patrimonio histórico
Las Aguas de El Puerto, el laberinto millonario del Siglo XVIII
La caja de Aguas de la ciudad es la punta del iceberg de un sistema muy representativo de los años dorados de la Ciudad de los Cien Palacios
El patrimonio histórico de El Puerto oculta en su haber historias, elementos y construcciones que hablan del funcionamiento de la urbe. Uno de esos grandes ejemplos se encuentra en el Parque de la Victoria. En la entrada que se encuentran en la esquina que forman la Avenida de la Estación y la Avenida Fray Bernal Boyl se encuentra un pequeño edificio que para los menos puestos en el tema les puede parecer parte de la diminuta Ermita de los Caminantes– llamada así por ser punto de referencia para los peregrinos que hacen el camino del Rocío–, pero en cambio se trata del centro de la gran infraestructura de alcantarillado, de valor millonario, de El Puerto, su gran Caja de Aguas. Parte indispensable para entender la historia de la ciudad.
Allá por el Siglo XVIII, El Puerto contaba con más de 70 fuentes públicas y particulares que se surtían del agua procedente de los manantiales de La Piedad, sitio también llamado antiguamente de Sigüenza, al pie de la Sierra de San Cristóbal. Mediante un acueducto subterráneo de mampostería con seis arcas de agua en su recorrido que servían para limpiar, ventilar y controlar la presión del caudal, llegaba a la caja de agua final, la del Parque de la Victoria. El centro y base central de las necesidades de los portuenses de antaño.
El acueducto recorría una distancia estimada de poco más de cuatro kilómetros, hasta que llegaba a ese depósito desde donde, a partir de ahí, se distribuía a las fuentes en dos cañerías diferentes y paralelas para que nunca faltase el agua. La empresa de su construcción no fue sencilla, un primer intento fallido de conducción de aguas en el siglo XVII obligó a la ciudad a construir esta compleja e intrincada red, construida entre 1727 y 1736. ¿El artífice de tamaña obra? Tomás de Idiaquez, capitán general de la Bética. Se estima que pudo costar alrededor de un millón de reales, es decir, aproximadamente cinco millones de euros.
Esto, a su vez, era esencial para que el agua pudiera llegar a una de las principales, sino la principal, fuente de El Puerto, la de Las Galeras. Fuente que dedicó gran parte de sus esfuerzos al abastecimiento a las Flotas de Indias, eran el sustento que hidrataba a las portentosas galeras españolas. La famosa impulsada por el primer Borbón, Felipe V, habla de la presencia del poder del rey en una zona en la que él disfrutó viviendo, y que ya llevaba más de dos siglos en expansión por el pujante comercio con las provincias de Ultramar.
El descubrimiento de América, convirtió a muchas ciudades de la zona occidental de Andalucía, con Sevilla a la cabeza, en el centro del comercio europeo con las indias, El Puerto —entonces en manos del señorío de los Duques de Medinaceli— estaba entre ellas con un protagonismo particular. Inevitablemente se convirtió en una ciudad próspera y por consiguiente llegó una expansión demográfica que le trajo serios problemas de abastecimiento de agua y llevó a las obras que vemos hoy como patrimonio olvidado.
Aguas en la provincia
Si hay una Caja de Aguas destacada en la provincia, esa es la de Puerto Real, que data de 1.780 y fue construida por el Antonio Ruiz Florindo. Erigida en los Jardines del Porvenir, por entonces era uno de los accesos a la Villa. Este acueducto servía como cabecera de la conducción de aguas a la Villa desde Malasnoches (Fuente de la Higuera) y se trata de la antigua fuente del municipio, la cual tenía como función distribuir el agua al resto de fuentes de la población. Si hay algo destacable fuera de la gran infraestructura que coronaba, era su decoración, que se localiza en la cubierta exterior del edificio, con hornacinas abuhardilladas que tienen en su interior azulejos trianeros con iconografía de los que a fines del siglo XVIII eran santos patronos de Puerto Real: san Roque, san Sebastián y la virgen del Rosario, todavía hoy conservada.