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La cordialidad y el pasado se imponen al futuro

El debate con los candidatos a la Alcaldía de Cádiz se queda en los detalles por el miedo a perder

Con corbata roja, símbolo de su partido, y con la imagen de su cara (en el inmenso cartel que cubre la sede socialista) como telón de fondo, llegaba al edificio de la Plaza de San Antonio el candidato del PSOE, Óscar Torres. Sin duda, ganó en puntualidad, con casi media hora de margen para ver y estudiar el lugar en el que iba a mantener el encuentro con sus tres grandes rivales: David de la Cruz (Adelante Cádiz), Bruno García León (PP) y Juan de Dios Sánchez (Ciudadanos).

Unos contrincantes que fueron llegando poco a poco al edificio de la Fundación Cajasol acompañados de sus respectivos asesores, con quienes intercambiaban las últimas impresiones antes de iniciar el debate. Una foto de familia en San Antonio y para dentro. Una instantánea en el corazón de la céntrica plaza que apenas despertó la curiosidad del ciudadano de a pie, quizás reflejo del escaso interés por la política de la sociedad gaditana, más preocupada en hacer frente a las dificultades del día a día.

Y es que, a diferencia del primer debate entre los candidatos a la Alcaldía de Cádiz, este segundo encuentro se centraba en los partidos que actualmente tienen representación en el Ayuntamiento de Cádiz.

Más tiempo y con los rivales directos frente a frente. En apenas dos o tres metros cuadrados. Una oportunidad que los aspirantes no quisieron (o no pudieron) aprovechar para airear sus proyectos y soluciones a los problemas de la ciudad, porque parece que los políticos han convertido los debates electorales en un foro para mostrar a los ciudadanos cómo quieren que vean a su rival, una condición que gana por goleada a lo que quieren o pretenden hacer en el futuro. Nada de proponer un tema y aportar diferentes puntos de vista con discursos argumentados. Y ante la falta de propuestas, sólo hay un camino: el reproche.

Eso sí, en lo que sí se pusieron de acuerdo los números uno fue en la chaqueta. Todas en tonos oscuros. Por supuesto, Bruno impuso los azules, Óscar el rojo y David el morado. Conjuntados al menos en el color político. Y sólo el candidato socialista con corbata. La cultura de la imagen también suma o resta, de ahí el no asumir riesgos.

La cordialidad fue el tono dominante durante las casi dos horas de debate e incluso dejó carcajadas más propias de un grupo de amigos que de rivales políticos. Pero es que Cádiz es diferente hasta para eso. Tanto es así que lo que debía ser un foco de conflicto entre la situación de Ciudadanos en el arco político actual, se convirtió en broma. «¿Tú crees que yo soy de derechas?», preguntaba el número uno de Cs. «Por supuesto», respondía Óscar Torres, desatando las risas de los candidatos. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. El eterno debate que zanjó el alcaldable de Cs entre bromas. «Soy liberal».

Si alguien destacó en ímpetu fue quizás el candidato del PP, Bruno García, (haciendo alarde del bocadillo de tortilla que se había comido algunas horas antes del debate en la misma Plaza de San Antonio), que ponía sobre la mesa uno de los temas de conversación que más polémica despertó: la vivienda. Algo de confrontación con el número uno de Adelante Cádiz y toda una variedad de tarjetones y gráficas para acreditar unos argumentos que no se salieron del guión. Uno detrás de otro para arrancar la risa sarcástica de David de la Cruz.

Más allá de este detalle, David de la Cruz renunció al tono beligerante y no entró en ningún tipo de confrontación con el resto de candidatos. Comedido y moderado, fue quizás el candidato más reflexivo, limitándose a dejar claras varias de las propuestas de su Gobierno y centrándose en defenderlas. Eso sí, fue el único que hizo autocrítica. Reconoció abiertamente, por ejemplo, que se equivocaron al eliminar la iluminación en Carnaval. También sacó pecho de otros asuntos, como la lucha contra la turistificación, uno de los éxitos que se apunta el actual equipo de Gobierno.

Los nervios llegaron al final, cuando salía a la palestra el bloque de los pactos. Era punto de partido y había que ganarlo, o al menos, empatarlo. El alcaldable del PSOE, en el punto de mira en este tema, elevó el tono y tiró de medias tintas para acabar no aclarando nada. «A la gente no se le puede mentir», aseguraba sin hablar de líneas rojas y emplazando a los ciudadanos a esperar al 28 de mayo. «A partir de ahí veremos», insistía.

Al final todos consiguieron su objetivo. No salirse del guión. Sin golpes de efecto. De nuevo, el pasado se impuso al futuro. Nadie pierde pero tampoco hay ganadores. Habrá que esperar.

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