TOROS

Triunfal corrida en El Puerto en la que Ponce, Luque y Galván salen a hombros

El primer festejo del siempre taurino agosto ofrecía un interesante cartel, configurado por una terna de postín: el veterano Enrique Ponce

El veterano Enrique Ponce. PACO MARTÍN

Pepe Reyes

El Puerto

El primer festejo del siempre taurino agosto en en El Puerto ofrecía un interesante cartel, configurado por una terna de postín: el veterano Enrique Ponce, que se despedía de este coso, en el que tantas tardes hiciera el paseíllo y en el que en tantas de ellas triunfó. La ya consolidada figura de Daniel Luque, armónico compendio de técnica, buen gusto y poderío Y la savia nueva emergente de David Galván, al que su reciente triunfo en Madrid le ha abierto puertas y al que se le reconoce, por fin, su denodado derroche de esfuerzo y afición durante años.

Le fue entregada a Enrique Ponce una placa conmemorativa de su dilatado paso por El Puerto y recibió una cerrada ovación del respetable tras romperse el paseíllo. Abrió plaza un cinqueño castaño de 450 kilos, al que Ponce logró conducir con suavidad hacia los medios en media docena de lances, rematados con una media. Tomó el ejemplar de Garcigrande una vara en todo lo alto por parte de Agustín Collado, en la que empujó con cierto ahínco de bravo. Tras brindar al público, el diestro valenciano asió la franela para pasar a su oponente en redondo, en cuyo transcurrir de las tandas fue intensificando la capacidad de temple t de conexión con los tendidos. Al plantear el toreo al natural, el toro le resondió con la misma entrega pero con acometidas más intermitentes, por lo que volvió a la mano diestra para culminar una labor aseada pero sin apreturas ante un bravo animal. Con una estocada algo trasera y desprendida ponía fin a este primer capítulo del festejo.

Poco interés en el engaño presentó de salida el cuarto de la tarde, con el que Ponce no pudo estirarse a la verónica, aunque, tras el paso de aquél por el caballo, sí esbozó un quite por ellas. En un lucido tercio de banderillas hubieron de desmonterarse Fernado Sánchez y Víctor del Pozo. La labor muleteril del veterano diestro estuvo marcada por el extraordinario temple y el sumo gusto que imprimió a cuanto realizaba. Aprovechó para ello la extrema bondad de Garcigrande que, aunque ayuno de casta y poder, permitía a Ponce relajarse e imprimir sabor a todos sus pasajes. Sonaba el nada taurino «Concierto de Aranjuez» y Ponce seguía acompañando con suavidad la, cada vez más huidiza y mortecina embestida de la res, lo que hacía las delicias del respetable, que vio entusiasmado un final de trasteo en genuflexa posición y una sucesión de pases encadenados. Un pinchazo y una estocada fueron preámbulo para una eclosión de felicidad del público que estalló al grito de «torero, torero» y que pidió en clamorosa unanimidad las dos orejas.

470 kilos marcó en la báscula el negro ejemplar que hizo segundo, cinqueño aunque de liviana presencia, que salía suelto con reiteración del capote que le presentaba Daniel Luque, hasta que por fin lo pudo para en los medios. Manso de libro, que salió en estampida al sentir la puya y que pudo ser picado en una de sus continuas oleadas hacia los adentros. Grandes pares de banderillas de Iván García y una laboriosa brega de Juan Contreras solventaron el difícil segundo tercio planteado por las abantas condiciones de la res. Y aquí surgió la poderosa figura de Daniel Luque, que supo encelar, para, templar y conducir la huidiza embestida, hasta plasmar series de exquisita torería, plenas de técnica, mando y sabor. Pues, amén de mansedumbre, el de Garcigrande llevaba dentro también altas dosis de nobleza y humillación. Felizmente aprovechadas por el sevillano, que dibujó muletazos desbordados de relajo y estética. Con una estocada y un certero golpe de verduguillo abrochó tan lucida labor.

Recibió a su segundo oponente con el garbo de mecidas verónicas, cuya máxima expresión artística la plasmó con las que lo llevó a la cabalgadura, perfumadas de hondura y temple. Y un quite por la misma suerte remataba de majeza su inspirado capítulo capotero. Y en el de muleta las cotas expresivas se mantuvieron en alza, con un pulcro toreo al natural, en el que hubo de solventar coladas puntuales de la res. Pronto ésta perdería el brío inicial en sus acometidas, a pesar de lo cual siguió alto el tono artístico de un trasteo que culminó con sus peculiares lopesinas, para poner grandioso colofón a su labor. Una estocada algo trasera y desprendida fue digno preámbulo de la concesión del doble trofeo.

Se gustó con la capa David Galván al recibir cinqueño, próximo a cumplir los seis años y de justa presentación, que hizo tercero. Tras el breve encuentro con el caballo del burel, el diestro de la Isla plasmó un variado quite de chicuelinas y gaoneras, resueltas con airosa revolera. Brindó al público David Galván y se estiró por bajo en plástico y resolutivo inicio de faena, para de inmediato dar paso al toreo en redondo, donde se comprobó la presteza con que el toro se revolvía tras los pases y un genio que generaba cierta incertidumbre. El joven isleño expuso firmeza y capacidad lidiadora para solventar dificultades y hasta conseguir momentos de brillo cuando lo pasaba al natural, Un arrimón postrero con circulares y circulares invertidos entre los pitones terminaron por concluir la rotundidad lidiadora y victoriosa del diestro sobre las exigencias planteadas por su oponente. Una estocad y un golpe de descabello constituyeron salvoconducto para la obtención del trofeo.

Tras un lucido saludo capotero al colorado que cerraba plaza, lo condujo con suavidad al caballo, donde éste tomó la consabida única vara, el torero de San Fernando asió la pañosa para conducir con mando la rebrincada embestida de su enemigo. Planteada la faena en los medios, los derechazos se sucedían hondos y largos en series redondas, que tomaron continuidad en su bello toreo al natural. Aunque el toro carecía de humillación y viveza en su embestida, el nivel del trasteo fue alto, con un David Galván siempre firme, hierático y pulcro. Una estocada tendida puso fin a su enemigo y al festejo.

Ficha

Se lidiaron seis ejemplares de Garcigrande, desiguales de presentación, nobles y, salvo el primero, faltos de casta y poder.

Enrique Ponce, de lila y oro. Oreja y dos orejas tras aviso.

Daniel Luque, de nazareno y oro. Oreja y dos orejas.

David Galván, de azul y oro. Oreja y dos orejas dos orejas.

Plaza de toros de El Puerto. Algo más de un cuarto de aforo.

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