Toros
La terna a hombros en triunfal novillada en El Puerto
Se lidiaron seis novillos de Núñez del Cuvillo, bien presentados, bravos y nobles
El Mentidero: El futbolista Nacho Fernández, el guitarrista Vicente Amigo o el chef José Andrés, entre el público de la Plaza de Toros de El Puerto
Tras la austera, parsimoniosa y circunspecta solemnidad del paseíllo, en el que se cuida hasta el mínimo detalle en esta centenaria plaza, la arena quedó expedita para que saltara al ruedo el primer novillo de la tarde. Y lo hizo «Laborioso», un castaño de 470 kilos que correteó suelto en sus primeras acometidas hasta que fue recogido a la verónica, con extrema suavidad, por el cordobés Manuel Román. Empujó el novillo en el caballo donde recibió una certera vara por el picador Diego Pajito, en todo lo alto y con rauda precisión. Manuel Román dibujó después un despacioso quite por chicuelinas, abrochadas con una airosa larga. El utrero de Núñez del Cuvillo evidenciaba durante su lidia suma nobleza en su embestida, aunque de tracción algo mermada por su también palpable falta de fuerzas. Muleta en mano, se advirtió que el fuerte viento del sur que azotaba EL Puerto molestaba sobremanera el trazo y el cite de la franela. A pesar de ello, Román supo aprovechar la extrema bondad del animal para templar su entregada acometida y gustarse en determinados pasajes del toreo al natural. Tras despenar a su enemigo de una certera estocada los tendidos se tornaron de una albura aleteante del flamear de pañuelos y le fue concedida la primera oreja de la tarde.
De hinojos, frente a esa boca sombras, ese umbral de incertidumbres que es la puerta de chiqueros, Gonzalo Capdevilla esperó la salida de su enemigo, al que cambió el viaje con luminosa larga cambiada y al que, ya en posición erguida, veroniqueó con gusto y valentía en terrenos comprometidos. Se dejó pegar el colorado ejemplar en su encuentro con la cabalgadura y dejó entrever extrema boyantía en su comportamiento durante el transcurrir de los tercios. Asida la franela, el local Capdevilla brindó la muerte del novillo a sus paisanos portuenses y recibió a su oponente de rodillas, en eléctrico inicio de faena. Ésta se desarrolló en intentos continuados de ligar los muletazos en unas series que alcanzaron mayor enjundia en el toreo al natural, por donde el novillo mostraba mayor largura y suavidad. Unos circulares invertidos en terrenos de cercanías constituyeron lucido preámbulo de una estocada de efecto fulminante aunque algo desprendida en su colocación.
Saltó en tercer lugar «Postinero», colorado de 475 kilos, al que templó con extrema suavidad Marcos Pérez en bello ramillete de verónicas, en las que quedó claro la fina interpretación del toreo que posee este joven novillero salmantino de dieciséis años. Después quitó por chicuelinas y abrochó la serie con una sentida media verónica. El animal, como los precedentes, derrochaba nobleza y pronto acometer a los cites, cualidades que Marcos Pérez supo aporovechar cuando tomó la muleta, con la que trazaba naturales con remate tras la cadera o derechazos con largura y expresión. Una tanda de redondos ligados, adrezados con molinete y pases de pecho, hizo sonar la música y provocó el aplauso unánime del respetable. Ejerció mando sobre su enemigo y recursos para que el viento no le molestara en demasía, en sorprendente capacidad de técnica lidiadora.
Con el novillo totalmente dominado, se gustó en cercanías con cites entre los pitones en preclaro alarde de valentía, torería y capacidad. Dejó media estocada con la que acabó con el novillo y tras la que se le concedió una oreja, aunque el público solicitara con vehamencia el premio de una segunda.
Acometió con largura y humillación el cuarto de la tarde cuando Manuel Román le presentó el capote para recibirlo y lo dejó en jurisdicción del caballo en el que empujó con cierta bravura. El novillero cordobés, también de dieciséis años, encontró momentos lucidos en el último tercio en un trasteo en el que destacaron cadenciosos pases en redondo, plenos de temple y armonía. Más le molestó el viento en el intento de toreo al natural, por lo que las últimas tandas retornaron a la mano diestra, con la que abrochó la faena antes de tomar una estocada entera y algo contraria, que necesitaría el uso del descabello.
También recibió al quinto en la puerta de chiqueros Capdevilla, al que recetó una sucesión de largas cambiadas, en arrebatado, espectacular saludo capotero. Eclosión de ímpetu novilleril que conectó plenamente con los tendidos. Un quite por entregadas gaoneras en los medios cerraron el capítulo de este luminoso repertorio de capa. Novillo bravo y noble, al que el portuense templó con la muleta y lo llevó largo en derechazos desiguales, hasta que su enemigo le levantó los pies en una colada sin consecuencias. Un tanto acelerado en la ejecución de los pases, tardó en encontrar la distancia y el ritmo para que su labor encontrara momentos de enjundia. Manoletinas finales dieron paso a una certera interpretación del volapié.
No pudo estirarse Marcos Pérez a la verónica con el que cerraba plaza, animal que nunca fue entregado en el capote. Alberto Sandoval dignificó la alicaída suerte de varas en una ejecución perfecta del puyazo, tras el que el novillo salió ahormado y presto para el siguiente tercio. En el de muerte, el novillero salmantino comenzó con el clasicismo de hieráticos pases por alto, para dar paso a un toreo fundamental en el que encontró dificultad al pasar a su oponente al natural, por donde éste se colaba con inquietante reiteración. Sí pudo gustarse al torear en redondo, con el que dominó por completo la embestida de la res, en cites cruzados y largo trazo. Metido en cercanías, culminó su labor entre los pitones con un arrimón de pura fragancia novilleril. Un estocada entera puso fin a su labor.
Ficha
Se lidiaron seis novillos de Núñez del Cuvillo, bien presentados, bravos y nobles.
Manuel Román, de caña y azabache. Oreja y oreja tras aviso.
Gonzalo Capdevilla, de tabaco y oro. Nuevo en esta plaza. Oreja y dos orejas.
Marcos Pérez, de celeste y oro. Nuevo en esta plaza. Oreja y oreja.
Plaza de toros de El Puerto. Casi media plaza en tarde en la que el fuerte viento molestó muchos pasajes de la lidia.