Bolonia

Las maravillosas piscinas de Baelo Claudia, en Tarifa, 'invadidas' por las algas

Las playas de Cádiz sufren la llegada de Rugulopteryx okamurae, que provoca cada año más incomodidades al turismo

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Las piscinas de Baelo Claudia, en Tarifa. J. M. A.

Las piscinas naturales de Baelo Claudia, en la playa de Bolonia (Tarifa), son una de las maravillas de la provincia de Cádiz. No están al alcance de cualquiera. Obligan a un pequeño paseo, ya sea por la orilla de la playa o por un sendero junto al pinar, pero el destino bien merece la pena.

La naturaleza en su estado salvaje ha configurado un paraje idílico. Las rocas, erosionadas por el viento y gastadas por el continuo embiste de las olas, adquieren diferentes formas similares a pozas o piletas, de amplia longitud y escasa profundidad.

Además, lo hace en un lugar paradisíaco. Esta zona de la costa de la Luz se caracteriza por su fina arena dorada y sus aguas cristalinas. Por ello, y pese a estar bien alejadas de cualquier acceso en transporte rodado, y no contar con ningún servicio, suele atraer a numerosos visitantes que desean disfrutar del lado más salvaje de las playas de Cádiz.

Pues desafortunadamente, las piscinas de Baelo Claudia sufren uno de los males de la costa gaditana. Ahora mismo, en pleno agosto de 2024, las pozas se encuentran repletas de algas, lo que resta belleza al lugar.

La llamada alga invasora, Rugulopteryx okamurae, se asienta sobre la arena y prácticamente no deja nada de espacio para apreciar la claridad y transparencia de las aguas de Bolonia. La decepción es enorme entre muchos de bañistas que emprenden la ruta hacia la zona y descubren que en apenas unos meses ha cambiado de manera radical el paisaje.

Un golpe a la pesca y al turismo

El alga asiática apareció por la costa gaditana hace una década, posiblemente por el atraque en el puerto de Algeciras de un buque mercante procedente del lejano oriente que transportaba esta especie invasora en sus hélices. El efecto es devastador. Se ha asentado en el fondo marino, desplazando (incluso aniquilando) otras especies endémicas, tanto algas como peces.

Se ha convertido en una auténtica tortura para la pesca artesanal. El alga se adhiere a las redes y puede provocar la rotura de las mallas, un golpe económico a un sector en precarias condiciones económicas. Y empieza a ser un contratiempo para el turismo porque desde Algeciras a Conil, el alga invasora ya está dejando sus secuelas en la orilla de las playas, la joya de la corona de la provincia.

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