Reportaje

El Cerro Blanco, donde la marginalidad acabó sepultando viva a una niña

ABC regresa tres años después al escenario de uno de los peores crímenes de la crónica local que ahora se juzga

El estado de deterioro que presenta muchos inmuebles de la barriada nazarena Manuel Gómez

Silvia Tubio

En el número 168 de la calle Cerro Blanco aún es visible el precinto policial en la puerta de hierro que sirvió antaño para asegurar un punto de venta de droga . Ya han transcurrido más de tres años del macabro hallazgo y la casa de una sola planta está cerrada a cal y canto. Las dos ventanas están cegadas por cemento y la caja donde estaba la llave que conectaba con la red de abastecimiento de agua está vacía, como si alguien hubiera arrancado cualquier elemento que permitiera habitar de nuevo esa vivienda. Es un inmueble maldito, que no será ocupado ni para los trapicheos de droga. Algo que suele ocurrir en los barrios conflictivos donde los clanes rivalizan por hacerse con el control del mayor número de inmuebles y extender así su negocio.

Pero el último propietario del número 168 se sienta estos días en el banquillo de la Audiencia Provincial acusado de ser el autor material de un triple crimen . En el barrio está sentenciado porque violó un límite inexcusable incluso para los peores delincuentes como fue asesinar presuntamente a una niña de seis años. La pequeña Lucía fue sepultada aún viva –así lo demostró la autopsia– junto a su madre Sandra Capitán, que estaba embarazada y la pareja sentimental de ésta, un narcotraficante turco al que la Audiencia Nacional y los cuerpos policiales llevaban décadas investigando.

La muerte de esa niña fue la peor metáfora de hasta donde puede pudrir la marginalidad . ABC ha regresado tres años después a las calles de esta barriada de Dos Hermanas que fue escenario del peor crimen que recuerdan los más veteranos de la crónica negra local.

Varias familias han colocado piscinas de plástico en la acera Manuel Gómez

El ambiente no invita al optimismo. Los aguadores que vigilan las entradas de las viviendas usadas como punto de venta de droga dan la bienvenida a todo aquel que accede a la parte más deteriorada de la calle Cerro Blanco y a las dos vías paralelas que discurren por el interior de la barriada: Azofairón y Manzanilla . «Esa zona ha sido uno de los supermercados de heroína más importante del país», asegura un agente experimentado en la lucha contra la droga. No en vano, el supuesto autor material de los asesinatos, Ricardo García, alias el Pollino, tenía contacto directo con las organizaciones internacionales turcas que suministran heroína en todo el mundo. Su clan, el de los Cabos, llevaba siendo investigado desde finales de los 90 y en 2013 la Policía Nacional comprobó que había llegado a una alianza con otra familia del barrio, la del Laillo, para repartirse el control de la calle principal que le da nombre a toda una zona y la barriada Ibarburu que linda por la zona oeste.

«Hay muchos que no entienden cómo no fueron expulsados del barrio después de lo ocurrido. Y otros que siguen defendiendo que no han podido ser ellos, que tuvo que ser gente de fuera capaz de hacer una cosa así». Francisco Bustamante es el párroco desde hace cinco años de la iglesia Divino Salvador , situada en la misma calle Cerro Blanco. De la madrugada del 1 de octubre de 2017 recuerda los golpes que se escuchaban en la casa que entonces habitaba y que da a la parte de atrás del número 168. La Policía había tenido que recurrir a la Unidad de Emergencias Militar (UME) para abrir la fosa localizada en el cuarto de baño. «Fue una noche terrible porque ya todos sabíamos lo que estaban buscando», señala el padre Francisco.

«Hay muchos que no entienden cómo no fueron expulsados del barrio después de lo ocurrido. Y otros que siguen defendiendo que no han podido ser ellos, que tuvo que ser gente de fuera capaz de hacer una cosa así»

Un mes después de aquello se celebró una misa de desagravio y hubo una pequeña procesión hasta la puerta de la vivienda. «Asistieron muchísimas personas y gente de otras confesiones como la Evangélica o que sabes que nunca pisan la iglesia. Fue impresionante el respeto que allí se respiraba». Este sacerdote ha estado bastante años trabajando en Brasil y recurre a la parte marginal de esa sociedad, representadas en las archiconocidas favelas, para hacer una comparativa que explicaría por qué se ha llegado a este punto de degradación en esta esquina del municipio nazareno. «Allí veías un instinto de supervivencia, de intentar buscarse la vida, de aprovechar las oportunidades haciéndote de taxi, de recadero, de lo que sea con tal de conseguir dinero de manera honrada. Aquí notas un conformismo absoluto . Reciben ayudas públicas y en muchos casos rechazan cualquier alternativa que les ofrezcas para salir hacia delante. Esa actitud favorece que se cronifique este problema».

«Toscano nunca te fallaremos»

En el corazón de la parte más deprimida, en la frontera del barrio Ibarburu y el Cerro Blanco, una pintada significativa copa todo la fachada lateral de una casa en venta. En ella se puede leer: «Toscano nunca te fallaremos». El alcalde de Dos Hermanas que lleva desde los primeros años de la democracia (1983) ejerciendo de primer regidor y que no han conseguido revertir la situación . «Cuando en Cáritas se termina dando de comer al padre, al hijo y al nieto es que no hemos conseguido el objetivo de sacar de la exclusión a esa familia», apunta el padre Francisco como señal de fracaso en el trabajo asistencial.

La pintada con un mensaje al alcalde de Dos Hermanas Manuel Gómez

Una oficina municipal es la encargada de conducir las ayudas que reciben familias del barrio para la alimentación, el pago de suministro, los productos de primera necesidad y a través de acuerdos con distintas entidades acciones para la reorientación laboral. Pero los resultados visibles recuerdan a otras zonas sevillanas donde también se interviene socialmente con pocos éxitos como las Tres Mil Viviendas . Ahora, además, la situación de pobreza se ha agudizado con la crisis del coronavirus, «y se ha tenido que pasar del trabajo de promoción e incentivar a la persona en el que estaba trabajando Cáritas, a la asistencia nuevamente para dar de comer», afirma el párroco del Divino Salvador.

Islas de esperanza

La degradación se va difuminando conforme la avenida del Cerro Blanco y sus paralelas se van acercando al núcleo urbano nazareno. No es el único síntoma de que todo no está perdido. El trabajo que realiza la Iglesia , Cáritas, los dos centros educativos de la zona – Ibarburu y Fernán Caballero - y varias asociaciones constituyen auténticas islas de esperanza.

El profesor Manuel Pérez es uno de esos afiliados «al partido de la solidaridad» que no están dispuestos a arrojar la toalla. Es profesor de los Escolapios de Montequinto desde hace 33 años. Desde la fundación que dirige ( Fundación Ideas ), que se nutre de aportaciones privadas, lleva a cabo distintos programas para combatir el fracaso escolar . Uno de esos planes, el programa Ángeles es el que le llevó al Cerro Blanco hace dos años. Con ayuda del padre Francisco, que le cedió un espacio de la parroquia, trabaja con 40 niños, de entre cinco y doce años, a los que les dan diariamente tres horas de clases de apoyo, más la merienda. Además completan el trabajo con excursiones y visitas culturales.

Otra estampa de la calle Manuel Gómez

«Los niños no son culpables de lo que les pasa, del entorno que sufren. Teníamos que hacer una intervención que fuera más allá de darles una bolsa de comida para tratar de transformar la situación ». Al iniciar el trabajo se encontraron con pequeños que tenían normalizados conceptos como la droga o la cárcel a muy corta edad con las devastadoras consecuencias que acarrean para su desarrollo. Dos años después ya están teniendo los primeros resultados con niños que están corrigiendo la conducta y que sacan buenas notas. «Y el proyecto es no soltarlos hasta que acaben los estudios y estén bien orientados».

El diagnóstico del Cerro Blanco que hace este docente sitúa en el centro del problema a la droga . «Lo destroza todo»; si bien asegura que a pesar de la evidente marginalidad que marca el devenir del barrio, la situación ha mejorado. «Dicen que los años 80 , cuando la heroína hizo tanto daño, esta zona era aún peor. Soy incapaz de imaginármelo». Por eso hace un llamamiento para que se trabaje sin descanso. «Esto es un problema de todos porque aunque vivas en la otra punta, aquí se vende la droga que puede consumir tu hijo, y también de aquí sale el que te puede robar el coche. Mirar hacia otro lado es un completo error».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación