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José Arroyo, el fotógrafo aficionado que acerca Chiclana a quienes están lejos de ella
Con motivo del Día Mundial del Turismo, el Ayuntamiento de Chiclana le otorgó un reconocimiento por fomentar la ciudad a través de sus fotografías
Preciosa. Magnífica. Maravillosa. Los adjetivos se repiten en los comentarios; sin embargo, hay uno que se desmarca de los demás: «Gracias por compartir esta foto». El agradecimiento esconde la ilusión por volver, una vida dejada atrás. «Muchos chiclaneros que están fuera me las agradecen porque así pueden seguir viendo la ciudad». Las fotografías de José Arroyo (Conil, 1959) acercan Chiclana a todos los que han emigrado, pero también son la carta de presentación para aquel que nunca ha podido bañarse en sus aguas.
El Consistorio chiclanero le hizo entrega de un reconocimiento en el Día Mundial del Turismo, celebrado el pasado 27 de septiembre, por su labor de fomentar la marca Chiclana a través de las redes sociales. «No me lo esperaba. Yo comparto mis fotos en el grupo de Facebook 'Fotos de Chiclana', donde hay 20.000 personas, porque me gusta y si encima he hecho un bien para otra persona, esa foto ya ha merecido la pena«, explica José Arroyo. Aunque una Yashica analógica cayera en sus manos en 1980, no fue hasta que se jubiló, hace siete años, cuando su afición por la fotografía se »despertó«.
«Tengo que dejar la fotografía por el tema del revelado porque veía que no aprendía. Cuando empieza la época digital, pensé que era una oportunidad para aprender al verla al momento y no tener que esperar dos semanas«, recuerda el fotógrafo aficionado. Abrir la puerta de la jubilación, después de una vida como militar, le dio el tiempo suficiente para »empaparse« del mundo de la fotografía »sin la preocupación del trabajo y sin prisas«. Los foros de internet, YouTube y los libros fueron desde ese momento su fuente principal de conocimiento. «Yo aprendí de forma autodidacta. También se aprende mucho viendo fotos de profesionales», explica.
Un eclipse solar sobre el Castillo de Sancti-Petri, fuegos artificiales con la Ermita de Santa Ana de fondo o la torre del Puerco cara a cara con la luna. José Arroyo persigue con su cámara captar la belleza de lo «irrepetible«. »La fotografía te permite parar el tiempo en algo que igual ya es irrepetible. Por ejemplo, las puestas de sol nunca son las mismas. Hoy voy a un mirador de Sancti-Petri, hago la foto y mañana ya no la consigues; es otra, no tiene nada que ver con la de ayer«.
Esas tardes y noches en uno de los puntos mágicos de La Barrosa, a la espera de apretar el disparador en el momento oportuno, dan la oportunidad a muchas personas de estar con él en ese instante, aunque estén a cientos de kilómetros de distancia. «La persona que está fuera, aunque hoy en día los kilómetros se recorren en nada, añora mucho la tierra cuando es de aquí y, cuando ve un trocito de ella, lo agradece», reconoce José Arroyo, quien ha sentido lo mismo cuando ha estado fuera de Chiclana destinado.
La cámara de fotos le acompaña a todas partes. «Cuando tengo que ir a algún sitio, me la llevo». Afortunadamente. Para los que pueden disfrutar día a día de su playa, sus imágenes sirven para valorar lo que tienen; para los que no pueden hacerlo, les acerca el olor a sal y el sonido de las olas; para los que nunca han pisado la arena, les enseña que en el sur de la península hay un lugar mágico donde el sol se esconde tras un castillo.