Alpinismo

La aventura de dos sevillanos en uno de los picos menos explorados del Himalaya

Lina Quesada y José Ramón Arroyal acaban de regresar del pico Satopanth, de 7.000 metros de altura

El alpinista nazareno José Ramón Arroyal / L.M.

LAURA MONTES

Los alpinistas sevillanos Lina Quesada y José Ramón Arroyal acaban de regresar, hace varias semanas, de la que es ya, sin lugar a dudas, una de las mayores aventuras de su vida. El pasado mes de octubre partieron desde la capital hispalense para liderar una expedición, en la que también participaban dos madrileños y otros dos franceses, con el fin de coronar la que es una de las cimas más remotas del Himalaya, el pico Satopanth , de 7.075 metros de altura y perteneciente al sistema montañoso Gangotri, en la India.

Las duras condiciones climatológicas, con temperaturas de menos 26 grados bajo cero y las montañas cargadas de nieve tras el paso del monzón, unido a la complejidad del terreno hicieron que estos dos aventureros no pudieran completar su misión. A ello se sumaba también al alto porcentaje de riesgo que existía, ya que no disponían de un equipo de rescate que pudiera acudir en su ayuda, en caso de accidente.

Aun así, estos dos aventureros sevillanos lograron llegar hasta los 6.600 metros de altura y son, por el momento, los dos únicos andaluces que han conseguido esta hazaña, ya que se trata de uno de los picos menos explorados e inhóspitos del Himalaya. « Un equipo de rescate podía tardar en llegar al campo base cuatro días y luego más tiempo hasta que pudieran subir a por ti», explicaba Arroyal este pasado martes, en dependencias del Ayuntamiento de Dos Hermanas, cuya delegación de Deportes ha cedido el material de alpinismo necesario para realizar la expedición de este aventurero, vecino de Montequinto.

Y es que, los planes para estos dos alpinistas comenzaron a sufrir cambios prácticamente desde que aterrizaron en la India. Al tratarse de una zona fronteriza, no les permitieron llevar consigo los teléfonos satélite con los que pretendían conocer los partes meteorológicos diarios y mantener contacto con el exterior, por lo que llegaron a estar incomunicados más de veinte días. Sin embargo, estos obstáculos iniciales no serían apenas nada comparado con lo que les esperaba en la montaña.

El tiempo les acompañó en la subida al campamento base, ubicado ya a unos 5.000 metros de altura, aunque al cabo de unos días el clima fue empeorando. Los alpinistas debían ir ascendiendo en la montaña poco a poco, para intentar que el cuerpo se fuera acostumbrado a la altitud y sufriera lo menos posible. Para ello, debían ir subiendo la cima para instalar hasta tres campamentos a diferentes alturas e ir bajando al campamento base sucesivamente.

 «Después de llegar a la base emprendimos el camino para montar el campamento uno y allí ya nos nevó y nos cayó una ventisca. Bajamos, al día siguiente descansamos y esperamos un día más a que se asentara la nieve. Sin embargo, cuando volvimos a atacar el campamento uno tuvimos que reconstruirlo entero porque estaba enterrado en nieve», contó Arroyal.

A punto de morir

Lo peor para este alpinista de 35 años y vecino de Montequinto sucedió cuando bajaban desde el campo dos a la base. « Me puse malo porque no hice bien la aclimatación y pensaba que me quedaba allí», reconoce. Se trata de un camino que, en condiciones normales, se hace en unas siete horas, pero José Ramón las hizo en doce debido a la falta de fuerzas. «Cuando pasamos por el campamento uno, me quedé atrás terminando cuatro cosas y los compañeros siguieron hacia adelante. Al ver que yo no llegaba, uno de ellos volvió en mi búsqueda con una Coca-cola, que me salvó la vida».

Y es que, conforme ganaban en altitud se incrementaban los problemas de salud, como fuertes dolores de cabeza, cansancio, pérdida muscular o congelaciones por el frío. Arroyal tuvo, de hecho, problemas de congelación en su pie derecho, pese a que pasaban las noches con cantimploras de agua hirviendo dentro de los sacos de dormir. «Cuando llegas a los 6.000 o 6.500 metros de altura tu cuerpo empieza a morir, porque no estás preparado para esa altitud», aseguró el alpinista sevillano. A estos problemas de salud se sumaba, además, la alimentación. Algunos de ellos han llegado a perder 14 kilos de peso , ya que sólo consumían verduras debido a que en la zona no se come ni carne ni pescado o huevo.

Lina Quesada

La experiencia de Lina Quesada, primera mujer andaluza en conquistar el Everest, fue un valor añadido en esta aventura. « Lina se mantuvo siempre bien, es de otro mundo », indicó Arroyal, «le ponías 30 kilos a las espaldas y subía como si no hubiera altitud».

Lo más duro de todo fue, sin embargo, la subida por una pared de roca y hielo , de 500 metros, que tuvieron que trepar para seguir avanzando en el camino. Ya en el campamento tres, el último previsto antes de atacar la cima, otro imprevisto acabó por cambiar totalmente sus planes. «Empezamos a cavar y se nos rompió una placa gigante, así que ya no podíamos montar allí el campo en altura, si queríamos llegar a la cima, teníamos que atacar desde el campamento dos».

Pese a que finalmente, por motivos de seguridad, estos dos alpinistas -que acabaron el último trayecto los dos solos- decidieron no seguir arriesgando su vida, la experiencia les ha valido la pena. De hecho, ya están planeando la próxima aventura, otro siete mil, en Kirguistán , aunque esta vez no la harán durante los meses de fuertes temporales. 

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