LA CONTRASEÑA

Los flechazos de preliminares, amor a primera vista

La importancia del primer pasodoble, antes de medida, hoy de emergencia, cautiva a algunos poetas de la ciudad. De toda la vida

Enrique Alcina

La primera cita, qué nervios. El amor por Cádiz requiere tiempo y dedicación, respeto y complicidad, pero conviene caerle en gracia ligero. Las noches de estreno en el Falla, las kilométricas preliminares, invitan a descubrir los sentimientos y las hechuras de los conjuntos músico-vocales de aquí y de allá. Empezamos a construir la galería de personajes del año y a conocer las intenciones de los autores. Algunos arriesgan en el instante de presentar sus respetos a la afición, y otros se contienen, sabiendo que a veces el amor se gana partido a partido.

Quien da primero da dos o tres veces más, con suerte. La primera impresión puntúa. La importancia del primer pasodoble, antes de medida, hoy de emergencia, cautiva a algunos poetas de la ciudad. De toda la vida.

Busque en el teléfono. Amor a primera vista: atracción física más química cerebral, «fueraparte» de unos versos en condiciones y una música bonita, flechazo casi seguro. A unas malas, la cara partía, qué le vamos a hacer.

Amén de cuidar la presencia, no en vano se trata de una cita presencial, los que madrugan el concurso de romances de tradición oral más largo del mundo saben que la presentación o declaración de amor por Cádiz, que por estos lares figura como género literario-musical, su propio nombre lo indica, ha de venir acompañada de hechos, compromiso y sentido del humor. Pasodobles, tangos, parodias, cuplés que sorprendan a la gente encogida no, lo contrario, siempre tan atenta aunque también precavida.

Quién no recuerda al menos un par de ejemplos históricos de cómo ganarse el corazón de Cádiz de una cantada, ambos dos sucedidos en la sesión de preliminares, función de tarde, contra todo pronóstico. El pasodoble al Papa de Martínez Ares y el himno ya oficial del Cádiz, de Manolo Santander. Máximo exponente de coplas que esperan respuesta. Los Miserables coronaron la cúspide en febrero del 93, con osadía y una melodía más cercana a las raíces, ya clásica, y Martínez Ares fue desterrado de su cofradía. No había móviles. Esa tarde, el silencio cortaba el aire, a teatro lleno, y la comparsa soltó una de las letras más controvertidas, premonitorias y memorizadas de los años sucesivos, reflejo del espíritu indómito de Antonio. «Ha dicho el Santo Padre que el aborto es de asesinos …» Es curioso, el pasodoble de Los Pepperoni, fechado un cuarto de siglo después, abría fuego con unos prolegómenos similares, «me han dicho que el amarillo está maldito pa' los artistas», si bien el ritmo contagioso y el pundonor de la chirigota causaron tal conmoción que solo un millar de privilegiados puede alardear de haber asistido a un acontecimiento irrepetible que fue consuelo de los sufridos hinchas del submarino, por entonces de aguatapá, y anticipó la fiebre amarilla que continúa vigente. Ese Cádi, joé. Lo cantamos en defensa propia, antes, durante y después de lo mejor del querer, en cada rincón, cada escalón del estadio que cambió de nombre.

No me digan que esas coplas gaditanas de redención no han sido entonadas a todo pulmón en más ocasiones por la gente, actual propietaria de sus mensajes y sones, que por las agrupaciones que las transmitieron.

El amor también duele. Incluso en tiempos de guerra. Este año, quizá con más veras o acaso la constancia de la decadencia que disfruta y padece la ciudad desde remotas civilizaciones y frustradas reconversiones, la primera agrupación de adultos que pisó las tables del Falla, la comparsa Los trastos, de Pastrana & Martínez, puso el grito en el cielo por el abandono de Cádiz, trazó una ruta melancólica de comercios que malviven del día a día o funcionan sometidos al turismo voraz e implacable mientras sus trabajadores permanecen explotados, critican con dureza, al tiempo que aguardan sentados el fruto de los proyectos sin futuro. Un pasodoble sin florituras, por derecho. La primera en la frente.

A vueltas con el encanto de la primera vez, una de las voces privilegiadas de la fiesta, Vicente Lázaro, Lali, subraya que el día del estreno en el Falla «es el más bonito de todo el concurso. Ni siquiera la final es tan bonita. Soy una persona bastante flemática y no me pongo nervioso, pero es cierto que en el ajetreo, momentos antes de que se abra el telón, te sientes muy artista. La pena es que se pasa volando».

Lali, que debutó el año que el concurso retornó al Falla, año 91, ha brillado en grupos legendarios, de las modalidades de coros, comparsas y chirigotas, tales como Kadi City o Las Ruinas Romanas de Juan Carlos Aragón, títulos de Martínez Ares o Bustelo, la Calle de la Mar y los Acuarela, entre otros muchos, pasando por agrupaciones de Quiñones o el Chapa, y finalmente los Carapapa.

«Cuantos más años pasan y más concursos tienes a la espalda, sientes más nervios que nunca. La responsabilidad es enorme», remarca el músico gaditano Paco Medina, otro experto en la fiesta, 27 participaciones en el concurso adornan su historial desde 1982, que se ha subido a lomos de coros de postín, desde La Plastilina de la Viña a los fantásticos Titirimundi, Allegro Molto Vivace, hasta desembocar en la última comparsa de Jesús Bienvenido, Los Irracionales, con quien regresa al teatro. «Los primeros años hay miedo, quizá por el desconocimiento, pero ahora, consciente de la repercusión de las letras y las músicas y del día que el trabajo realizado va a dar a luz».

Uno se imagina una veleidosa sesión enciclopédica de estrenos de garabatillo y sueña con arrimarse a la sensación de revivir la llegada a esta tierra de un barquito a vapor que cantaron los Beduinos, el fenómeno mundial de los Beatles de Cádiz, los pregones de Pedro Romero, las obras maestras de Antonio Martín o los tipos asombrosos de los Comboi da Pejeta, el crimen del mes de mayo o los que salieron por gusto, con perdón. Volver a la escuela de la mano de la chirigota con clase, colgar el letrero de «Ahora vengo» al compás de los conquistadores de la trastienda de Casa Crespo o partirse de risa con el maravilloso concierto de ironía y genuino humor propio de Tres Notas Musicales.

El año de Los Miserables, también causaron sensación los Ricos y el Bache, casi nada. Poco después rindieron tributo a la secta de los estribillos buenos merced Las Viudas, que sumaron estrenos con mayúsculas dando la campanada en preliminares con La Tengo en el Bote. Damos fe. Los Juancojones, los palomos de plaza en plaza y los extraordinarios Yesterday, así como Los Vikingos y sus elocuentes formas de detener el tiempo, recuerdan aquellas noches largas y calles frías, por no hablar de la presentación de Caleta, la clase y distinción de Juana la Loca, algo parecido a la felicidad en nombre de Los Cubatas y los Cruzados Mágicos, Araka la Cana, la Serenísima, Juan Carlos clavado a la cruz de los condenados y los corazones sincopados de los mejores coros del planeta. Pausa para respirar.

No Falla no cry. No hay mejor lugar hacerse escuchar, pero tiene su misterio y peculiaridades. La acústica del gran teatro gaditano no es un sonido cualquiera. «Es muy especial», dice Lali. «No tienes referencias de los compañeros, solo escuchas a los de delante. Sabes que estás cantando bien cuando te escuchas a ti mismo, si no escuchas a nadie más es que el grupo está cantando bien». Solo ante el peligro.

«Otra cosa preciosa del teatro es el silencio y el eco que te devuelve tu propio cante. No he conocido un teatro con esa acústica».

Refrenda Medina que en el Falla «encuentras una ecualización diferente, a no ser que cuentes con un local de ensayo sin rebotes ni ecos raros. La acústica del teatro es maravillosa, capaz de llevar al gallinero, sin microfonía, el balance de los instrumentos y las voces. Pero hay que prestar atención a las percusiones y guitarras y así no caer en idas de tono. Luego escuchas el resultado final en la tele o entre el público y es diferente. Eso sí, hay que andarse con cuidado, es verdad que cantas sin referencias, así que conviene no cometer errores como actuar con los oídos tapados por gorros y demás, circunstancias que han llevado a algunos grupos al desastre».

All you need is love. Ni que decir tiene que las funciones inaugurales sirven, de igual modo, para catar los estribillos que encajen con el tipo, quién supiera reír como llora Chavela, con ínfulas de enamorar a todos los públicos. Ahora mismo hay gente escribiendo ocurrencias en el filo de una servilleta, los poetas de Cádiz, y quienes aún no han terminado de meter el popurrit.

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