Omar Osuna

El periodista gaditano apasionado de la música que se convirtió en promotor

Omar Osuna reconoce y celebra que todo lo que ha aprendido del mundo de la comunicación le ayuda muchísimo para manejar sus nuevos proyectos

Omar Osuna Francis Jiménez

J.M.V.

Cádiz

«Estudié Periodismo en Sevilla, luego me marché a Madrid, hice un máster allí y otro de comunicación audiovisual en Cádiz. Empecé a trabajar en una tele pequeñita de San Fernando, pasé a Onda Luz, tres o cuatro años en la agencia EFE… coincidió ese periodo con la crisis de 2008 y ya empecé a ver que eso no tenía color y comencé a volcarme en la comunicación cultural».

Omar Osuna recuerdas sus grandes pinitos periodísticos y reconoce, también celebra, que todo lo que ha aprendido del mundo de la comunicación le ayuda «muchísimo» para impulsar sus nuevos proyectos.

«Para mí la comunicación ha sido todo desde el principio, yo siempre miro todo desde el prisma de la comunicación. Trabajar en redacciones, televisión, agencias… todo me ha sumado y tengo toda esa visión periodística de cómo vender los productos, los grupos, los festivales… Me ha ayudado mucho. La producción luego va por otro lado, pero la comunicación, lo que he aprendido, es clave en muchas de las cosas que hago: marketing, conocer las personas, saber cómo transmitir…», confiesa este promotor musical.

El periodismo puro y duro, para Omar, «está en un punto delicado, lleva años en ese estado, pero a mí me apasiona y lo llevo por bandera». «Me ha servido cien por cien: la música siempre ha sido mi pasión y empecé a dedicarme a este mundo desde la comunicación. Y eso lo sabéis todos los periodistas de Cádiz, os conozco a casi todos y eso también ayuda. Todos los proyectos necesitan llegar a la gente, y a la gente se llega a través de la comunicación. Es verdad que ha cambiado, se ha modernizado, y mi equipo y yo también lo hemos hecho. Yo hago las notas de prensa, las mando, os aviso personalmente de que las envío… el periodismo siempre está ahí», explica Omar Osuna con cierta nostalgia.

Inicios como promotor

Y sigue mirando hacia atrás: «Yo llevaba la comunicación de una empresa de gestión cultural y de ahí, cuando dejé ese trabajo, empecé a hacer de promotor. Los inicios fueron muy rudimentarios, yo no tenía ningún tipo de de contacto con la música a nivel profesional. Cuando empecé a hacer festivales hice uno en Puerto Real, Villarock, con tres bandas, y no tenía ni idea de cómo se hacía un festival. Lo único que sabía era que quería hacer uno. Tenía que contratar las bandas,el sonido.. pero no sabía nada más. Cuando empezamos, tenía a mi madre de taquillera y a mi pareja haciendo un poco de todo. A partir de ahí fui aprendiendo, pero a base de ensayo y de error, fue todo muy duro. El primer No sin Música lo hicimos en el patio del colegio San Felipe Neri y no teníamos ni idea. Fue con Fali Montes, que en esos tiempos tenía El Pelícano, y no teníamos ni idea de nada. Ese primer No sin Música nos gustó, aunque perdimos dinero. Y el segundo fue un drama: ahí nos arruinamos. Ese año incluso nos llovió, no sabíamos que había seguros de cancelación, estábamos acojonados y recuerdo que Amaral se puso a jugar a baloncesto conmigo en las canastas del colegio para tranquilizarme. Ha sido un camino muy bonito, pero muy duro», relata.

Y añade: «Luego el No sin Música empieza a crecer, hay promotores que son muy fuertes y nosotros éramos un grupo pequeño y tuvimos que asociarnos con gente para que nos apoyaran y no nos absorbieran. Había festivales que iban cayendo. Nosotros hemos aprendido a base de ensayos y errores. Hemos ganado, hemos perdido y la experiencia ha sido brutal. Estoy muy orgulloso de lo que hemos hecho, de lo que seguimos haciendo. Y estoy con ganas de seguir. Es un mundo apasionante. Bonito, pero muy duro. Hay que echar muchas horas y hay muchos riesgos. Había bandas que traíamos por 3.000 euros y que años más tarde costaban 80.000».

«El tema de la música es una locura. Cuando empezamos apenas había festivales y ahora los hay por toda España. Cada vez es más complicado. Fuimos los primeros que en Cádiz había cabida para un festival grande, de ese formato. Luego han venido más. Y es un orgullo haber estado en esos inicios. Recuerdo también que en esos tiempos había muchos promotores locales y no queda nadie. Yo y poco más. Se hacían conciertos en distintos sitios de Cádiz: Baluarte, Supersonic, Sala Imagina... Se hacían conciertos muy chulos y ahora los festivales lo acaparan todo y la oferta musical se ha reducido a ellos. La experiencia es satisfactoria», añade.

«Llevo en la música como 12 años. Te da tiempo a conocer a mucha gente interesante, artistas y no artistas. Y también conoces a muchos gualtrapas. En Cádiz, sin ir más lejos, hay algún que otro cáncer por ahí. Gente interesante, que te ayuda, y gente que te pone palos en las ruedas. Eso, entiendo, pasa en todos los ámbitos y en todas las profesiones. En el mundo de la música hay gente para todo», concluye Omar, con la música siempre a cualquier parte.

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