Tribunales
Los chivatazos que fueron claves para resolver el triple crimen de Dos Hermanas
El que fuera jefe del Grupo de Homicidios en 2017 declara en el juicio que la Policía trabajó sobre la hipótesis de que las víctimas estaban vivas y retenidas por un ajuste de cuentas
El jefe del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional en 2017 ha prestado declaración este martes en el juicio por el triple crimen de Dos Hermanas. El inspector jefe ha reconocido que la colaboración de uno de los acusados, David R. H., y la llamada anónima que recibió la madre de Sandra Capitán y abuela de Lucía indicándoles que las víctimas estaban en la barriada Ibarburu fueron claves para el desarrollo de las investigaciones. Esos chivatazos sirvieron para poner en el objetivo de la Policía al principal acusado, Ricardo G. H., alias el Pollino, y que el asunto se tratara como un ajuste de cuentas por una cuestión de droga.
El grupo de Homicidios se hizo cargo de la investigación de la desaparición de las tres víctimas «el mismo día que se puso la denuncia -el 18 de septiembre de 2017-. Y le dimos prioridad por la alarma que mostraba el contenido», ha señalado el agente. Dos días después les llegó la primera pista sólida, cuando compareció en sede policial un amigo de Yilmaz Giraz, asegurando que la hija de este traficante turco había recibido una llamada en la que alguien le informaba de que a su padre lo habían matado.
En ese momento, la Policía se centró en la hipótesis de que Yilmaz, su mujer Sandra y su hija Lucía «habían sido secuestrados». Los agentes siempre creyeron que las víctimas estaban vivas y por eso una de las primeras averiguaciones que hicieron en el Cerro Blanco , fue el seguimiento de las viviendas que controlaba El Pollino y su clan. «Miramos en cuál de ellas había movimiento, de gente entrando y saliendo, porque mantener retenidas a unas personas requiere de cierta infraestructura».
Los investigadores decidieron, además, pincharle los teléfonos a la familia Capitán y al amigo de Yilmaz Giraz. «Queríamos estar al corriente por si los secuestradores se ponían en contacto con ellos. No es raro que la familia no aporte esa información por miedo a que les pase algo a los suyos». A través de esa vía les llegó otra de las pistas determinantes. La llamada anónima que recibió el 23 de septiembre la abuela de Lucía. El informante le decía que la madre y la hija estaban en la barriada Ibarburu y que las tenía un tipo apodado El Pollino.
El siguiente indicio que les llevó al hallazgo de los cadávere s y a tener que descartar la investigación por desaparición para reconducirla al esclarecimiento de un triple crimen fue los testimonios de los dos testigos protegidos, que ya han prestado declaración en el juicio, que apuntaban a una conversación en la que David R. H., alias El Tapita, les contaba que había sido contratado por el Pollino para dar un susto a un tipo pero que se había echado para atrás cuando vio que había una mujer y una niña implicadas. Una información que confirmó el ahora acusado cuando fue interrogado por la Policía.
El funcionario policial ha descrito el trabajo difícil que supuso abrir la fosa y que se prolongó durante más de un día, necesitando de la ayuda de la UME y de los bomberos
El jefe de Homicidios ha negado que llegaran a un acuerdo con el Tapita para que señalara al clan del Pollino. La Fiscalía también pide para él prisión permanente revisable .
Cuando el 30 de septiembre se realizaron los registros domiciliarios en Cerro Blanco, la Policía ya tenía información de que en el 168 había una especie de zulo. «David nos había contado que había ido un momento al servicio y que había visto un agujero muy profundo». La Policía tenía conocimiento, además, por una investigación de 2013 en la que se registró esa vivienda, que «había allí una especie de pozo». Hasta el último momento, los agentes pensaron que las víctimas podían estar allí retenidas, «que podría haber una especie de trampilla por la que acceder al pozo».
El «búnker» del número 168
El testigo ha descrito las complicaciones que encontraron los agentes para entrar en el número 168 y abrir la fosa donde habían sido lanzados los cuerpos. «La casa era un búnker. La puerta tenía ocho o nueve cerrojos. Para entrar tuvimos que arrancar las rejas de una ventana porque no pudimos tirar la puerta». Dentro, los agentes se encontraron con una estancia completamente vacía. Pero a los policías no se les pasó por alto un detalle del baño, donde algunas informaciones señalaban que debía haber un pozo . «Las llagas de seis azulejos estaban blancas, como nuevas, y no negras como el resto. El pegamento para unir los azulejos estaba dispuesto de una forma distinta al resto». Fue entonces cuando se iniciaron los trabajos de apertura de la fosa, que no concluyeron hasta pasadas las cinco de la mañana del día 2 de octubre, cuando los bomberos izaron el tercer cuerpo, el de la niña Lucía. A estas tareas, en las que hubo momentos que los especialistas no conseguían avanzar más de 10 centímetros a la hora «porque el hormigón estaba muy compactado», se sumaron efectivos de la UME y finalmente de los bomberos de Dos Hermanas.
Uno de los letrados le ha preguntado al jefe de Policía si en algún momento coaccionaron al Pollino para que se inculpara en los crímenes. Hay que recordar que ésa ha sido la defensa que ha esgrimido en el juicio, sosteniendo que la confesión se produjo bajo presiones y para salvar a su mujer y a su padre. Sin embargo, el presidente del tribunal no le ha dejado responder, dando a entender con su negativa que no se cree la versión del principal acusado . «No va a preguntar por algo que cuenta ahora por primera vez, después de tres años, y sin que conste denuncia».
La investigación policial se completó con el estudio del posicionamiento de los teléfonos móviles de las víctimas y los acusados. Todos ellos estuvieron apagados entre las 1.15 y la 1.30 horas del da 16, cuando las acusaciones sostienen que fueron trasladados Yilmaz, Sandra y Lucía desde su casa a Cerro Blanco. En la investigación de los móviles, los agentes detectaron que a la 1.30 horas los teléfonos de Sandra y El Pollino estaban en la misma zona de Dos Hermanas.
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