semana santa
La Pasión según José Manuel Cristo: amor a El Puerto y azote a los fariseos del poder
El cofrade portuense mezcla emoción, crítica y poesía en un discurso que exalta la Semana Santa desde el corazón y señala sin miedo las verdades incómodas del mundo cofrade local
El pregonero, José Manuel Cristo Álvarez
El Puerto ya ha encendido el corazón de su Semana Santa. Lo ha hecho desde el alma de un cofrade que no necesitó imposturas para estremecer a un Teatro Municipal abarrotado. José Manuel Cristo Álvarez pronunció este Domingo de Pasión un pregón que quedará en la memoria colectiva: íntimo, pasional, sin miedo a la crítica y con la firmeza de quien ama profundamente esta tierra, sus hermandades y su gente.
Porque si algo caracteriza a la Semana Santa portuense en los últimos años es su apuesta decidida por las voces portuenses. Atrás quedaron los pregoneros de relumbrón pero sin raíz. El Puerto lleva tiempo sabiendo que no hay mejor exaltación que la que sale del alma de los suyos. Y Cristo lo demostró con creces.
Desde que apareció en el escenario, con la cruz de guía de la Humildad y Paciencia como estandarte y la Virgen de los Milagros a su izquierda, todo estuvo envuelto en simbolismo, pasión y muy portuense. Comenzó con una dedicatoria sentida al «capataz eterno», el recordado Sergio Alejo, fallecido en los últimos meses. Una ausencia que se hizo presente en el alma de todos los cofrades.
La Banda de Música Maestro Dueñas interpretó Amarguras, y el teatro rompió en una primera ovación de esas que se sienten más que se escuchan. A partir de ahí, todo fue avanzar por el camino de las emociones, desde la devoción más profunda hasta la crítica más firme.
José Manuel Cristo recorrió cada jornada de la Semana Santa portuense, con un guion que mezclaba vivencias personales, recuerdos familiares y versos cofrades. Desde las palmas del Domingo de Ramos hasta las luces del Domingo de Resurrección, cada hermandad fue nombrada y exaltada, sin olvidar su raíz ni el alma que las sostiene.
Pero no fue un pregón complaciente. Fue, ante todo, un pregón valiente. Cristo no se mordió la lengua. Y puso sobre la mesa lo que muchos piensan y pocos dicen. Señaló con claridad la dejadez institucional en torno a la Capilla de la Aurora, cerrada desde hace más de una década. Lamentó la falta de compromiso del Ayuntamiento y no tuvo reparos en cuestionar la actitud del Consejo Local de Hermandades, al que acusó de «mansedumbre» y de «complacencia por una limosna en forma de subvención».
Más que la mano, no se distingue dónde empieza uno y termina otro, pasajes duros del discurso, reivindicando una Semana Santa independiente, fuerte y sin ataduras, pero verdades como puños.
No faltaron momentos de enorme emotividad. Como cuando recordó a su padre, o cuando se dirigió a su nieto con palabras de futuro y esperanza. Habló también del Desconsuelo, su Virgen, su «gran amor», de la Hermandad de la Humildad y Paciencia, su casa. De aquellas primeras vivencias cofrades en el Nazareno, siendo apenas un niño. Y de esos años en los que fue costalero, capataz y miembro de Junta de Gobierno. Un bagaje de más de 25 años que desemboca, por fin, en el mayor de los honores: pregonar a su ciudad.
Su trayectoria como orador lo avala: ha exaltado a los costaleros, ha presentado carteles oficiales, ha pronunciado pregones en Jerez y en El Puerto, y hace solo dos años puso voz a su Virgen del Desconsuelo. Solo le faltaba este pregón. Y ya lo ha hecho.
Con su apellido —Cristo— como emblema, se plantó en el atril sin disfrazarse de nadie. Y habló como es. De frente. Con el verbo justo, con la poesía en la garganta y con la verdad por delante. El público se lo agradeció con ovaciones sinceras. Porque cuando se habla con el alma, se nota. Y José Manuel Cristo no necesitó artificios. Solo su pasión. Solo su fe. Solo su verdad.
El Puerto ya tiene pregón. Y es de los que duelen, de los que emocionan, de los que remueven. De los que hacen historia.
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