INDUSTRIA
«Por estas fechas preparábamos más de 3.000 roscones de Reyes»
LA VOZ recorre la factoría de La Ibense, en Jerez, con dos de sus trabajadores más veteranos
Santiago y José Francisco estaban en la sección de pastelería y entraron en la fábrica de aprendices con 16 años y un futuro prometedor, ahora tienen 60 y un horizonte solo de recuerdos
La Ibense ha endulzado durante décadas la vida de miles de gaditanos. Su famoso carrito de los helados era un icono del verano y, sobre todo, de los atardeceres en la playa. Sin embargo, el sueño de la familia Bornay ha terminado por convertirse en una horrible pesadilla echa realidad. LA VOZ ha recorrido la planta de producción de esta histórica firma gaditana de la mano de dos de sus más antiguos empleados. Santiago Raposo y José Francisco Hierro. Ambos entraron en La Ibense de la familia Bornay con 16 años y ahora, con 60, salen por la puerta de atrás y sin el sabor dulce que ha caracterizado a esta empresa. Ambos eran trabajadores de la sección de pastelería y recuerdan con emoción que por estas fechas estaban ya preparando «más de 3.000 roscones de Reyes».
La vidas les ha propinado un duro revés laboral. Tras más de 40 años en el tajo, su futuro mas inmediato depende de la firma de un ERE extintivo por parte de los actuales gestores de la compañía, el grupo Sainberg, en unas condiciones lo más dignas posibles. De momento, los propietarios no han movido ficha y deben atrasos y indemnizaciones. Desde luego son las peores navidades de la plantilla de La Ibense. Tanto Santiago como José Francisco estaban en el turno de noche. Recuerdan que la empresa ha pasado por varias vicisitudes. «La más grave fue en 1992 cuando entró en concurso de acreedores y finalmente salió a flote». Eran otros tiempos y una familia que tiraba para adelante. Sin embargo, la situación se enquistó con la salida del centro de producción de Sanlúcar y la inauguración de la nueva planta, en Jerez. «La familia no pudo con ese peso» y volvió a entrar en concurso de acreedores por segunda vez. El grupo Sanberg se presentó como la salvación de la empresa y se hizo con el control, pero el resultado final ha sido la muerte. La plantilla sostiene que los nuevos gestores llevaron a la empresa por una dirección equivocada.
El sueño de La Ibense se desvaneció. Para entender a La Ibense y el amor que sienten sus trabajadores por esta empresa hay que retroceder a finales del siglo XIX cuando Carlos Bornay venía cada verano desde la localidad alicantina de Ibi -cuyo gentilicio es ibense, de ahí el nombre- hasta Sanlúcar para vender sus helados en sus playas. A principios del siglo XX tomó el relevo uno de sus hijos, José Bornay, con su esposa, Josefa Picó; y en la década de los 80 Carlos Bornay, nieto del fundador, montó una fábrica en Sanlúcar.
Tanto Santiago como José Francisco recuerdan y anhelan la época de Carlos Bornay. Dicen que ningún tiempo pasado fue mejor, pero hablar de La Ibense era entonces sinónimo de calidad y prestigio. La actividad de la empresa no paró de crecer, llegando incluso a exportar, por ejemplo, sus famosas frutas heladas.
Ambos trabajadores sufrieron los vaivenes de la compañía a lo largo de su trayectoria laboral. La Ibense se declaró en quiebra en el centenario de su nacimiento y su rescate llegó en 1994 con Bornay Desserts. La familia Bornay seguía al frente de la empresa, que conoció otra etapa de gran crecimiento echando mano de la elaboración artesanal de helados y postres en combinación con la creatividad y la innovación.
Según ambos trabajadores, el nuevo ciclo de La Ibense arrancó en 2009 con el traslado de su fábrica a Jerez. Sin embargo, esta operación tuvo un riesgo no calculado y, de nuevo, La Ibense entró en concurso de acreedores por segunda vez en su historia.
En 2015 llegó al rescate el grupo inversor Sainberg, que se hizo con el 100% del accionariado. Convivió un tiempo con la cuarta generación de los Bornay, pero el matrimonio fue inviable. En 2019 pasó a denominarse La Ibense 1892 y al poco tiempo estalló la pandemia. La Ibense, ahora en manos de Sanberg se declaró por tercera vez en concurso de acreedores y, en esta ocasión, es la sentencia de muerte de una empresa mítica de Cádiz. Santiago y José Francisco no pueden evitar echar la vista atrás y mirar con orgullo el pasado de esta firma, sin embargo, lamentan el futuro que ha quedado para otras generaciones.