EL PUERTO
Los negocios que dicen adiós a los portuenses
El paso del tiempo y el cambio de paradigmas comerciales está provocando el cierre de negocios míticos de El Puerto
El mundo, en rasgos generales, está cambiando. El tiempo erosiona todo a su paso, es un vendaval imparable que hace suyo el desgaste del mundo. A veces, este viento viendo coge más velocidad impulsado por factores externos, la digitalización del mundo, la hiperglobalización, los cambios de paradigma culturales o laborales. Esto impulsa a un deterioro del mundo previo ante estos factores, al alma de las ciudades viéndose transformadas o sustituidas por una nueva forma de ver y comprender el mundo. Es algo que se siente inevitable e implacable con aquellos que traten de ponerse de pie frente a ello.
Los comercios de El Puerto de Santa María son parte de ese espíritu herido de muerte, mercerías, ferreterías, ultramarinos… Negocios que bien, han perdido su hueco en el mercado y por tanto su rentabilidad; o directamente no tienen un legatario para delegar ese negocio, bien por falta de él o bien porque han decidido ir por otra vía laboral. La cosa es que los negocios de toda la vida están muriendo, y muchos están en sus últimos estertores. A la vista está ese ambiente lánguido, ese ocaso vital en muchas calles, decenas de negocios cerrados, con pósters de publicidad en sus escaparates que generan una oscuridad perpetua en estos negocios.
Recientemente la ciudad recibió una pena horrible, muy dolorosa para muchos vecinos. El cierre de Las Novedades fue un jarro de agua fría, un golpe de realidad que daba a entender el fin de un momento de la ciudad y por consiguiente la gran posibilidad del cierre de otros tantos. El local, también conocido como Luis Pérez Grant, tuvo que cerrar sus puertas tras 142 años de solera portuense. La falta de ventas del negocio y una pandemia de por medio hirieron fatalmente a la tienda que parecía eterna en el paisaje portuense. Ahí siguen sus restos, como una vieja reliquia que ya no sirve pero nadie quiere quitar de ahí, porque guarda algo de la gente. Su toldo lleva demasiado sin recogerse, acumula el polvo del olvido pero sigue luciendo con orgullo el «Desde 1880».
Las ropas de El Puerto también han sufrido su correspondiente golpe. Ya cerró hace un tiempo la veterana Boutique Palacios 46, la tienda multimarca acabó cayendo debido a las dificultades que sufren los autónomos en este país. También está Venus Modas, que con gran amarillo cartel que luce «Liquidación por jubilación», luce una crónica de un fin de otro negocio con muy pocos interesados en llevarlos a cuestas. O Modas El Formidable, otra de esas tiendas con un pedacito de algunos portuenses, con las persianas metálicas echadas y un tímido y triste «Liquidación por cierre» en el centro de las ventanas.
Otro duro ejemplo de desaparición de un negocio está en el Bar El Brillante. El bar tenía el título de ser uno de los más longevos de la ciudad, datando de 1909 su inauguración. La propiedad no pudo afrontar la pandemia, así que decidieron jubilarse ellos y el local. En la actualidad, frente a la plaza de abastos, se encuentran ahí sus restos, en la oscuridad de una puerta cerrada a cal y canto. Dentro, sus lustrosos azulejos no han vuelto a brillar, ni tienen la intención de volver a hacerlo.
Los que se quedan
Ultramarinos La Diana es oficialmente el negocio más antiguo de El Puerto. Fundado en 1804, datando de antes de incluso la Invasión Napoleónica en España, está situado en la esquina de las calles Palacios y San Bartolomé, donde inició sus andaduras como despacho de vinos. La Diana a pesar de su antigüedad sigue atendiendo a una clientela fiel que acude en busca de productos de calidad y un trato personalizado, pero el tiempo acecha al igual que a todos. Dentro aún se puede ver los retazos de una historia de El Puerto de Santa María e incluso de España, aún se ven signos de unas gentes que se hicieron a sí mismas. Como curiosidad, en la finca de grandes dimensiones en la que está situado el negocio, residió durante una breve temporada Washington Irving, autor de 'Cuentos de la Alhambra' o 'La leyenda de Sleepy Hollow' y embajador estadounidense en España.
Por otro lado aún quedan bares de enorme trayectoria. Fundado en 1927, el bar Vicente (Los Pepes) es una muestra de los establecimientos clásicos de El Puerto. Con una imagen tradicional, mañanas de gran afluencia y enormes desayunos, el bar sigue siendo parte del alma sintiente y activa de El Puerto. El local conserva la imagen de los bares tradicionales de la primera mitad del siglo XX, con sus paredes llenas de reproducciones en pintura de carteles comerciales de la época de su fundación. También está el caso del Bar Apolo, que tras mucha reforma y modernización no hay que olvidar de que nació en 1826. O el ambiente, aroma y aura tan portuense que es las Bodegas Obregón, desde 1935 pero el despacho actual en Calle Zarza data de 1947. Local de esos encanto propio de la tierra, donde se disfruta de la tapa, del vino, del ambiente y de una decoración que es un viaje en el tiempo.