CÁDIZ

Un segundo sábado de carnaval marcado por el fútbol, el clima y la autonomía

Carnavales de cádiz

Gaditanos y forasteros apuran las penúltimas horas del carnaval oficial durante una jornada, condicionada por la lluvia, el puente andaluz y la liga santanderina

Gaditanos y forasteros se echaron a la calle a pesar del contratiempo climático MLS

Manuel López Sampalo

Cádiz

La ciudad dormía la mona aún a mediodía y los forasteros más madrugadores le tocaban el pito y las palmas para intentar espabilar a ese viejo dragón remolón que responde al nombre de Cádiz, y cuyo cronotipo se acerca más al del búho que al de la alondra.

Así, en torno a las 13 horas, apostadas en las plazas y esquinas más céntricas del casco antiguo, las primeras chirigotas callejeras, venidas de otros pueblos de Cádiz y de Andalucía, se presentaban ante la concurrencia, también foránea ‒el disfraz es el distintivo‒, y suscitaban la atención de estos turistas del humor dispuestos a rebañar lo que resta de carnaval desde primera hasta última hora.

La plaza de la Catedral, las Flores y el entorno del Mercado de Abastos lucían un buen ambiente en fase creciente a la hora del aperitivo ‒cerveza en vaso de plástico, moscatel de Chiclana, cartuchos de chicharrones y de pescado frito era lo más demandado‒, acogiendo las coplas tempraneras que fueron acompañadas, contra pronóstico, por el sol, que tampoco quiso faltar a la cita.

Los propios rayos del Lorenzo hacían refulgir las bandas rojas transversales de los no pocos aficionados del Rayo Vallecano que se dieron cita en la Tacita y, que ya, desde ayer por la tarde dejaron verse por la ciudad. Tampoco, en buena lógica, faltaban camisetas amarillas del Cádiz CF de esos aficionados locales y provinciales que optaron por hacer la previa del partido en los dominios del dios Momo.

Las pandillas disfrazadas y de mediana edad conformaban el grueso del ambiente meridiano. Más de una despedida de soltero y soltera camuflaban sus disfraces entre los que respondían a la celebración carnavalesca. Carmen, una maestra conquense de 29 años, contaba que ella y su pandilla, disfrazadas de mono, habían venido a enterrar la soltería de su amiga, caracterizada de plátano, «¡y qué mejor que hacerlo en el carnaval de Cádiz!»

Los carruseles basculan hacia La Viña y El Mentidero

Si por dentro el Mercado estaba hasta la bandera, dados sus exquisitos y variados puestecitos, por fuera estaba más deslucido a la hora del almuerzo, ya que por sus márgenes, algo atípico en los días feriados de carnaval, no desfilaba ningún carrusel de coros.

Para encontrar las bateas había que caminar hasta La Viña y el Mentidero ‒y verán que no exagero‒ donde a partir de las 13 horas los tractores encendieron motores para llevar a su majestad el tango por las esquinas de estos dos barrios castizos. Ello hizo que el ambiente se dispersase y la multitud basculase hasta el Mentidero y La Palma.

El coro de Julio Pardo, Los Martínez, y el de Luis Rivero, La Voz, eran los más seguidos por el carrusel viñero. Allí estaba Marina, una alicantina veinteañera que viene cada carnaval con sus padres, y que alucinaba con las voces y el ritmo de la agrupación de Rivero: «Es un auténtico musical pero con la chispa gaditana», comentaba esta estudiante de Medicina que se declara «fan de coros e ilegales».

En la misma calle de La Palma, en el extremo que da a La Caleta, Rafa no daba abasto atendiendo mesas y coordinando a sus camareros en el mini bar La Tabernita, atestado: «Hemos cerrado jueves y viernes por el fallecimiento de un familiar, y hoy se nos ha venido todo lo gordo encima», comentaba este simpático hostelero. «Estoy planteándome abrir lunes y martes, que habrá ambientito por el puente, para recuperar esos dos días», reflexionaba en voz alta.

Un poquito más arriba, en el famoso freidor de patatas de El Corralón, la cola crecía conforme llegaba la hora del almorzar y Chari, cada tres por cuatro, tenía que dar una voz anunciando y recordando «¡que no quedan bocadillos de pollo!», un anuncio que para muchos, que venían exclusivamente a por el clásico manjar, caía como un jarro de agua fría y optaban por abandonar la fila.

«Entre el jueves y el viernes hemos vendido lo menos 400 bocatas de pollo», calculaba esta. «Ha sido una locura, y lo que queda…», confesaba a medio camino entre la alegría y el cansancio.

En una abarrotada plaza del Mentidero, en el bar Casa Tucho, frente al que cantaba el coro de Sevilla La Fiera, el joven camarero Fali se miraba sus Skechers negras y aseguraba que tenía los pies «reventaos». «Estamos echando una semanita muy buena, pero va teniendo uno ya ganas de coger el sofá», bromeaba este.

Eventos gastronómicos y cabalgata del humor

Tortillada de camarones en Loreto, papas aliñás en La Mercé, degustación de migas en la Casa de Extremadura, panizada popular en Plocia… También eran múltiples los eventos y degustaciones gastronómicas que se repartían en espacio y tiempo por la ciudad, en la que el gañote es un gran imán.

En el barrio de Santa María, en la plaza de la Mercé, entre cervezas y aliños patateros, actuaban poco después del mediodía varias agrupaciones de concurso en un tablao colocado ad hoc. La comparsa El embrujo de Cádiz inauguró la verbena barrial dando el primer y único pase de la jornada. Muy seguido y aplaudido fue el cuarteto del Gago, Escuela taller de gladiadores El Pópulo, donde uno de sus autores, José Manuel Cossi reía sus propios chistes desde el público junto al candidato popular a la alcaldía de Cádiz, Bruno García.

A la misma hora, La AAVV de Loreto también atrajo la fiesta hasta su beduino barrio, combinando las tortillitas de camarones con las actuaciones de comparsas, chirigotas y cuartetos del concurso del Falla. Nacho y Yaneli, vecinos de este distrito obrero, agradecían «que la montaña venga a Mahoma», porque «estamos ya cansaos de caminatas para el centro o de esperar al '3', que además va hasta arriba».

Más avanzada la tarde, a las 19 horas, le llegó el turno a uno de los eventos más esperados del sábado bis: la cabalgata del humor. Ese surrealista, cutre, caótico, descacharrante y auténtico desfile que procesiona de La Caleta al Ayuntamiento. Amenazaba lluvia y miraban algunos de los participantes de la cabalgata, expectantes en el patio del CEIP Santa Teresa, las predicciones en el móvil cuando lo sencillo es mirar al cielo.

Madrileños y andaluces

A parte de los vallecanos ya mencionados, muchos madrileños se dejaron caer por Cádiz en el segundo fin de semana de carnaval. Es el caso de África y Jose, un matrimonio de mediana edad residente en Madrid, que llevan aquí desde el jueves en casa de la madre de ella, en Chiclana.

Se sorprendían por «la cantidad de chirigotas que le cantan a Madrid, a los mesetarios y Ayuso». «Este año somos nosotros los protagonistas», bromeaba Tati. Mientras Jose, colchonero hasta los muelles, se preocupaba por buscar un bar para ver a su Atleti «machacar a los merengues».

Rafa y Manu son dos jóvenes colegas del sur de Madrid que dicen haber «bajado el finde para conocer esto». «Conocía Cádiz, pero no con este ambientazo: es la hostia», decía Rafa. «Nos hemos echado unas risas con una chirigota que iban como de costureros y llevaban a Ayuso como virgen: la guasa que hay en Cai…»

Mas si se escuchaba el acento de la Villa y Corte, lo que dominaba la calle era el andaluz: el granaíno y el cordobés, por lo duro de su acento, se imponían. El puente por el día de Andalucía ha animado a muchos andaluces a venirse a las fiestas gaditanas. Por cierto, la mayoría andaban confusos con los festejos del lunes y el martes, una prórroga autonómica a la que la programación del carnaval oficial no ha llegado.

La única certeza es, y sigue siendo, la apertura de las carpas hasta el 28-F. Carlos, periodista sevillano, se preguntaba si una vez quemada la bruja Piti habría chirigotas ilegales en la calle. La preocupación de Patricia, otra plumilla pero algecireña, era si «el Kichi dejará beber en la calle el lunes y el martes». 

En fin, la noche iba ganándole la partida a la luz del día, y hasta el momento la lluvia, que pendía de las nubes, amenazante como la espada de Damocles, había concedido una tregua a gaditanos ‒resplandecientes con la victoria del Cádiz CF‒ y forasteros en su sábado de resurrección. La juventud iba tomando la calle: unos camino de la Viña a disfrutar de las ilegales más canallas y otros rumbo a San Antonio a bailar al son de la música electro-latina de Juan Magán. 

Demasiados móviles en el carnaval

Corre por Twitter una imagen muy representativa de nuestro tiempo: la comparsa de Martínez Ares cantando en el exterior del Oratorio de San Felipe Neri tras un enjambre de móviles que graban la actuación. En dicho tuit se pregunta su autora que le gustaría saber cuántos de los que están ahí grabando van a ver el vídeo aunque sea una sola vez.

Y es cierto que cada vez que uno se acerca a ver una agrupación callejera son mayoría quienes, brazo en alto, prefieren guardar el momento para supuestamente saborearlo después en la intimidad a degustarlo in situ y sin filtros que medien.

Claro que también las grabaciones que se suben a la web permiten disfrutar del carnaval callejero a aficionados que por diferentes motivos no han podido acercarse en persona. Esto es una ventaja, que ha popularizado a agrupaciones 'ilegales' casi al nivel de las del concurso. Pero tiene su contrapunto en que muchas veces ese humor corrosivo y al límite que gastan estos grupos no es entendido fuera de contexto, de ese microclima libertario que se genera en torno a la fiesta gaditana, y se forman estériles polémicas como en el caso del manoseado cuplé a Julio Pardo.

Además de servir para inmortalizar actuaciones y momentos festivos, este sábado de climatología incierta el móvil fue una herramienta imprescindible en las calles viejas de Cádiz para quienes preferían agachar el cuello y consultar Aemet en la pantalla antes que mirar arriba y barruntar según el color del cielo.

No eran pocos, también, los que seguían el fútbol, tanto el Cádiz como el derbi madrileño por los smartphones. Seguidores que, sin renunciar a nada, estaban al tanto de la última hora de su equipo a la par que escuchaban un coro y bebían moscatel.

«Menos teléfonos y más pitos de caña, carajo», sentenciaba un gadita castizo emulando el alegato antibelicista de El Pali, el de los misiles y las pavías de bacalao.

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