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Detectan la presencia de cárteles mexicanos de la droga en Cádiz

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El incremento del tráfico de cocaína en narcolanchas está atrayendo a estas redes sudamericanas que envían a algunos de sus miembros para que vigilen la entrega de la mercancía

Estas organizaciones comienzan a sumarse a otros grupos llegados desde Marruecos o Francia que también trabajan en la provincia por 'encargo'

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Paquetes de cocaína intervenidos recientemente cuando eran trasladados en una narcolancha. La Voz

M. Almagro

La historia del narcotráfico en Cádiz puede cumplir ya fácilmente más de medio siglo. La situación geográfica de la provincia ha marcado este destino: es frontera sur de Europa a unos 15 kilómetros por mar con Marruecos -primer productor del hachís del mundo-, limita al solo paso de una verja con otro país fiscal, y tiene uno de los puertos de contenedores más importantes del continente en el Estrecho. Además de cientos de millas de costa y el río, el Guadalquivir, que es una autopista hacia el interior de la península para las narcolanchas.

En este contexto, la droga que siempre se ha manejado más, que más han 'trabajado' las redes locales ha sido el hachís. Sin embargo, en los últimos años este peso se ha ido compartiendo con la marihuana (por clima y por la proliferación de los cultivos controlados de interior); y ahora, y es lo que preocupa, con la cocaína.

La entrada de las grandes 'gomas' también en el tráfico de esta droga ha situado a Cádiz en un punto clave en el mapa de los clanes internacionales, y con ellos, los sudamericanos. La descarga de fardos desde veleros o buques en alta mar a las semirrígidas ha abierto la puerta a que esta mercancía entre más por costa en las lanchas que, además, cada vez tienen mayor capacidad. Muestra de ello son las últimas operaciones en las que se han incautado importantes partidas de esta droga cerca de la costa gaditana, con más de una o dos toneladas de carga, cientos de millones en 'polvo'. O la interceptación hace unos días de un submarino en el que viajaban cuatro colombianos y que hundieron el sumergible cuando se vieron sorprendidos, seguramente, cargado de fardos de 'coca'.

Y esta actividad está atrayendo a los 'dueños' de esa sustancia producida en el otro lado del mundo. A sus fabricantes. Así lo confirma a LA VOZ una fuente de absoluta solvencia que asegura que las fuerzas policiales están empezando a detectar a miembros de cárteles mexicanos en sus investigaciones sobre alijos. De momento no sería en absoluto una presencia habitual o constante pero sí un inicio. Un aterrizaje.

Como explica esta misma fuente, estas personas vendrían hasta zonas de alijo de Cádiz (como por ejemplo Sanlúcar) como 'garantes' o 'notarios', es decir, como alguien de completa confianza de la banda de los proveedores para que dé fe de que esos fardos llegan, sigue la ruta acordada y se entrega como se ha planeado y pagado. Es decir, que la sustancia no se pierde o se cambia de manos por el camino.

Hay que tener en cuenta que la cocaína no es el hachís. Su precio en el mercado ilícito es mucho más alto porque se vende más cara, por lo que su pérdida o entrega fallida es un quebranto económico mayor para quien la produce y pone en marcha. Además, a más dinero, más desconfianza, por lo que se intenta comprobar al cien por cien que la sustancia ha llegado a su destino y se tiene que realizar el cobro del trabajo cumplido.

Esta misma circunstancia ya ocurre desde hace algún tiempo con ciudadanos marroquíes y franceses que también han empezado a operar en aguas de Cádiz. De hecho, no sólo en el trayecto de las lanchas sino también en los ajustes de cuentas que a menudo se dan en tierra, como en la zona de la Costa Noroeste. Una realidad que se pudo comprobar con el asesinato de un joven en Chipiona al que tras torturarlo arrojaron desde una furgoneta en marcha o con los tiroteos o robos en la desembocadura del río donde, de manera cada vez más frecuente, se han visto implicados vecinos alauitas.

Algunos no saben que llevan cocaína

Sin embargo, no todos saben lo que portan. Bajo estos mismos recelos hay quien ni se entera que lo que lleva en la lancha no es 'chocolate'. Al estar contratados por servicio, solo para ese porte, tienen un menor control sobre lo que han cargado. Y así los que les pagan pueden ocultarles qué envuelven esos fardos. O mentirles. Según explica una fuente a este periódico, por dos razones: por un lado, el precio que cobran por trasladar droga 'dura' es más alto ya que las penas a las que pueden ser condenados si les cogen y el riesgo son mayores. Y por otro, el margen de beneficio es más grande y se pretende repartir menos.

Esta expansión de las redes de Sudamérica por toda Europa y el asumir el riesgo de estos cambios en los modos puede responder también a otro asunto de cantidad. Según la Oficina de las Nacional Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), unos de los líderes mundiales en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia internacional, «el mundo experimenta actualmente un aumento pronunciado y prolongado tanto de la oferta como de la demanda de cocaína, cuyos efectos se están acusando en todos los países y que es probable que propicie la aparición de nuevos mercados más allá de los confines tradicionales», confirman.

Como aseguran los expertos, se está dando una superproducción de cocaína porque a los cultivadores tradicionales en Colombia, Perú o Bolivia se han ido sumando plantaciones 'copiadas' en Venezuela, Guatemala u Honduras. Y a toda esa droga se le intenta dar salida para ganar el dinero que se pretende con ello. De ahí que, como explican las fuentes consultadas, los métodos para intentar colarla hacia Europa sean diversos. Desde los grandes contenedores en puertos, a las prácticas de evasión de controles en aeropuertos, o también, en grandes veleros y pesqueros. Pero ahora, además, utilizando las rutas de otras drogas como el hachís y su conocida infraestructura de las narcolanchas.

Las fiscalías antidroga de toda España, sobre todo las más afectadas por formar parte de su competencia territorial como la de Andalucía, alertan que ahora está entrando más cocaína y de mayor pureza que nunca. Una droga, que llega de una manera y luego, en la mayoría de las ocasiones y hasta que acaba en las manos del consumidor, es 'cortada' con todo tipo de sustancias para así multiplicar las dosis que se venden. Desde con matarratas y pesticidas, a anfetaminas, fármacos veterinarios, o en el mejor de los casos muchas veces, polvos de talco, harina o tiza.

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