18 años de vida. Me piden una reflexión sobre estos años transcurridos de los que ha sido testigo el diario y, en verdad, poco tiene que ver nuestro entorno actual con aquel que se asomaba al siglo tras la conmoción del atentado de las torres gemelas de Nueva York. Por eso van a permitirme que limite estas líneas de homenaje a una reflexión íntima sobre el retrato, propia de un pintor que lleva toda una vida observando a sus semejantes.
A menudo me preguntan –es ya una pregunta recurrente– qué pinta un pintor de retratos en el mundo del selfi (sin cursiva, el DRAE ha aceptado el término). Cualquiera que recorra los bellos rincones de nuestra ciudad o de nuestra provincia se topará con legiones de teléfonos móviles que se vuelven hacia uno mismo, con colas infatigables de visitantes para verse ante el monumento o el paisaje pintoresco, incluso a codazos: es algo característico de estos últimos años.
Sin embargo, el retrato pictórico o escultórico, la necesidad de plasmar la figura humana para que permanezca ante la evanescencia del tiempo, es tan antigua como el hombre y desde los griegos constituye el canon en el que nos medimos. Pasear por una galería de estos retratos es sumergirse en la historia; a menudo la escultura o la pintura son la mejor huella del pasado y podemos advertir, a través de la visión del artista, la corporeidad y la auténtica humanidad del personaje. Porque el retrato es la visión de un ser humano que se enfrenta a otro y trata de recorrer el camino que va de su interior a la representación externa.
Llegó la fotografía y sin duda trastocó una de las funciones importantes del retrato, la testimonial, pero lo que se inventa en el siglo XIX son unos elementos químicos que sirven para imprimir en un papel o reproducir en un soporte digital lo que se ve a través de la lente. La lente, en pintura, se venía utilizando desde antiguo. La diferencia fundamental es que para pintar hay que conocer cómo están hechas las cosas desde dentro. Para pintar un rostro humano hay que conocer su anatomía interna, los huesos y músculos que subyacen bajo la piel. No basarse solo en la imagen externa, sino en lo que se sabe y lo que se intuye: el pintor tiene que construir.
Recuerdo que a finales de los ochenta, comencé un retrato de Ricardo Gómez Acebo. Estaba sentado en un sillón de rejilla y yo, por más vueltas que le daba, no conseguía reproducirlo. Así que tuve que dedicarme durante unos días a estudiar la estructura, el entrelazado y los remates, a seguir paso a paso los mimbres que había urdido el artesano en su elaboración. Y solo entonces el sillón, en el cuadro, salió solo.
Si no sonara pretencioso por mi parte, invitaría a LA VOZ de Cádiz a seguir profundizando en las razones y consecuencias de un mundo que hoy parece desbocado. No basta con el reflejo o el fogonazo de las cosas, hay que desentrañar los mimbres de la actualidad. Lo necesitamos más que nunca.