Provincia
La cicatriz de la invasión de Ucrania aún escuece en Cádiz mil días después
Invasión de Ucrania
El ataque lanzado por Rusia hace más de dos años provocó un éxodo masivo de ucranianos que también encontraron un refugio en la provincia gaditana
El 24 de febrero de 2022 la vida de los ucranianos cambió de forma abrupta. Lo que no sabían es que para muchos las heridas y cicatrices serían para siempre. Se cumplen mil días desde que Rusia iniciara su incursión hostil en Ucrania que, lejos de una victoria relámpago como esperaba Vladimir Putin, se ha ido dilatando en el tiempo sin fecha de caducidad prevista.
Las bombas y los proyectiles empezaron a destruir ciudades como Kiev o Jersón, lo que provocó de forma inexorable que miles de ciudadanos tuvieran que emigrar forzosamente cruzando las fronteras más cercanas para trasladarse posteriormente a distintos países de Europa.
España hizo hincapié desde primer momento en la aplicación de una política de acogida para quienes huían del terror, brindando apoyo a todos los niveles al gobierno liderado por el presidente Zelenski en un momento crítico.
A nivel humanitario, miles de familias dieron cobijo en su propia casa a aquellos ucranianos que se vieron obligados a abandonar su país para salvaguardar su seguridad, tras haber visto cómo centenares de sus compatriotas habían sido presa de los ataques rusos.
Cádiz, como suele ser habitual cuando se trata de ser solidarios, estuvo a la altura y dio comida y cobijo a aquellos ciudadanos llegados del frío este donde se estaban produciendo situaciones que los más jóvenes sólo conocían en suelo europeo a través de los libros de historia.
«Tengo la sensación de haber salvado tres vidas», decía a este mismo periódico la chiclanera Encarna Braza en abril de hace dos años, tras acoger en su hogar junto a su esposo Pedro y sus hijos a Ira, Dimas y Crystina, madre e hijos, llegados desde Járkov hasta la Bahía por obra y gracia de la asociación Familias Solidarias.
Tras las primeras semanas en las que lo más importante era estar a salvo, el darle vueltas a la cabeza iba haciendo mella y la necesidad de tener que buscar un futuro mejor se abría paso. Y, desgraciadamente, ese mañana era difícil de lograr aquí: «La dificultad para moverse aquí es grande para poder ir a trabajar y las ayudas del Estado fueron totalmente nulas. Nosotros tuvimos que pagar toda la documentación y eso hacía que ellos se sintieran como una carga», asegura.
«Ella no entendía que España los acogiese pero que no se le permitiese hacer más cosas. Es muy trabajadora y lo que quería era trabajar. Veía que pasaba el tiempo y en ese sentido estaba agobiada», comenta sobre la madre de familia.
Eso acabó haciendo que en agosto de 2022 optaran por probar fortuna en Alemania, aunque siguen manteniendo un estrecho contacto e incluso han regresado este verano para visitar a quienes consideran parte de su propia familia: «La hija vio a mi marido en la estación y se tiró a abrazarlo», explica sobre el íntimo vínculo que han adquirido.
Una visita exprés a Ucrania
Muy poco después de la mudanza a tierras germanas, la familia tuvo la oportunidad de regresar a Ucrania para reunirse unos días con el padre, el marido de Ira, que se quedó en el frente de batalla y del que desafortunadamente no han vuelto a saber, aunque no pierden la esperanza de que siga con vida.
La mayoría tiene en mente volver a su país y retomar así sus vidas, si es que eso es posible, o construir una nueva una vez que el conflicto bélico haya tocado a su fin, algo que no parece cercano viendo los últimos acontecimientos.
Sospecha Encarna que pocas han sido las familias ucranianas que han podido asentarse en la provincia con el paso del tiempo, habiendo optado la mayoría por irse a Alemania, donde de entrada las facilidades eran mucho mayores y encontrar empleo era una tarea más sencilla.
«Ira tiene ahora su trabajo en Alemania, se han mudado a un apartamento y cuenta con la ayuda de su padre, que está jubilado y acaba de llegar para estar con ellos». Pese a todo, afirma rotundamente que sus allegados ucranianos prefieren Cádiz a Alemania. Si deciden volver, se encontrarán las puertas abiertas, tal y como estaban.
Aunque la sensación de ver sufrir a alguien querido es amarga, la chiclanera prefiere ser optimista: «Sé que ella es fuerte y tiene en su hijo una gran ayuda. También tiene a su padre y, por supuesto, nos tiene aquí a nosotros. Hay quien está peor».