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Las 700 muñecas de María Emilia: un regalo para Chiclana
Después de la Feria de San Antonio se inaugurará la exposición en la Fábrica de la Luz

María Emilia Lira las conoce hasta de espaldas. Ellas la han acompañado durante toda su vida. Desde aquel primer día que llegó una a sus manos, la muñeca pasó de ser un simple juguete a serlo todo: cada una de las 700 que tiene forman un pedacito de los 76 años de María Emilia Lira (Constantina, 1947). Ahora, ella ha conseguido devolver todo lo que le han dado.
«Para mí son cultura, aprendizaje, compañía, porque cuando se llega a una edad y te jubilas, te encuentras que no tienes nada más que esto o ver la tele. Es un aliciente de vida», confiesa la coleccionista. Un amor por ellas que no se limita a comprarlas y almacenarlas; sino que investiga, estudia y documenta. «Hay muy poca información de las muñecas españolas. Yo busco en la Biblioteca Nacional, en los anuncios de los periódicos de la época y en el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial para conocer las patentes». Poco a poco, a través de páginas web amplió su colección, que comenzó a completarse de manera vertiginosa a partir de 1996, hasta convertirse en una referencia en el mundo de las muñecas.
Un pasado tan poco conocido y tan presente en muchas casas españolas necesitaba que alguien le diera voz. «Mi idea es que se conozca la historia de la muñeca española». Y está a pocas semanas de poder hacerlo. La familia de juguetes, que vivía sola en un apartamento, ya ha hecho las maletas. Muy pronto estrenará su nueva casa.

La pandemia le hizo pensar acerca del futuro de sus muñecas. Lo tenía claro: no quería venderlas. «Me las han querido comprar, pero ese no era el fin», explica. Tras ofrecerla a su pueblo natal, fue el alcalde de Chiclana, José María Román, quien le tendió la mano para abrir una exposición permanente en el centro de la ciudad. María Emilia Lira no se lo pensó y donó toda su colección al Ayuntamiento, que destinó más de 400.000 euros en el espacio expositivo situado en la Fábrica de la Luz.
La coleccionista está «orgullosa». Dentro de muy poco, días después de finalizar la feria de Chiclana, se hará realidad su sueño: sus muñecas estarán en un buen hogar y todas las personas que quieran podrán conocer sus historias. Ella no deja de ayudar en preparar la exposición. Cada mañana se acerca a la Fábrica de la Luz para aconsejar a los profesionales encargados de la preparación del espacio. Mira sus muñecas con cariño. No fue fácil ver cómo las cajas se embalaban y se vaciaba una casa llena de vida.
«Cuando entré en la habitación y no estuvieron las muñecas, me puse a llorar. Estoy contenta por la suerte que he tenido, pero fue un momento muy doloroso», recuerda. Aun así, no se ha desprendido de todas. Tres muñecas, entre ellas su primera Gisela, se han quedado en su casa. «Una de ellas tiene los dientes de leche de mi hijo», afirma. Ella misma se los puso. Su formación como restauradora le permitió tener esos conocimientos necesarios para atreverse a replicar las muñecas de fuera de España, sobre todo las alemanas y las francesas.
Fue en Madrid, ciudad donde ha vivido gran parte de su vida, el lugar en el que empezó a picarle el gusanillo de la colección. «Había ferias de regalos y era una época de mucho desembalaje. Allí aprendí y compré mucho», recuerda. Todo este mundo le ha abierto las puertas a aprender sobre informática y a relacionarse a través de las redes sociales. «Yo las compro de todas las maneras, pero donde más me gusta hacerlo es por Ebay o Todocolección, que son lugares donde ya se conocen a los vendedores».
María Emilia sabe todo de cada una de ellas. Se ha acercado esta mañana a la Fábrica de la Luz para ayudar a organizar y a limpiar las vitrinas para que esté todo listo para la inauguración. Las muñecas están divididas según las zonas donde se fabricaron. En España, los principales puntos fueron Madrid, Barcelona y la Comunidad Valenciana. La diferencia entre una madrileña y una alicantina radica en las manos. También, en la exposición hay alemanas, francesas, asiáticas y de porcelana. Un juguete universal que tardó en ser accesible para todas las familias.
«Las muñecas en la época de la posguerra eran para decorar porque eran muy costosas y más en una economía donde lo primordial era tener para comer», explica. Por aquel entonces, una muñeca Gisela valía lo mismo que lo que «ganaba un funcionario al mes». Tener una era sinónimo de poder. «Las madres no te la dejaban coger, tan solo era para presumir de que sus niñas tenían muñecas». El alto coste impedía que muchas personas pudieran tenerlas y tan solo pudieran conformarse con mirarlas en un escaparate o en un anuncio del periódico. «Lo que más me satisface es cuando viene alguien y me dice que ha tenido una Mariquita Pérez o que siempre ha querido tenerla y no pudo». El hecho de que se utilizaran para decorar y no para jugar explica el porqué están en tan buen estado de conservación. Con las que se jugaba eran las de cartón piedra, hechas con una cabeza de trapo y «con lo que había».
María Emilia nunca ha querido hacer negocio con las muñecas. Tanto es así que nunca ha vendido ningún ejemplar. «Solo he cambiado una vez. Lo hice con una gran amiga mía que la quería para su hija y yo la tenía repetida». Ahora, una vez donada toda su colección a la ciudadanía chiclanera, no descarta adquirir alguna nueva, a pesar de que, entre risas, confiese que se «lo tiene prohibido». Gisela, Mariquita Pérez, Mari Pepa Mendoza, Marín, María Claret, además de las muñecas francesas y alemanas y las de porcelana, estarán expuestas próximamente.
Una pasión inconmensurable que le ha llevado a conocer, entre otras muchas personas, a Carme Cervera, creadora de Gisela, y a redactar un libro sobre su historia. Ahora que su colección ha llegado a su fin, escribir será el próximo objetivo de María Emilia para poner en valor la historia de sus muñecas.