EL PUERTO
El portuense del otro lado del telón de acero
Juan Guilloto León fue uno de los militares republicanos más admirados y mitificados por el bloque comunista
El 21 de agosto de 1968, las tropas del Pacto de Varsovia llevaron a cabo la 'Operación Danubio' en Praga. Alexander Dubček, recién elegido Secretario General del Partido Comunista Checoslovaco quiso liberalizar políticamente a su país, soñaba con un «socialismo de rostro humano»; pero Leonid Brézhnev no lo iba a consentir y esa mañana de agosto soltó 170.000 soldados y 4.600 tanques. Acontecimiento clave en la Guerra Fría que contó con un testigo portuense. Espectador de lujo desde un apartamento en el barrio de Malá Strana o Ciudad Nueva, Juan Guilloto León vislumbró las primeras grietas considerables de todo lo que defendió.
Fue 62 años antes cuando, en El Puerto de Santa María, nació Juan Guilloto León, alias 'Modesto', en una casa en la Calle Cruces. Hijo de una familia de trabajadores en las bodegas Osborne, se crió siendo de la clase más humilde. Su primer empleo fue el de aserrador, poco después comenzó a ser embelesado y sucumbió ante las ideas de la Revolución de Octubre en Rusia y acabó afiliándose al Partido Comunista Español en 1930.
La vida le llevó al Marruecos español para ingresar en el Cuerpo de Regulares, donde alcanzó sus primeros conocimientos militares, en el cual estuvo activo unos años. Llegó a ser ascendido al rango de Cabo de Regulares aunque posteriormente sería degradado y expulsado del cuerpo. Ya en la etapa de la Segunda República, el PCE le envió a la Unión Soviética para recibir formación militar en la Academia Militar Frunze del Ejército Rojo, una de las más prestigiosas del país comunista, donde se formó militar e ideológicamente, más aún. Cuando terminó su adiestramiento, volvió a España en 1934 para militar en el MAOC, las llamadas Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas. Milicias paramilitares que, junto a la Falange en la otra trinchera, se dedicaran a formar parte del terror radical de las calles españolas en los años previos al estallido de la Guerra Civil.
Una vez estalló el conflicto, Francisco Largo Caballero disolvió las milicias y los integró directamente en el Ejército Popular Republicano. Fue en ese momento cuando comenzó a figurar como uno de los líderes mejor considerados por el general Vicente Rojo y uno de los más capaces dentro del bando republicano. Se le colocó al mando del V Cuerpo de Ejército y se labró su imagen de militar duro liderando las ofensivas republicanas en Brunete y Belchite. Su cima como militar llegaría más tarde, en el verano del 38 en el Frente de Aragón, alcanzando la jefatura del Ejército del Ebro y dirigió personalmente la ofensiva republicana en la célebre batalla. Uno de los militares españoles más reconocidos en el S. XX, en poco tiempo pasó de comandante de milicias a ser general del Ejército republicano, el único caso ocurrido en la guerra civil española con oficiales salidos del cuadro de milicias.
Una vez se acabó la Guerra Civil, él y otros muchos republicanos optaron por el exilio. Juan, en su caso, volvió a Moscú a la Academia Militar Frunze. Su rango militar fue respetado y conservado en territorio soviético.
Cuando las tropas nazis comenzaron la campaña en Rusia, tanto Modesto como otros comunistas españoles se ofrecieron a Stalin, a lo que el dictador respondió que se guardaran, convencido de que pronto habría una revancha comunista en España que nunca llegó. Sí los llamó tres años después, en 1944, cuando fue llamado a comandar y asesorar a las milicias comunistas búlgaras en la campaña de los Balcanes. Ese sería su último trabajo entre los vientos de las balas, los silbidos de los morteros y el olor a basura quemada y carne podrida.
La figura
Varios historiadores hispanistas británicos han hablado de él en sus escritos. Por un lado Michael Alpert destaca que su figura «resulta sobresaliente». Hugh Thomas habla de una persona «sarcástica y despótica, a veces brutal y raras veces sincera». Siempre tuvo de galán revolucionario y pendenciero mujeriego, tal es así que un dipsomaníaco Ernest Hemingway, henchido de celos después de verle tontear con Martha Gellhorn, le retó a una ruleta rusa. Paul Preston cuenta de este hecho que «después de que hubieran dado amenazadoras vueltas uno alrededor del otro, cada uno con un extremo de un pañuelo entre los dientes, fueron separados sin miramientos y se pidió a Hemingway que se marchara». Otra de sus características fue su tenso carácter, que le hizo tener broncas y relaciones distantes con personajes como Dolores Ibárruri, Enrique Líster o Valentín González. Con el que no tuvo mala relación fue con Rafael Alberti, paisanos y amigos de juventud; el poeta veía en Modesto un ídolo, el militar partisano que siempre quiso ser, dedicándole varios poemas a finales de los años 30. Tal importancia tenía su figura, que encarnaba en los países del bloque comunista «el mito de un general nacido en el corazón proletario». Fue galardonado en la República Popular de Polonia con uno de las mayores distinciones, la medalla de la Orden de la Cruz de Grunwald de 2ºGrado por su «destacada distinción al comandar una unidad en el campo de batalla, al comandar una unidad partisana»
A los 62 años murió en Praga en el año 1969, en la hermosa y fantasmagórica ciudad checa. Nadie sabe a ciencia cierta que pensó de los hechos del año previo, algunos dicen que se plantó, como un anciano enfurecido, frente a los tanques soviéticos; otros creen que pasó del tema o que incluso sintió desagrado de las propuestas de Dubček. Lo que está claro es que El Puerto guarda en su historia a un personaje cuanto menos particular, un mito para los fanáticos ideológicos, una leyenda de un pasado muy gris oscuro en Europa que tuvo la casualidad de nacer portuense. Siempre hablo de su ciudad de nacimiento como «una de las pequeñas ciudades marineras más bellas de la tierra».