Cádiz
Rubén Amón: «'Tenemos que hablar' es un imperativo para recuperar la comunicación perdida»
14 de febrero
El madrileño, acompañado por el también periodista Carlos Reyero, presentó en la Casa de Iberoamérica de Cádiz su último libro donde reflexiona sobre la crisis de la conversación en una sociedad saturada de información
El periodista Rubén Amón lleva a la Casa de Iberoamérica de Cádiz su último libro 'Tenemos que hablar'
Rubén Amón: «Puede que la tauromaquia se acabe, pero no será en este siglo»
'Tenemos que hablar' es el título del nuevo libro del periodista madrileño Rubén Amón
El periodista Rubén Amón, conocido por su análisis crítico de la sociedad contemporánea, presentó su obra 'Tenemos que hablar. La conversación en los tiempos de la censura, la soledad y la tecnología' en la Casa de Iberoamérica de Cádiz ayer viernes.
La obra, publicada por Espasa, se adentra en los efectos de la hipercomunicación y el ruido digital generado por las redes sociales en las relaciones humanas.
La charla, moderada por el periodista Paco Reyero, se enmarca dentro del programa Cádiz ciudad de libro, que busca fortalecer el hábito lector y la tradición literaria de la ciudad.
-La frase «Tenemos que hablar» a menudo está asociada con situaciones tensas o incómodas en las que se anticipa una conversación delicada. ¿Por qué este título para su libro?
Este título busca ser impactante, evocando la idea de una conversación tensa o incómoda, que muchas veces anticipa una crisis, sobre todo en el ámbito de las relaciones personales. Sin embargo, mi intención va más allá de ser un manual de autoayuda. En realidad, el título es un imperativo que responde a la falta de comunicación en nuestra sociedad. La hipercomunicación y el exceso de tecnología nos han desconectado. Si habláramos más, este libro no haría falta, pero como no lo estamos haciendo, es necesario crear ese imperativo de «tener que hablar».
-¿Cómo surge la idea de escribir 'Tenemos que hablar' y cuál es el contexto que lo impulsa?
Surge a raíz de una propuesta editorial que me hizo Anna Rosa Semprún, una gran editora. Yo no había pensado en escribir un libro y, la verdad, no disponía de mucho tiempo, pero el tema me pareció muy atractivo. Era un asunto interesante y de gran relevancia, con un enfoque de investigación que me resultó muy sugerente.
A medida que fui documentándome, me di cuenta de que el momento era crucial. Este libro surge justo cuando hay una gran preocupación por el impacto que la tecnología está teniendo en la sociedad. Estoy especialmente preocupado por sus efectos en la soledad, el aislamiento y, en particular, la vulnerabilidad de los jóvenes. Hablo de los jóvenes porque aún no están completamente formados, y están siendo los más afectados por estos cambios.
Creo que es urgente que los padres y educadores nos impliquemos en una revisión de los hábitos tecnológicos que hemos asumido con naturalidad, pensando que siempre eran beneficiosos. Ya están empezando a tomarse medidas políticas, como la última iniciativa de la Generalitat de Cataluña, a través de Salvador Illa, que ha anunciado que se eliminarán las tablets y los móviles en los colegios como instrumentos educativos, ya que, en realidad, lo que hacen es todo lo contrario. Están afectando negativamente en aspectos fundamentales como la atención, la capacidad de elaborar discursos complejos y la habilidad de abstracción. Con estos tres puntos débiles, es muy difícil que una civilización pueda prosperar, cuando precisamente nuestra civilización ha avanzado gracias a la riqueza del intercambio dialéctico y de opiniones.
Hoy en día, si no tienes móvil o acceso a Internet, te sientes completamente aislado y hay que adoptar nuevos hábitos, tanto en el ámbito familiar como educativo y normativo. Es necesario crear un marco legislativo muy estricto en torno a las redes sociales, especialmente en lo que respecta al abuso de los algoritmos adictivos que explotan los mecanismos de adicción, similares a los de las drogas, al proporcionar dosis de dopamina y gratificación inmediata. Este fenómeno está generando una enorme ansiedad en la sociedad.
Por eso, mi libro responde a una coyuntura de preocupación generalizada. Es una reflexión que abarca diversos ámbitos, empezando por el de los padres. Somos los primeros que tenemos que establecer mecanismos de disciplina en nuestras propias casas, predicar con el ejemplo y transmitir lo que queremos inculcar a nuestros hijos.
-Su libro ahonda en la hipercomunicación y la paradoja de la incomunicación. ¿Cómo afectan a nuestra sociedad?
La hipercomunicación es un fenómeno donde, a pesar de la cantidad de información que circula, la calidad de la comunicación se ve muy mermada. Vivimos rodeados de dispositivos y redes sociales que nos permiten estar constantemente conectados, pero la realidad es que este constante intercambio de mensajes se aleja de una comunicación auténtica y profunda. Nos hemos acostumbrado a hablar a través de pantallas, a enviar mensajes que a menudo carecen de contexto y de emoción, lo que genera una desconexión entre las personas. Lo que la tecnología nos ofrece en cantidad, nos lo quita en calidad. Esta paradoja nos ha llevado a vivir una sensación de aislamiento, aunque estemos más conectados que nunca. El contacto humano, esa cercanía que se establece en una conversación cara a cara, es algo que hemos perdido en gran medida.
-¿Qué papel tiene la comunicación no verbal en una conversación?
La comunicación no verbal es esencial, va mucho más allá de las palabras. Cuando estamos cara a cara, la forma en que nos miramos, respiramos o nos tocamos transmite un mensaje mucho más profundo que el contenido verbal. Las conversaciones telefónicas ya limitan esta capacidad, pero lo peor ocurre cuando nos comunicamos por medios escritos o mensajes grabados, que no solo carecen de contexto, sino que nos priva de la interacción humana genuina. En ese sentido, las redes sociales aún hacen más superficial la comunicación.
¿Las redes sociales han sustituido a las conversaciones profundas?
En las redes sociales, la comunicación se ha deshumanizado. Hablamos constantemente de nosotros mismos a través de avatares que poco tienen que ver con la realidad. La interacción en plataformas como WhatsApp o Twitter ha reducido la conversación a intercambios rápidos y descontextualizados, donde las palabras pierden su valor real. Además, el carácter anónimo o distorsionado de las redes dificulta una conversación genuina, pues lo que se establece no son diálogos entre personas, sino entre personajes construidos.
En las redes sociales, la conversación pierde todo su contexto y, a menudo, se convierte en un ejercicio de narcisismo. Lo que vemos no son personas reales, sino versiones distorsionadas de ellas mismas, que en muchos casos se empeñan en presentar una imagen idealizada o, por el contrario, en proyectar una versión agresiva de sí mismos.
Las redes sociales crean entornos donde la polarización se intensifica, ya que las personas se rodean de quienes piensan igual que ellas y se enfrentan con aquellos que tienen una visión diferente.
-También reflexiona sobre la descalificación en el discurso público. ¿Es posible mantener una conversación constructiva en un entorno tan polarizado?
Es un desafío enorme. La polarización ha alcanzado niveles extremos, especialmente en la política, donde los discursos se convierten en ataques y descalificaciones más que en discusiones constructivas. En ese sentido, las redes sociales han contribuido a esta dinámica, pero no son las únicas responsables. Los medios de comunicación y, sobre todo, la clase política, tienen una enorme responsabilidad en la forma en que usamos el lenguaje. En una democracia, debemos exigir que quienes nos representan utilicen un lenguaje más respetuoso, que favorezca el entendimiento en lugar de la confrontación. El problema es que esta cultura de descalificación se ha filtrado en la sociedad, y eso hace que las conversaciones cotidianas también se vean afectadas por esa dinámica.
-Habla de la importancia de una conversación saludable. ¿Cuáles son las claves de una buena conversación?
Una buena conversación es terapéutica. La conversación tiene la capacidad de sanar, de aliviar tensiones, de ofrecer consuelo. La clave está en escuchar activamente, estar dispuesto a cambiar de perspectiva y, sobre todo, mantener una dinámica constructiva, libre de prejuicios. El diálogo socrático, con su ironía y mayéutica, es un ejemplo perfecto de cómo la conversación puede ser un espacio de reflexión y crecimiento. Además, el silencio también juega un papel crucial: es mejor un silencio reflexivo que hablar por hablar.
Para que una conversación sea genuina, debe ser abierta, sincera y, sobre todo, basada en la escucha activa. Muchas veces, nos olvidamos de escuchar de verdad, porque estamos más centrados en lo que vamos a decir a continuación. Pero escuchar, no solo las palabras sino el contexto emocional y las intenciones detrás de ellas, es crucial. Además, una buena conversación no necesariamente tiene que tener un propósito claro o un final definido. Es un proceso en el que se puede cambiar de perspectiva, aprender algo nuevo o incluso modificar nuestra opinión. El diálogo genuino se basa en la humildad de reconocer que no tenemos todas las respuestas y que podemos equivocarnos.
-¿Las redes sociales pueden ofrecer un espacio para un diálogo respetuoso?
El problema es que las redes sociales han radicalizado las posiciones. Cada usuario se refugia en su burbuja de confort, sin permitir el contacto con posturas diferentes. En un contexto tan polarizado, la empatía y la capacidad de cambiar de opinión se han perdido. Los intercambios, aunque frecuentes, terminan siendo monólogos encadenados donde no existe el verdadero diálogo. En este sentido, los políticos y los medios tienen una responsabilidad clave en fomentar un uso respetuoso y constructivo del lenguaje.
-¿Qué opina sobre el Carnaval gaditano y su capacidad para equilibrar la crítica con el mensaje constructivo?
El Carnaval gaditano es un espacio único donde la transgresión y la provocación forman parte de su naturaleza. En este contexto, las críticas pueden ser ácidas, pero están dentro de un marco de libertad de expresión y de transgresión. El Carnaval permite mostrar una parte de nuestra personalidad más sincera, algo que nos da mucha más libertad para cuestionar y criticar que en otros ámbitos de la sociedad. De alguna manera, es un momento en el que la gente se quita el «disfraz» social y muestra su verdadera naturaleza.
Por último, ¿qué mensaje espera que los lectores se lleven al leer su libro?
Mi esperanza es que las personas se den cuenta de que, para vivir mejor, necesitamos recuperar el arte de la conversación. Ya no se trata solo de hablar más, sino de hablar mejor. De escuchar, de permitir que el diálogo nos transforme. Vivimos tiempos difíciles, donde la desconexión y la soledad son más prevalentes que nunca. Pero la conversación, bien entendida, tiene el poder de curar y de acercarnos unos a otros.
Presentación en Jerez
La alcaldesa de Jerez, María José García-Pelayo, ha agradecido al periodista y autor del ensayo 'Tenemos que hablar', Rubén Amón, su participación en la charla cultural que ha protagonizado junto al también periodista Paco Reyero en los Claustros de Santo Domingo, y ha destacado la «gran acogida» de público de esta jornada.
García-Pelayo ha expresado su gratitud a ambos participantes por su reconocimiento al impulso de actividades culturales organizadas en el marco de la candidatura Jerez 2031, Capital Europea de la Cultura, un proyecto colectivo que va más allá de los límites municipales y demuestra que la cultura es un eje de transformación y cohesión social.
Rubén Amón (Madrid, 1969) es licenciado en Periodismo, comenzó a trabajar a los 18 años en la radio de Antena 3. Ha sido enviado de guerra en los Balcanes, y corresponsal en Roma y en París. Actualmente es director y presentador de 'La Cultureta' en Onda Cero, «espacio de referencia en el que se informa de las propuestas culturales más interesantes en un tono ameno», como ha explicado el ayuntamiento jerezano. Es destacado participante en la tertulia de máxima audiencia de El Hormiguero, en Antena 3; es igualmente colaborador fijo en 'Más de Uno', con Carlos Alsina, el programa matinal de Onda Cero, y también escribe en El Confidencial sobre arte, cultura y política.Paco Reyero (Sevilla, 1971) es un periodista y autor de varias obras, con una «larga y fructífera» trayectoria vinculada a la radio, la prensa y la televisión. Ha sido corresponsal en Estados Unidos para Radio Nacional de España (RNE). Actualmente es conductor del programa cultural 'El Flexo', emitido en la medianoche de Canal Sur Radio.
Paco Reyero (Sevilla, 1971) es un periodista y autor de varias obras, con una «larga y fructífera» trayectoria vinculada a la radio, la prensa y la televisión. Ha sido corresponsal en Estados Unidos para Radio Nacional de España (RNE). Actualmente es conductor del programa cultural 'El Flexo', emitido en la medianoche de Canal Sur Radio.
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