El Puerto
Trece años del hundimiento de 'El Vaporcito', el cadáver marino a orillas del Guadalete
El 30 de agosto de 2011 la embarcación Adriano III chocó con una escollera y firmó su sentencia de muerte
Trece años de intentos de devolverlo al mar, rehabilitación o traslado que no han llegado a nada
Así se encuentra el Vaporcito: en este lamentable aspecto
¿Por qué no se retira el Vaporcito del Paseo Fluvial por el Guadalete?
El 30 de agosto en El Puerto y Cádiz es la efeméride de una muerte, del fallecimiento de parte del alma de la Bahía de Cádiz. Ese mismo día, a las 17:00 partiría desde El Puerto de Santa María la motonave Adriano III, más conocida por todos como 'El Vaporcito', por última vez. La mar estaba en calma, se gozaba de una tarde de verano de las de siempre, buena temperatura, sol y una tímida brisa que hacía que uno disfrutara del breve trayecto por mar, nada auguraba el desastre. Lo que no sabía la embarcación es que no volvería hasta el 28 de noviembre, 90 días después.
El origen de la embarcación, más concretamente del Adriano I, hermano mayor del actual, se localiza en la ría de Ferrol en 1927. Ahí operó durante tres años ofreciendo rutas turísticas. Llegó a la provincia un par de años después y se quedó hasta morir. Del primero explotó una caldera y pasó al olvido, el segundo fue jubilado por no cumplir la normativa de seguridad. Tal importancia tenían estas tres naves que en 2001, la Junta de Andalucía lo declaró Bien de Interés Cultural (BIC) porque «su recorrido posee no sólo una dimensión material, de puesta en contacto, mediante el trasvase de población entre dos localidades, sino una dimensión simbólica, de reafirmación cotidiana de los límites simbólicos de la Bahía».
Alrededor de las 17:50 horas del 30 de agosto de 2011, 'El Vaporcito' colisionó con una escollera de Punta Soto, consiguió llegar al muelle a tres nudos un recorrido de casi 1,5 km hasta el muelle Reina Victoria de la dársena de Cádiz, desalojó a la tripulación y acabó por hundirse. Fue causado por un error humano. El 27 de septiembre, tras 28 días hundido, fue reflotado por la empresa armadora y trasladado al Dique Nº3 de los astilleros de Navantia en San Fernando. Al poco tiempo fue trasladado al varadero del Guadalete, como se ha dicho antes, 90 días después de que saliera por última vez.
Desde entonces, el barco ha sido un sinvivir de falsas promesas, de ilusiones perdidas y de brindis al sol. Poco después de la vuelta de la embarcación al varadero, el portavoz de los nuevos socios de la propiedad compareció en rueda de prensa junto al alcalde para comunicar que la embarcación sería sometida a las primeras pruebas de navegación en febrero de 2012, y que el 12 de marzo, coincidiendo con el Bicentenario de la Pepa, haría su primer viaje de El Puerto a Cádiz volviendo a la normalidad, sin embargo, a la vista está no se pudo llevar a cabo. En el primer aniversario del hundimiento, el nuevo propietario anunció que el Vaporcito volvería a navegar en la primavera del año 2013. La segunda promesa incumplida.
En el año 2014, la instalaciones del Varadero Guadalete, en el número 7 de la Avenida de la Bajamar, fueron derribadas desapareciendo los edificios que albergaban la empresa, quedando tan solo el cerramiento de las instalaciones. Quedando dentro del recinto los decrépitos restos de la embarcación.
En 2020 el insigne Adriano III pasó a pertenecer a la Asociación Cultural El Vaporcito, tras el anterior propietario desechar toda empresa de volverlo a surcar las aguas. Esta asociación sin ánimo de lucro se propuso la tarea deseada por muchos de restaurarlo. El nuevo capítulo de la nave venía anunciado en mayo de 2020, en plena pandemia, como un pellizco de fe que acabó siendo una nonada de esperanza. Esta iniciativa anhelaba convertir la motonave en un museo en dique seco en ese varadero, todo mediante una financiación de colaboración público-privada. Cosa que no llegó a buen puerto, la entidad acabó por claudicar ante la incapacidad de poder llevarlo a cabo.
En la actualidad
En la actualidad el barco se encuentra donde se dejó en su momento, 13 años al aire libre a merced de las asperezas del tiempo, en las que el sol, sin pudor alguno, ha ido encarroñando paulatinamente la embarcación; la lluvia ha ido hinchando, agrietando y corrompiendo la madera; y el viento ha ido lentamente agitando al Adriano III hasta que que temblaran todas sus tablas.
Los grafitis marcan heridas de muerte, al igual que marcan los bocados de los buitres en los torsos de los cadáveres tiesos que se encuentran en su camino. Una de esas pintadas asoma en uno de los cristales de la proa, una cara triste muy nimia, una bagatela que adorna los escombros como una flecha entre ceja y ceja adorna el cuerpo de un guerrero ensartado en una quincena de ellas.
La última parte en colapsar fue la popa, se vino abajo dejando tablas, astillas y tornillos pútridos sobre el fango del antiguo varadero. Las mareas en sus días de subida va arrastrando los restos que puede. Ni las gaviotas se acercan ya a rebañar basura.
«Da asco verlo, para tenerlo así mejor tirarlo, esto hace más daño que honor», comenta un anciano que paseaba por los renovados puentes del nuevo paseo fluvial. «Si lo rozas se derrumba, está para tirar, es una pena porque es nuestra historia pero esto ya está muy feo», comenta un hombre que estaba pescando deportivamente por la zona.
Este barco, o más bien montaña de cascotes de gran valor sentimental, se encuentra en un desagradable contraste con la gran obra de este mandato municipal de Germán Beardo, el nuevo Paseo Fluvial. Este proyecto pretende devolver la identidad a la Ribera del Guadalete, utilizando las claves del proyecto de paisaje contemporáneo para convertirlo en dinamizador de la actividad cultural y económica de El Puerto. Una obra que mezcla los valores históricos, la memoria del agua en la ciudad y su actualidad, poniendo en valor su pasado y su futuro. Entre toda esa obra, queda el último resquicio de esa memoria marina siendo carcomido por la mugre y el tiempo.
A principios de año, Germán Beardo, anunció que el Adriano III, propiedad por entonces de la Asociación Cultural El Vaporcito, iba a ser cedida a la empresa municipal Impulsa El Puerto para que se encargara de la retirada. Una vez a buen recaudo en otro emplazamiento la empresa abordaría con carpinteros de ribera la manera de salvar lo que queda de la nave, de modo que con lo que se pueda recuperar se pueda crear una recreación tridimensional que aloje un centro de interpretación del Vapor. Desde enero no hay cambios en la situación y la nave sigue a orillas del Guadalete siendo carcomida por el tiempo.
Un barco gafado
En 2022, se inauguró en la Avenida de la Bajamar un busto a su emblemático patrón, José Fernández Sanjuán, conocido popularmente como 'Pepe el del Vapor'. A los seis meses de la inauguración de la escultura, fue robada con fuerza usando un soplete. Afortunadamente, al poco tiempo apareció cerca de una acequia en el parque acuático Aqualand. A la vista está que el barco y lo que le rodea no dan para disgustos.
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