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Estafa del amor a una mujer de Cádiz, un año de mentiras: era americano, médico en Mali y le habían herido

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Una mujer gaditana fue una de las primeras víctimas de un embaucador que fingió ser otra persona y mantuvo una relación sentimental a distancia con ella para defraudarle dinero. «Recibía mensajes a diario y le llegó a estafar 400.000 euros»

Las victimas de 'romanbce scan' son cada vez más numerosas.
María Almagro

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La llamaremos Carmen para mantener su anonimato. Ella fue una de las primeras víctimas que hubo en España hace unos años de un estafador del amor. También de las primeras cuyo caso se investigó en la provincia de Cádiz. Los engaños por relaciones sentimentales a distancia 'de mentira' se han multiplicado en los últimos tiempos y así lo alertan desde la Policía Nacional. «La gente sigue cayendo por mucho que decimos e intentamos advertir. Los delincuentes cada vez usan métodos más estudiados y aunque estos casos de ciberestafas son puntuales, existen y además los daños son enormes, no solo económicos sino también emocionales. Sabemos que hay más pero muchas veces no se denuncia, a las víctimas les da vergüenza hacerlo», cuenta un agente que ha trabajado en la Unidad de Delitos Tecnológicos y conoce bien lo que es enfrentarse a estas investigaciones tan complejas.

Pues bien, Carmen se había marchado a otra ciudad de España y estaba jubilada. Tenía estudios superiores ya que toda su vida se había dedicado a una profesión de la rama sanitaria. Por tanto, su situación económica era buena. No tenía hijos ni tampoco pareja. El tiempo le pasaba muy lento y quizá esa soledad o ganas de comenzar algo nuevo fue su mayor trampa.

Así comenzó a entablar por redes sociales lo que en principio fue una amistad con un hombre pero la relación entre ellos cada vez era más cercana. Se contaban su vida, lo que habían hecho, sus sueños... y hablaban a diario. La ilusión de la mujer iba creciendo. También su confianza hacia ese hombre que había aparecido para romper su monotonía. «Buenos días cariño, ¿cómo estás?», le preguntaba él cada día. El vínculo se iba estrechando y empezaron ya a enviarse fotos y demás. Le contó que era estadounidense pero que estaba como médico de misión en Mali. Una historia de novela. Además le seguía enviando imágenes de alguien bien parecido. De alguien 'normal'.

Y así muy poco a poco fue cautivándola. Hasta que un día el amor ya comenzó a tener un precio. El que él fue pidiendo. «Le contó que había atacado su campamento y que le habían herido en una pierna. Su Gobierno le había indemnizado con unos 30.000 euros pero no se podía transferir el dinero y le pidió ayuda». Le dijo que ese dinero se lo habían dado en metálico y que se lo iba a enviar a ella, que le llegaría alguna notificación para que la aceptara. Todo ello, por cierto, lo acompañó de una foto en la que se veía una pierna fracturada tendida en la cama de un hospital. Lo que Carmen no vio es que en la sábana se podía vislumbrar la serigrafía del SAS de la Junta de Andalucía. Es decir, esa foto había sido robada de algún sitio de otra persona pero ella, enamorada, no se percató. Confió.

Y entonces recibió un mensaje que le conminaba a pagar unos 5.000 euros de arancel de la aduana americana como plus para poder ingresar el dinero de su 'novio'. Agobiada por la premura que él le indicaba, prometiéndole además que vendría a España, hizo esa transferencia. Al tiempo le llegó la orden de pago de una supuesta multa de unos 10.000 euros y así mentira tras mentira en las que fue cayendo. Carmen, jubilada y tras una vida de trabajo constante se entrampó hasta el punto de que tuvo que poner su casa en venta. Al tiempo, su 'enamorado' desapareció. Lo último que le dijo es que por lo menos no podría venir a España hasta que pasara un año.

Ella, triste, abatida y aún creyendo en todas las historias que le contó el estafador, no quiso compartir esta situación con nadie hasta que unos familiares se dieron cuenta de su mala situación económica. Ya entonces lo reveló todo. Acudieron a la Comisaría de Cádiz a denunciar. «Era muy complicado hacerle ver lo que le había pasado. A estas víctimas muchas veces les duele más el dolor emocional que el dinero que les hayan quitado. Es reconocer que has sido engañado, da vergüenza y además es el fracaso de una ilusión que te ha mantenido 'vivo'».

La Policía intentó investigar el asunto pero las IP de envío -la dirección única que identifica y localiza a un dispositivo en Internet o en una red local- les dirigía a Nigeria. «En esos casos es casi imposible hacer algo. No existe la misma colaboración, las leyes, el sistema es distinto y encontrarlos es la mayoría de las veces inviable».

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