La explosión de cádiz
La valiosa donación del Almirante Pascual Pery: las palas, el sable y el bastón de mando de aquel negro agosto del 47
La exposición de Santa Catalina completa su muestra con información y recuerdos de aquellos primeros minutos que sucedieron a la explosión del polvorín y la heroica actuación de los militares para apagar un segundo incendio
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Este domingo 18 de agosto se conmemora el 77 aniversario de la explosión de Cádiz. Un capítulo dramático de la historia de la capital que aún pudo ser más trágico sin la intervención de muchos héroes, algunos con apellido y galones, otros absolutamente anónimos.
Esa jornada se produjo la detonación accidental y por tanto descontrolada de un polvorín de la Armada, donde se almacenaban explosivos en plena ciudad, por lo que su devastación resultó terrorífica. Los documentos y testimonios de la época, que intentaron opacar desde el Régimen, señalan 160 muertos y más de 5.000 heridos. El cielo se tiñó de rojo, el fogonazo se percibió a cientos de kilómetros, la humareda cubrió la Bahía gaditana, y arrasó el ahora barrio de San Severiano, que resurgió entre los rescoldos.
También se erige la figura del almirante Pascual Pery Junquera, por aquel entonces comandante de Marina (y el último ministro de Marina, tras la creación del Ministerio de Defensa, ya en democracia). Su familia ha realizado una valiosa donación al Ayuntamiento de Cádiz para que nutran la exposición permanente alojada en el Castillo de Santa Catalina, y su recepción se integra en los diferentes actos organizados por el gobierno municipal para celebrar esta efeméride.
Muy vinculado a Cádiz
«No hay mejor lugar donde puedan estar que en esa exposición y en Cádiz, una tierra con la que mi padre tuvo tanta vinculación«, apunta Estanislao Pery, hijo del reconocido militar que echó raíces en esta tierra y hasta fue nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad.
La donación está compuesta por sus palas (galones de capitán de corbeta), el sable y el bastón de mando que regentaba aquel agosto del 47. Además de una guerrera y la gorra de Almirante, ya cuando fue ministro de la Marina. «Él actuó en el suceso como oficial de marina y esos momentos se reflejan con estos objetos. Y después, los que le pertenecían al final de su carrera«. Además, acompaña un panel con 'la heroica actuación de los marineros al mando del Capitán de Corbeta Pascual, que evitó una segunda explosión', con imágenes de aquel curso y de la medallas y reconocimientos posteriores.
Estanislao Pery destaca que «siempre se ha hecho referencia a la solidaridad de todos aquel día: médicos, bomberos, personal civil que ayudaron cuando era tan necesario. Pero ahora se completa un poco más la exposición permanente con información sobre lo que ocurrió pocos minutos después del a detonación, cuando estos militares apagaron un segundo incendio en el otro almacén».
Pronta reacción
Su padre corría desde su casa en la calle Cervantes para ver si el afectado por el estallido era su navío, el Calvo Sotelo. «Al descubrir que estaba intacto, subió la Cuesta de las Calesas y se organizaron para sofocar un segundo incendio» que, de haberse consumado, la tragedia sería de proporciones mayúsculas. «Reaccionaron con rapidez, acordonaron la zona, y tras apagar el fuego ya dejaron pasar a los demás para la atención a los heridos».
Hace dos años, se cumplía el 75 aniversario de unos actos que quedaron un tanto deslucidos. No obstante, Estanislao agradece la actual exposición, «muy completa», ya que «prácticamente se ha contado ya todo lo que sucedió. José Antonio Aparicio ha realizado una gran labor de investigación. Ya se puede novelar como cada uno quiera, pero la historia está ahí». Un accidente en el que concurrieron un cúmulo de circunstancias funestas. A la irresponsabilidad por mantener ese arsenal ahí se le sumó que se tardó más de la cuenta en trasladarlo al Rancho de la Bola, en la Sierra de San Cristóbal, como se tenía previsto.
También se felicita por el reconocimiento a su progenitor. «En los últimos años se le ha dado mayor protagonismo a este episodio que en su momento. Se conmemora en San Severiano, en el monumento a las víctimas de la explosión, y se ha creado esa muestra junto a otros documentales. Hubo muchos años de silencio, pero cuando en el 89 Carlos Díaz nombró a mi padre Hijo Adoptivo, se volvió a hablar de la explosión«.
Un momento que no pudo vivir en primera persona, «yo aún no había nacido, aunque ya estaban por aquí mis hermanos Pascual y José María», y que con el paso del tiempo tanto escuchó de la boca de algunos de sus protagonistas. «Sobre todo me quedo con la poca importancia que le dio mi padre. En ese instante cumplía con su deber. Fue a posteriori cuando le preguntaron: ¿sabes lo que has hecho?«.