CÁDIZ
Valcárcel, el eterno proyecto inconcluso
El arquitecto José María Esteban habla de la iglesia que originalmente iba a construirse en este emblemático edificio que ahora espera que las administraciones decidan su destino
El edificio Valcárcel espera que los responsables de su futuro tomen decisiones mientras resiste a duras penas al abandono. Una construcción para la que la falta de recursos no es algo novedoso porque ha lidiado con ella desde su concepción a mediados del siglo XVIII.
El actual Valcárcel fue concebido en sus inicios como hospicio para la hermandad de la Santa Caridad y como respuesta a la necesidad de ampliar sus instalaciones. Este nuevo hospicio, que ocupa casi lo que es un estadio de fútbol, se encarga al arquitecto Torcuato Cayón a mediados del siglo XVIII. Cayón, desde el punto de vista artístico, «lo plantea como una obra con tintes neoclásicos, pero con influencia de su ascendencia barroca», cuenta el arquitecto José María Esteban. También explica que «lo plantea como un edificio con una fachada potente a lo que es La Caleta, que no era playa todavía de del punto de vista turístico que es hoy, pero era un espacio de de paseo»
Fue tan ambicioso el proyecto del arquitecto que la falta de recursos lo condenó. «Es tan pretencioso lo que quiere hacer, que se queda sin dinero», cuenta Esteban. Pero, afortunadamente, la base documental nos permite conocer algunas de las cosas que se han perdido con las modificaciones realizadas para adaptarse al presupuesto de la construcción.
Los planos originales del arquitecto Torcuato Cayón, artífice de esta edificación, incluyen la iglesia que se quería hacer para la Casa de la Santa Caridad. Estos dibujos se conservan actualmente en la Biblioteca Nacional y no son muy conocidos para el público. En estos dibujos, se ve cómo el proyecto de la iglesia presenta una cúpula que le hubieran dado una gran magnificiencia a este edificio. Sin embargo, solo se construyó la fachada principal, que actualmente preside el patio de entrada interior.
Esteban explica que «este edificio lo remataba la cúpula con alrededor de cuarenta metros de altura» y añade que «si se hubiera llegado a terminar, hubiera sido bestial, sobre todo esa cúpula ahí en La Caleta viéndose desde lejos, hubiese sido fantástico», valora el arquitecto.
Una construcción que, sin lugar a dudas, podría haber dado aún más grandeza a una de las edificaciones más emblemáticas de Cádiz y que ya sin ella tiene un alto valor patrimonial e histórico. Por ello, fue declarado Bien de Interés Cultural en 1965. Un BIC que, mientras espera que se defina su destino, no está gozando de ningún tipo de protección o tareas de mantenimiento que contribuyan a su conservación. En opinión de Esteban, Valcárcel es «el mejor edificio civil que tenemos en Cádiz» y no se le está dando el valor que merece.
Este edificio ha tenido muchos usos desde que entrara en funcionamiento en 1763: hospicio, hospital, manicomio, y un uso fundamentalmente docente, llegando a integrar la Escuela de Hostelería. Fue en diciembre de 2001 cuando Diputación de Cádiz mostró intención por vender el edificio que a punto estuvo de convertirse en un hotel de lujo, proyecto que finalmente no salió adelante. En 2011 fue ocupado por la plataforma Valcárcel Recuperado, dentro del movimiento 15-M y, finalmente, desalojado en 2012. En total, son más de 20 años de abandono e infrautilización de un espacio privilegiado en el corazón de Cádiz.
Sin proyecto
La falta de recursos que condenó la iglesia en su construcción, sigue castigando a Valcárcel hoy en día. Han sido varias las ideas de darle uso a este inmueble a lo largo de los años sin que se haya concretado ninguna. La opción de convertirlo en facultad de Ciencias de la Educación para la Universidad de Cádiz ha quedado paralizado y sin solución próxima a la vista por falta de acuerdo entre Junta de Andalucía, Diputación de Cádiz, Ayuntamiento y la propia universidad.
La plataforma Valcárcel Universitaria reclama, precisamente, que la UCA sea quien haga uso del inmueble. José María Esteban es miembro de esta plataforma y pide, no solo que el edificio forme parte del arco universitario en la capital gaditana, sino que deje de permanecer abandonado a su suerte.
Esteban cree que el escenario ideal sería «que el dinero viniera exclusivamente de lo público para hacer la universidad», pero habla también de la turistificación y gentrificación que sufre Cádiz y que eso puede ser un obstáculo en la recuperación de Valcárcel. «Si no se puede hacer por la universidad o lo que sea, que venga inversión privada y que se mezcle el uso hostelero con el uso educativo». Todo con el objetivo de ponerle fin al abandono que sufre el inmueble y de poner en valor un elemento que suma y mucho a la riqueza patrimonial de la ciudad.
Además de la conservación, estudiantes en Valcárcel servirían para dotar de vida a los barrios. «La universidad serviría para generar riqueza alrededor de las ciudades y arreglar el patrimonio», apunta Esteban que cree que «necesitamos dotar de mayor vida al barrio de la Viña y a toda la zona».
Y para que eso sea posible, es necesaria implicación, no solo de las instituciones, sino de toda una ciudad: «Lo fácil es echar la culpa a los políticos, pero todos los estamentos gaditanos se tienen que empeñar no solo en ver que su ciudad es bella, sino que su ciudad tiene que trabajarse». Para el arquitecto, «lo de Valcárcel es el símbolo de la desidia de la ciudad» y se muestra contundente cuando dice que los gaditanos «defendemos a Cádiz, pero no trabajamos por Cádiz, eso es una asignatura pendiente de todos».
Volviendo al uso universitario que se reclama desde la plataforma de la que forma parte, es consciente de las dificultades que esto entraña: «Yo sé que el Consejo de Rectores tiene que decidir, yo sé que la Junta de Andalucía es la que manda en la inversión pública en educación, pero yo creo que deberíamos haber sido muchísimo más exigentes y tener más rigor en algo que se había pensado y que se había hablado».
Y es que «hace un par de años parecía que estaban todas las partes de acuerdo en que fuera facultad de Ciencias de la Educación y, en los últimos tiempos, todas las partes han ido reculando y han dicho, bueno, pues ya veremos». «Es verdad que contamos con el hándicap de que después de la pandemia y de la crisis del petróleo en la obra pública, bueno, en la obra pública y la privada, los materiales hayan aumentado el precio casi al doble y la mano de obra igual». Esto ha hecho que el presupuesto de rehabilitar Valcárcel para uso universitario haya aumentado de forma considerable. Pero esteban añade que «eso ha aumentado el presupuesto para un para un para una universidad en Málaga o en Huelva o en Granada o en Sevilla donde parece que no hay limitaciones».
Sobre el estado del edificio, el arquitecto señala que «las grietas laterales se están abriendo». Continúa suponiendo: «Calculo que se están cayendo techos porque ya cuando entramos la última visita se había caído el techo y, porque es un edificio que no se les registra la azotea por si el agua corre o no corre». Al final, un descuido que «genera un deterioro importantísimo en un edificio, que no se va a caer porque está contundentemente bien construido como se ha construido siempre en Cádiz, pero es de vergüenza».
Esteban se muestra muy crítico con todas las partes implicadas: «En mi opinión, no es presentable lo que está pasando con este edificio». Respecto a la clase política, afirma que «la ilusión de los que nos han liderado no ha sido la que tendría que haber sido». De la Junta de Andalucía critica que se eviten los planes plurianuales, con lo cual, «limita las grandes obras y solo se puede hacer obras pequeñas, porque en un año, mientras que tú haces un proyecto, lo adjudica la obra y hace la obra, eso es imposible». Y cree que la UCA «debería haber sido mucho más firme» a la hora de defender el proyecto. Igualmente también solicita un papel más activo de la consejería de Cultura, en las tareas de conservación de un edificio declarado BIC como es Valcárcel.
Pero todo esto también es responsabilidad de una ciudad que «sigue estando a la cola, quizás porque no tenemos esa exigencia que hay que tener, que solo lo hacemos en, bajo mi punto de vista, en febrero escrita y cantada y que después no trasciende». «Nuestras quejas no deben ser cantadas, nuestras quejas deben ser defendidas día a día», concluye.