El Puerto

La Casa Roque Aguado, una joya del Polvorista que volverá a brillar en El Puerto

El Ayuntamiento de El Puerto de Santa María impulsó una partida de 6,2 millones para el Plan de Rehabilitación, de los cuales más de la mitad irán para la casa palacio de la Plaza del Polvorista

Casa de Roque Aguado J.Z

Juan Zaldivar

El Puerto

A mediados de noviembre, en un pleno extraordinario, el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María impulsó una partida de 6,2 millones de euros para el Plan de Rehabilitación y Repoblación del Centro. Más de la mitad de ese dinero irá para un pedacito de historia de El Puerto ajado, abandonado y desheredado vilmente por los años. Un montante de 3,5 millones de euros se destinará a la compra y rehabilitación de la Casa Roque Aguado en el barrio de Pescadería.

Este proyecto tiene como objetivo finalizar el proceso iniciado en 2006, con la expropiación de terrenos para crear una plaza que permita la construcción de un puente de tráfico rodado que una ambas márgenes del río Guadalete. Con esta inversión, Suvipuerto avanzará en el derribo de los bloques que dan fachada a Micaela Aramburu, completando el trabajo realizado con la Cofradía de Pescadores en 2011 y las permutas de viviendas en calles Maestro Domingo Veneroni y Compositor Javier Caballero.

La conocida popularmente como Casa de Roque Aguado delimita uno de los laterales de la Plaza del Polvorista, ordenando junto a la de Juan de Vizarrón todo el frente sureste de la citada plaza. Esta casa debió construirse sobre una ya existente por cuanto en la documentación gráfica está datada en el primer tercio del siglo XVIII. Sin embargo, la primera noticia que aparece en Actas Capitulares referente a Gaspar Aguado es del año 1784, cuando pretende ser aceptado como vecino en la ciudad, donde se construía una casa a cuyas espaldas quería fabricar un muelle que le facilitara el embarque y descarga de las mercancías con las que comerciaba y la vigilancia de los barcos que entraban en el Guadalete. Esta casa ha llegado hasta el día de hoy con el nombre del padre de Gaspar, Roque Aguado, pero en realidad la mandó construir su hijo, nunca fue propiedad de Roque.

El modelo de casa diseñado presenta la disposición propia de las casas palacio de los comerciantes de América en la época dorada de la ciudad: tres plantas organizadas en torno a un patio. No obstante, es la propia disposición del patio la que lo muestra como un edificio particular dentro de su especie: es bastante sobrio, asentado sobre pilares, en vez de columnas, y presenta más funciones de antesala que de patio interior.

La fachada de tres cuerpos, separada por cornisas y rematada por antepecho con remates piramidales, queda articulada por el eje formado por el vano de entrada, adintelado en cuya clave figuraba en el pasado el escudo de Gaspar Aguado, y el balcón que existe sobre él, que probablemente también tuviera algún tipo de decoración, pero se encuentra abandonado y destartalado. En suma, la fachada es de extrema sobriedad, únicamente rota por las barrocas molduras mixtilíneas que enmarcan los balcones de la planta principal.

Tras la caída en desgracia de aquella época portuense comercial con la España de América, la casa salió de esa órbita de lujos y lustre y enjundia de clase alta. Se perdió el rastro de la familia dueña de la gran casa palacio y se dedicó a ser edificio de viviendas donde vivían decenas de familias, hasta que paulatinamente se fue vaciando quedando en el estado paupérrimo en el que la vemos hoy. La Junta de Gobierno Local, el 10 de enero de 2008, acordó conceder licencia urbanística «de eficacia diferida», a un proyecto de rehabilitación del inmueble. El proyecto contemplaba la construcción de hasta 14 viviendas, así como locales comerciales. La crisis de 2008 mandó al traste el proyecto y comenzó a fallecer hasta acabar en el estado vilipendio temporal y desamparo vital en el que está.

En la actualidad el edificio es una ruina viviente. Del Café Bar Playa El Rempujo, que ejercía su actividad en la planta baja, solo quedan los agujeros en la fachada de los que colgaba el toldo; de las viviendas apenas quedan unos cristales rotos y unas puertas y ventanas desvencijadas que respiran una tristeza monumental en su imagen. Los balcones amenazan con precipitarse fatalmente sobre la cabeza de cualquier viandante despistado. La puerta principal se encuentra sin pomo, astillada y llena de pintadas, símbolo de que ya nadie tiene la necesidad de abrirla. La parte de atrás se muestra incluso más ruinosa, lo que antaño era la bodega ahora es un amasijo de ladrillos grafitteados, carcomidos y amarillentos. Se puede ver su interior un trastero que hace las de vertedero herrumbroso de una chatarra que nadie quiso reclamar para sí mismo.

Ahora, por fin, parece que el edificio podrá relucir, podrá volver a respirar y podrá encontrar solución a su fatal abandono. El futuro depara una ardua tarea que se consiguió finiquitar en intentos previos, solo queda probar fortuna.

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