Con 'C' de Cádiz

Pepe Reyes: «A Cádiz le falta chispa, alegría, juventud; ganas de vivir»

josé reyes torrejón. funcionario y crítico taurino

Templado y profundo, este gaditano es hijo de los muchos y buenos momentos que le ha tocado vivir desde el optimismo de un amante del arte, pero con la crítica suficiente para no dejarse llevar

Pepe Reyes Torrejón en frente de la terracita de 'El Rompeolas'. francis jiménez

'Mi infancia son recuerdos en un patio de...' y justo aquí es cuando coge la pluma el gran José Reyes Torrejón (Cádiz, 1963) para hacer suyo el poema de Antonio Machado y completarlo con 'en un patio del barrio del Avecrem'. Porque al igual que los toros tienen su querencia, entrevistado y entrevistador la tienen también pero para irse por las ramas hablando de fútbol; de ahí que a cada poco que coge vuelo la conversación, ésta se vaya a la vera de un balón. ¿Qué futbolero gaditano, ya talludito, no tiene recuerdos callejeros corriendo detrás de una pelota? Y los de Pepe se detienen en su patio de la infancia, donde cuando no pateaba un balón, toreaba de salón. 'Shiolé'

Gaditano de pura cepa, la vida de este funcionario se acuna entre dos pasiones de las que no pudo vivir, pero sí escribir. ¡Y con qué talento lo hace! Sus análisis futbolísticos provienen de una cabeza privilegiada que antes de aprender sobre el noble arte del balón, lo manejó. Dicen quienes lo vieron jugar en sus años mozos, o lo sufrieron, que no llegó a más porque eran otros tiempos. Lejos de desanimarse, Pepe vivió otros derroteros y no había afición o arte a la que no se arrimase como lo hacen los toreros de verdad. O sea, arrimándose con mucho descaro y no menos clase.

Si fuera un espada su toreo sería reposado y con la calma propia del que habla bajo la armonía de una buena charla acompasada de relajados tragos y profundas caladas. Así da gusto tomarse la vida y así se la toma él, un gaditano de pies a cabeza que sabe leer a la perfección las cosas de una ciudad que él ha disfrutado y sufrido como hijo de los momentos que le ha tocado vivir. Sus palabras, ya sean escritas o al viento, son el reclamo poderoso de una persona con la que filosofar de la vida es hacerlo con la confianza de no ser robado por un tiempo que él sabe llevar con la maestría de las mejores verónicas.

-¿De qué parte de Cádiz viene y cuándo llegó?

-En 1963, en la calle que antiguamente se llamaba 18 de Julio y actualmente se llama Antonio Machado. Ahí, en el barrio que entonces se llamaba Grupo España y que ahora, universalmente, se le conoce como barrio del Avecrem. Justamente al lado del pabellón Portillo, el antiguo Portillo.

 -¿Y cómo fue esa vida de pequeño por ese barrio?

-Pues fue bastante feliz porque mi casa; yo vivía en la planta baja del patio tercero [Interrumpo].

-Es cierto que todo eso está compuesto por patios inmensos para un niño.

-Claro que todos esos son muchos patios. Son patios muy grandes y, además, de forma rectangular y de arena. Entonces, prácticamente, el campo de fútbol ya estaba hecho. Ya 'na' más que había que pintar dos porterías en las paredes, que, por supuesto, se pintaron con pintura roja. Allí, el concepto de estar en la calle consistía en jugar al fútbol permanentemente.

-Al margen del cabreo de las vecinas, lo que sí es cierto es que estaban los niños más controlados que un cangrejo en un cubo, ¿no? Algo bueno tendría el fútbol y sus balonazos. 

-Exactamente. Además daba la casualidad de que, entonces, las familias tenían muchísimos hijos. Y dio la casualidad que en ese patio y en todos los alrededores fundamentalmente la descendencia fue masculina.

-Vamos, que los equipos venían servidos.

-Prácticamente jejeje. Y, claro, se constituían partidos permanentemente. Ahí fue donde desde chico me inicié en el fútbol; yo salía con una pelota de plástico, bajaba cuatro escalones y me ponía a jugar.

-Me consta que estoy ante un gran pelotero, pero de aquellos vecinos, amigos de la infancia, ¿llegó alguno arriba?

-Bueno, justamente en una calle más atrás, vivían los hermanos Mejías, que también tenían otro patio. Yo soy un gran admirador de Pepe Mejías, que me parece el jugador más completo que ha vestido la camiseta del Cádiz en toda la dilatada historia que yo conozco. Y el hermano Salvador (Mejías) jugó conmigo en el infantil en el CGC, y ya apuntaba una gran velocidad y capacidad goleadora.

-Antes de adentrarnos en el fútbol, que ya veo que va a ser un puntal de la entrevista, dígame dónde estudió y cómo va llegando a la adolescencia.

-Yo crecí en ese patio y, ya con siete años, mi padre me apuntó en San Felipe Neri. Y en San Felipe Neri, pues también muchísimos patios, muchísimos campos de fútbol. Así que mi infancia se desarrolló entre el patio de mi casa y el patio de San Felipe. Y de vez en cuando iba a clases. Jajaja.

-Jajajaja ¿Cómo era con los libros? Si era como un servidor, siempre pegado a un balón, me da que ruina.

-Jajaja. De pequeño lo justito, lo justito... Eso es verdad. Después ya, cuando fui un poquito más mayor, digamos que en la adolescencia, me mentalicé de otra manera y me erigí en un gran estudiante. En COU saqué unas notas bastante buenas.

-¿De letras o ciencias?

-Siempre de letras. Saqué unas notas, bueno, digamos que entre sobresalientes y matrículas de honor. Esto me valió también en los dos primeros años de carrera; hice Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de Cádiz. Y en los dos primeros años estuve muy bien, pero al partir del tercero ya me dediqué a otro tipo de actividad.

-Jajaja Stop aquí. ¿Qué tipo de actividad?

-La cosa ya fue más justita porque me dediqué, bueno, a una actividad más lúdica, algo más festiva.

-Eso le iba a decir, con la llegada de la democracia me da que no sería muy sencillo centrarse únicamente en los libros. ¿Cómo fueron esos años?

-Exactamente. La democracia, bueno, en el año 78 y a mí me coge todavía en San Felipe Neri, claro. Yo tendría unos 13 años aproximadamente. O sea, la muerte de Franco me coge con 12 años; lo recuerdo perfectamente.

-Está tardando...

-Recuerdo que esa misma noche en que muere Franco cortaron la emisión de la televisión y echaron una película que se llamaba 'Objetivo Birmania', que no tenía nada que ver con el entorno; vamos, para que la gente se entretuviera. Y a la mañana siguiente apareció ya Arias Navarro, con esa imagen que ya ha quedado para posteridad diciendo 'Españoles, Franco ha muerto' y, acto seguido, lloró. Lo más llamativo de esa jornada fue que al día siguiente se va al colegio y nos encontramos con la feliz noticia de que hay diez días de vacaciones.

-¡Olé, franquista para toda la vida, ¿no? Jajajaja

-Jajaja. Recuerdo aquellos diez días como muy felices, porque eran unas vacaciones inesperadas.

-Más allá de esas graciosas anécdotas de colegial, ¿recuerda cierto temor en los adultos de la época por los acontecimientos que podrían desencadenarse tras la muerte del dictador?

-Sí, hombre, se respiraba bastante inquietud y sobre todo imprevisibilidad con los acontecimientos. Había un sector muy palpable de la sociedad, porque eso se percibía porque ya empezábamos a ser un poquito más mayores, que guardaba mucha nostalgia del régimen, de Franco. Y después, al mismo tiempo, existía una oposición muy activa y muy peleona. El riesgo de la confrontación estaba muy latente, muy latente. Entonces, se metió ETA también; fueron unos años muy complicados.

-¿Se vivió mucho en Cádiz esa tensión entre unos y otros?

-Sí, sociológicamente la ciudad se dividía, y muy marcadamente. Lo que pasa es que era una época, al mismo tiempo, de incertidumbre; era una época también de esperanza porque se veía como una posibilidad que España fuera lo que siempre se pretendió que fuera, es decir, que se acercara a Europa, que se acercara al mundo, que se abriera. Realmente fue una época bonita en ese aspecto porque se estaban descubriendo cosas inéditas para generaciones.

-Se asienta la democracia y con ella llega ese tercer año de carrera que me dice se dispersó un poco. ¿Cómo fue?

-Sí, la democracia está más o menos asentada y, claro, es un mundo nuevo el que se descubre cuando a uno sale a la calle y se da cuenta de todo lo que tiene a mano. Yo, hasta entonces, me había dedicado fundamentalmente a estudiar, a llevar una vida tranquila, a ser una persona deportista, a jugar a fútbol cuando podía y de la manera que podía, que siempre jugué. Hasta que llegó un momento en que yo vi que ese camino no lo tenía; vamos, que lo tenía ya taponado por los motivos que fuera.

-Hagamos otro stop ahí. ¿Hasta dónde llegó en el fútbol?

-En el fútbol llego a poco. Cuantitativamente, no tengo una trayectoria dilatada, ni acumulo equipos, pero fue una época muy intensa en el tiempo que estuve.

-¿Le gustaba a su padre que su hijo estuviera todo el tiempo pensando en la pelota?

-A mi padre le gustaba el fútbol. Ahora, que yo jugara más bien, no. En un principio lo que quería era que estudiara, que era la mentalidad de la época.

-¿A qué se dedicaba? 

-Pues mi padre fue un trabajador que estuvo de camarero en los cruceros Ibarra, por lo que prácticamente no lo veía; volvió a Cádiz a partir de mis trece años. Bueno, lo veía dos meses al año que venía, exclusivamente. Y después, ya una vez en Cádiz, se dedicó al mundo de la hostelería, que es lo que él conocía. Trabajó en bares; abrió bares y tal, hasta que ya finalmente se jubiló.

-Tras este paréntesis paternal, sigamos con su carrerita en el fútbol

-Yo empecé jugando en el equipo de San Felipe Neri.

-¿Fútbol once?

-Sí, ahí se pasaba de fútbol sala, que era alevines entonces, donde también jugué en algún equipito de fútbol sala de barrio en competiciones federadas. Y, ya después, me metí en el equipo de San Felipe como es lógico. La verdad es que jugaba bastante bien.

-¿Mediocentro?

-Sí, centrocampista ofensivo.

-¿Qué número llevaba?

-Llevaba el ocho, de interior derecha o el seis de medio centro.

-¿Qué futbolistas le gustaban? 

-Me gustaban los centrocampistas de clase; me gustaba Velázquez, Marcial, Gunter Netzer, que fue de los primeros extranjeros en España cuando se abrió la veda de los fichajes y lo fichó el Madrid.

-¿Parecidos a lo que sería un Xabi Alonso todos ellos?

-Ehhhhhhhh..., Eran medios volantes. O bien centrocampistas puros, que también jugué mucho de mediocentro. Lo que pasa es que el fútbol de antes era muy distinto; se le daba mucha libertad de movimiento y de conducción al mediocentro. Hoy en día es más defensivo y más de posición. Antiguamente, digamos que el jugador de más clase del equipo lo ponían en el centro del campo para que las pelotas pasaran por él. Y se le daba libertad para el desplazamiento, para la conducción, para las paredes y tal. Entonces, ese tipo de jugador que entonces existía, pues me gustaba mucho.

-¿Qué equipos que tratasen bien a la pelota le gustaban?

-Me gustaba mucho la selección de Brasil del 82.

-Hombre, con los Zico, Sócrates, Falcao... Que los eliminó Paolo Rossi.

-Eso es. Me impresionó también la selección francesa de Giresse, Tigana, Platini... Era ese corte de jugador el que a mí me gustaba. Me acuerdo que me gustaba mucho también Juan Señor, que estuvo a punto de fichar por el Cádiz, por cierto.

-Ah, ¿y eso? Cuénteme esa historia. Ese fue el del 1-1 a Bélgica en el 86 a Jean-Marie Pfaff.

-El mismo. Juan Señor era un jugador que jugaba en el Alavés, en Segunda División, y yo lo vi jugar un partido en Segunda División, Alavés-Cádiz. Y me impresionó ese futbolista porque, la verdad, es que dio un partido extraordinario y era un jugador de mucha clase. Y se rumoreó que Irigoyen estuvo a punto de ficharlo, pero por un poquito de más dinero fichó por el Zaragoza, que fue donde se hizo ya internacional.

-El golazo a Bélgica fue con la izquierda, pero no era zurdo, ¿verdad?

-No, no, era diestro. Lo que pasa es que cuando se acercaba al área, le pegaba, le pegaba con todo.

-Bueno, como sigamos hablando de fútbol podemos mandar la entrevista al guano. Dígame cuándo se percata de que no, de que no va a llegar a profesional.

-Pues nada, un día vinieron del Club Guardia Civil, no sé si te suena el CGC antiguo.

-Ni idea.

-Era un equipo que hizo el capitán Benz, un vasco de la Guardia Civil que estaba destinado aquí en el cuartelillo de la Guardia Civil; era un enamorado del fútbol y se dedicó, con el presupuesto de Guardia Civil y de los vecinos, a hacer equipos de fútbol de todas las categorías provinciales. Bueno, y rivalizaba con el Cádiz CF. De hecho, recuerdo haber jugado partidos contra el Cádiz infantil y juvenil y ganarles. Y ahí jugó un año Salvi Mejías conmigo. Estamos hablando cuando tendríamos 13, 14 y 15 años.

-¿En qué campos jugaban?

-Aquí en Cádiz estaba el de San Vicente de Paul, que ya desapareció, que era de tierra; lo que es el colegio ahora, pero dentro. Era un campo de fútbol muy bueno porque era mucho más grande que el Complejo, que también estaba. Originalmente era de hierba, de hierba natural, y poquito a poco ya se convirtió en tierra. Pero, claro, tú sabes que el Complejo es una caja cerilla, que es un campo demasiado pequeño. Pues eso, que aquí en Cádiz estaban estos dos campos; se jugaba o bien en tierra o bien en césped natural porque entonces no se había inventado todavía el cesto artificial.

-Supongo que cuando ha visto jugar a sus hijos sobre césped artificial les habrá recordado en los campos de albero y piedra donde se jugaba antes. ¿Hubiese preferido en su adolescencia jugar sobre la hierba sintética que predomina en el fútbol base de un tiempo atrás?

-Hombre, yo mi experiencia no la cambio; sé que es más difícil en muchos aspectos porque era un mundo diferente. Las superficies son diferentes, la mentalidad era diferente y el fútbol era absolutamente diferente también. Pero mi experiencia no la cambio por nada. Es más, me gusta más jugar en una tierra lisita que en un césped artificial. Me parece más natural el bote y el desplazamiento del balón en arena que en césped artificial. Entonces, me gusta más la tierra buena, cuando la tierra está lisita y húmeda, que incluso el césped artificial.

-Dice que se enfrentó al Cádiz en categorías inferiores y hasta le ganó. ¿En su cabeza estaba la idea de y si llego a ser profesional?

-Hombre, sí, sí, sí. Esa fue mi gran aspiración de la infancia y de la adolescencia. Y esa fue mi intención, pero no se dio porque, fundamental y sinceramente, me faltaban cualidades; a lo mejor no técnica, pero sí de carácter. Eso por un lado, pero por otro pienso que, entonces, en el sentido de la proyección de jugadores individualmente y de manera anónima era muy, muy difícil. Hoy día cualquier chaval que toca la pelota un poquito ya tiene tres o cuatro detrás, ya se proyecta más, ya hay vídeos, ya hay de todo. Antes era todo mucho más artesanal y mucho más cerrado. Entonces, el mundo de los apadrinamientos, en situaciones de normalidad, si tienen que coger un futbolista u otro, pues el que tenga un poquito de más influencia se lo llevan antes que al anónimo. Yo era una persona anónima absolutamente. Nunca me interesó nada más, solamente jugar fútbol. Y yo creo que eso fue una de las cosas que me decantaron.

-¿Nunca llegó a pasar por el Cádiz?

-Entrené con ellos. Y fue ahí donde me di cuenta justamente eso que te estoy diciendo.

-¿Lo de los apadrinamientos?

-Exactamente. Entonces me prometieron una serie de cosas que después no se cumplieron.

Pepe es un incondicional usuario de la playita de Santa María del Mar. francis j.

-Qué año fue eso?

-Eso fue el año 81, 82. Yo ya tenía 17, 18 años. Estuve jugando en el equipo de la Guardia Civil hasta que cumplí la edad de juvenil; después jugué un año en un equipo senior de Cádiz, pero vi que aquello ya iba por otros derroteros. Y efectivamente, ya los campos sí que eran malos. Las patadas eran ya considerables...

-Jajaja. Y vete 'pa' colmo a Ubrique, a Bornos, a Vejer...

-Eso es. Me di cuenta de que tenía que hacer un esfuerzo enorme por jugar fútbol cuando la vida ya iba por otro lado, ¿no?

-Y cuelga las botas.

-Entre este tipo de circunstancias hay una serie de lesiones, ¡que ya sé que es el tópico de todo aquel que ha dejado de jugar fútbol [exclama casi que pidiendo perdón por ser lo típico que se suele decir entre amigos cuando se recuerda el motivo del freno a una carrera deportiva]!

-Jajajajajajajaja Lo dice como si le dieran mucha carga sus amistades cuando lo recuerda.

-No, no, no, pero yo sé que es así. Que todo el mundo deja el fútbol porque se lesionó una una rodilla. Jajaja. Por eso lo pongo en el último lugar.

-Jajajajajaja

-Y pongo por delante mi falta de, o bien de cualidades, o bien de cualidades psicológicas, de aguantar el tirón y de saber moverme en un territorio que se convertía en hostil en muchas ocasiones estando yo solo, que era un chiquillo. Más que nada, yo lo atribuyo a esto.

-No tuvo tampoco esa figura paterna con la que se ven a muchos chavales yendo al fútbol.

-A mi padre le gustaba el fútbol y alguna vez que podía, pues iba a verme, claro. Pero ahí quedaba. Pero vamos, que mi padre ni se iba a interesar, ni nada por el estilo en eso. Tú sabes que entonces no es como ahora.

-El mío aprovechaba mis partidos para fumar todo lo que no le dejaban en casa. Y, vaya si agradecía no verlo metido en el partido como veía a otros padres. Me veía y le gustaba, obvio, pero desde la distancia.

-Pues parecido al mío, jeje. Total que en el CGC, hice buenas campañas, lo mismo que en el colegio. Yo, del recuerdo que tengo del fútbol, que lo he jugado fundamentalmente en términos federativos y oficiales, me quedo con lo que me dice la gente que recuerda de mí. Por ejemplo, es una alegría que compañeros míos de San Felipe, que han sido grandes jugadores, incluso algunos profesionales; o entrenadores que he tenido y que estoy convencido de que me lo dicen desde el cariño pero de verdad, me digan que 'el mejor jugador que vimos jugar en San Felipe, al margen de los que han podido llegar, eras tú; cuando jugabas y cuando estabas en forma'. Y, entonces, yo con esas cosas, pues, es con lo que me quedo.

A mí me contaron, pues entonces estas cosas eran muy enigmáticas y muy cerradas, no se decía nada, que cuando estaba en el CGC, que habían visto una carta del presidente del Sevilla ofreciendo una cantidad de dinero por el jugador Reyes para que fuera a jugar la temporada siguiente con el Sevilla. Pero como todo era tan hermético, a mí no me dijeron nada. A mí me lo comunicaron ya una vez finalizó la temporada, es decir, que no me daban capacidad de decisión. Ten en cuenta que entonces había el concepto este del derecho de retención, que eso se extendía hasta los equipos juveniles.

-¿Cómo se llama ese equipo donde finalizó su carrera amateur?

-La Palma.

-Finiquitado tema fútbol, vayamos a cómo era ese Cádiz de principios de los 80.

-Bueno, pues era un Cádiz muy diferente al de ahora, no tiene absolutamente nada que ver; era muy alegre. Fundamentalmente, lo definiría como alegre. La gente iba a pasárselo bien. Era una época de ilusión, de esperanza, de cambio. No se sabía qué iba a pasar, era todo probar cosas nuevas, pero no solamente por la juventud que teníamos, sino porque se estaban descubriendo cosas políticas y sociales que hacían que la vida fuera una expectativa permanente. También te digo una cosa, al mismo tiempo que todo eso, fue una época muy difícil también, en el sentido de que había mucha droga. Aquí en Cádiz había mucha heroína y todos conocimos a gente de mi generación, un poquito mayor, un poquito menor, que han desaparecido; muchísimos, muchísimos, por cuenta de aquellos años. También aquello generaba una inseguridad ciudadana muy grande porque los robos y las agresiones estaban a la orden del día. Había barrios donde no se podía pasar en aquella época; no se podía andar según los sitios. Entonces fue una época un poquito contradictoria; tenía sus luces y sus sombras, pero en definitiva, era una época bonita y de expansión. Era la época gloriosa de los bares en Cádiz y de las peñas. Las peñas se popularizaron, ponían el vino barato y se llenaban de gente y no había horas de cierre. Era un Cádiz diferente. La década de los 80 en Cádiz, digamos, en general, fue una época de expansión y de alegría, aunque tenía sus sombras también.

-Va viviendo a caballo entre la universidad y la calle. ¿Quién acaba ganando?

-Sí, bueno, pues en la universidad yo iba a lo justito; en la facultad me dedicaba a hacer tres cosas fundamentalmente. Hacía el equipo de fútbol, hacía las chirigotas y me metí en la tuna, como es lógico.

-Buenoooooo. ¡Las gran tríada!

-Y aparte, bueno, pues estudiaba algunas veces. Terminé la carrera de Historia, y me presenté a una oposición casual que me enteré por ahí que salió en el Ministerio de Trabajo y que me valía la titulación. Y la saqué.

-¿Año?

-Pues eso fue en el año 89.

-Olé. Cuénteme algo de la tuna.

-Pues la tuna estaba recién fundada, que precisamente era una de las cosas que se retomaban en el aspecto musical.

-¿Ahí empieza su gusto por la música o la traía ya de antes?

-No, bueno. A mí siempre me gustaba la música, de chico me gustaba mucho el carnaval.

-¿Ya no?

-Ahora ya me pesa mucho más. Lo veo mucho más reiterativo y mucho más, digamos, redundante en todos los aspectos. Y me pesa, me pesa. Antes era como más fresco, más natural. Y cuando eres chico, pues esas cosas te llaman mucho la atención.

-¿Qué copleros recuerda de su infancia?

-¡Hombre, de chico no me perdía una emisión de radio del Falla! Y ahora se me pasan las sesiones y no me entero. Recuerdo a Paco Alba, a Antonio Martín; recuerdo las comparsas, las chirigotas del Chimenea, la de los Pitirolos, 'Los tunos tunantes'... Vamos, es que te puedo cantar una canción de los que quieras de 'to' esa gente; de la década de los 70 hasta primeros de los 80 te lo puedo decir todo. Ahora, a partir de ahí, no sé nada.

-¿Llegó a salir en el Falla?

-Sí, en dos chirigotas. Yo era juvenil, pero salimos en adultos ya. Fueron 'Las hierbas salvajes del doctor Morsegué' en el año 82 y 'Las cortinas del Falla' en el 83.

-¿Quién escribía?

-Pues lo escribía la agrupación, pero José María Jurado y Manolo Rocha, fundamentalmente.

-¿Y hasta dónde llegaron? ¿Hasta el Falla 'namá'? Jajajaja.

-Exactamente. Falla, vuelta y a la calle. Eran chirigotas peculiares. 'Home', artísticamente bastante discretas, pero tenían, digamos, la esencia esa de chirigotas antiguas.

-¿Por qué solo dos años?

-Por lo mismo, por las circunstancias. Igual que me dio por salir, al año siguiente me dediqué a hacer otras cosas. Al segundo año, tras 'Las hierbas salvajes', se cambió un poquito el grupo porque ya había gente que no podía salir.

-¿No se vendrían arriba, no? Jajaja

-Jajaja. No, no, no. Eso no. De voces la cosa siempre estuvo cortita jaja. Pero con 'Las cortinas del Falla' era una chirigota que llamaba la atención porque era graciosa y tenía ese sabor antiguo. Vamos, que tuvimos una puntuación un poquito más alta y casi, casi, casi llegamos a la final. Entonces lo que había eran dos pases de semifinales. Y esa chirigota, parece ser, estuvo a punto de llegar a la final. Hay fotos y vídeos por ahí.

-¿Hubo mano negra?

-No, no, no. Al revés, ¡hubo una mano blanca que nos puntuó hasta esa altura!

-Jajajajajaja

-Pero sí, sí, sí, se barajó la posibilidad incluso. Entonces las semifinales eran una sesión de tarde y una sesión de noche que se repetía. Antes había muy pocas agrupaciones.

-¿Y nunca salió en una ilegal?

-En el año 88 hicimos una muy graciosa de Isabel Pantoja; también en la facultad hacía la chirigota siempre.

-¿Repetiría?

-Si hace falta, se sale. Jajaja.

-Bueno, se saca la oposición y empieza a trabajar. ¿Cómo fueron esos inicios?

-Yo empecé a trabajar y me llevé cinco años en Algeciras, hasta que volví a Cádiz ya en el año 94.

Pepe, pausado y con temple, durante un instante de la entrevista. francis j.

-¿Exactamente como funcionario dentro de...?

-De la delegación de Empleo, de la formación ocupacional, cursos para desempleados, fundamentalmente.

-Antes ha comentado que le gustaba escuchar la radio por el Carnaval. A los años, escribe en periódicos y habla en la radio. ¿Por qué se apego a los medios?

-No, no, no, por nada en especial. Todo ha sido resultado de la casualidad. Es más, todo empezó con la fundación del periódico LA VOZ, que tú muy bien conoces. Unos días antes, en una fiesta del colegio San Felipe Neri conocí a la directora, Lalia González Santiago, ya que compartíamos niños en la misma clase. Y allí charlando, me enteré de que iba a ser la directora y me postulé como cronista taurino si necesitaban a alguien. Yo no había escrito en mi vida una crónica, pero yo me veía con cualidades. Y, aparte, que me gustaban. Y me dijo que le diera el teléfono porque hay cosas en la vida que surgían así. Y, efectivamente, cogió mi teléfono. Empezó el periódico, y como es lógico, no me llamó. Trajeron a una cronista de Zamora, que no recuerdo ahora el nombre.

-Ni me acuerdo.

-Sí, sí, sí, estuvo varios meses. Pero, por lo que se ve, no cuajó o no sé qué pasaría. El caso es que un día me llamó Lalia, y me dice: '-Oye, tú sigues pensando lo mismo que me dijiste. -Yo sí. -Bueno, pues pásate un día por mi despacho'. Y cuando llegué me dice: 'Bueno, pues este domingo hay una novillada; cúbrela'. Ya me puse en contacto con Chapu (Apaolaza), y efectivamente fui, que por cierto, esa primera crónica que hice en el periódico La Voz de Cádiz, que fue mi primera incursión en el mundo periodístico, fue el sábado 18 de junio de 2005. ¡Y 'cuidao', que fue una disyuntiva muy gorda la que tuve porque a qué no recuerdas lo que pasó ese día?

-'Home', por favor. El Chapinazo.

-Exactamente, subimos en Jerez. Pues, justamente, ese día y a la misma hora con el partido del Cádiz estaba la novillada. Imagínate, ¿cómo le iba a decir a esta gente que el primer día que puedo escribir no voy a hacerlo porque juega el Cádiz!

-Jajaja. Ahí un hombre de palabra. Bueno, que yo sepa no fue la primera ni la última porque también le tocó perderse la última permanencia en Primera, la que se dio en Vitoria hace un par de años.

-Exacto, exacto, exacto. Y no solo esos; me he perdido muchísimos otros partidos importantes del Cádiz, pero aquel de Chapín fue sintomático porque era el ascenso. Pero, mira, nunca me he arrepentido. Y te digo más, así me quitaba de tensiones. Después me enteré que el Cádiz había ganado y felizmente; igual que ese día en Vitoria.

-¿Dónde fue la corrida?

-Pues no lo recuerdo, lo que sí me acuerdo es que era una plaza portátil.

-Fue su primera incursión en los medios, pero no la única ni la última.

-Claro, porque a raíz de escribir en La Voz conocí, de tanto ir a las plazas, a un entrañable amigo como Luis Rivas, que trabajaba en la Ser; al ser él cronista taurino de toda la vida me llevó al programa suyo de tertulias que tenía los domingos. Y lo uno llevó a la otro porque de ir a la radio pues me dijeron también que si quería colaborar con los del fútbol; y lo mismo me pasó en La Voz, donde también me dijisteis que si quería escribir de fútbol tenía las puertas abiertas. Y ahí sigo; esa ha sido mi evolución. Me dedico a escribir de fútbol y de toros, que para mí son las cosas más importantes en la vida porque todo lo demás son accidentes jejeje.

-Que le gusta escribir no es noticia. ¿No le ha dado nunca por escribir un libro?

-Un libro no porque no le veo sentido. ¿Quién lo va a leer si no lee nadie? Lo que sí me dio una época fue por hacer poemas. De hecho, me he presentado y tengo un premio nacional de poesía taurina en el año 2010. También tengo otro de relatos taurinos del 2011; me he presentado a concursos de poemas y en casi todos ellos he llegado a finalista.

-Es que le sigue faltando el padrino. Jajaja.

-No, pero llegar a finalista es hasta peor porque ya no te dejan presentarlo a otro concurso porque ya está editado y en las bases suelen estar que a los finalistas se les hace una edición. Entonces, yo tengo publicado multitud de poemas por ahí editados, pero, claro, no puedo recuperarlos. En definitiva, estas son actividades a las que yo me dedico entre una cosa y otra; como cantar, de hecho, estuve mucho tiempo en la coral universitaria; desde el 2008 hasta hace tres o cuatro años. También he estado en una compañía de zarzuela de Sevilla. En fin, que me gusta toda actividad artística. De ahí que forme parte de un grupo de amigos con los que me suelo reunir para cantar.

-No será ese con el que cantaba en Bahía Blanca hace ya más de diez años.

-El mismo. Lo del grupo de los jueves en una cosa muy particular y peculiar. Aquello surgió de un grupo de personas que se reunieron para hacer un grupo musical con pretensiones de presentarnos a espectáculos, pero aquello no cuajó del todo; y se ensayaba los jueves. Pues bien, en el momento en que aquello de desechó, unos cuantos seguimos quedando los jueves por aquello de la querencia natural de la actividad. Entonces, nos dimos cuenta que quedábamos en una terraza, porque era verano [Interrumpo].

-No me diga más, la del Proa de Avenida de la Marina, en Bahía Blanca. ¿A que sí?

-Ahí fue en un principio, exacto. Entonces, la gente se ponía a escuchar.

-Doy fe. Yo era vecino de la época y abría hasta la persiana para deleitarme de cuando en cuando.

-No eras el único; la gente se ponía hasta a aplaudir a veces. Nos dimos cuenta que gustaba; hemos estado en un sitio, en otro...

-¿Ahora en Plocia?

-Sí, ahora estamos en El Aljibe. La verdad es que lo pasamos muy bien.

-Tengo que decirle que mi madre es una de sus 'groupies'. También iba a El Terraza, en la Catedral.

-Sí, sí, puede que sepa quienes son. Vamos, es que hay gente que reserva mesa en expreso. También estuvimos en El Terraza, sí; solemos estar en los sitios hasta que hay un conflicto con un vecino.

-Jajaja.

-Claro, entonces ya hay que emigrar a otro lado. Por eso nos hacemos llamar los trovadores nómadas.

-Jajaja. Y de una tradición a otra en la que me está metido, el mítico partido rojos contra amarillos en Cortadura. Ahí es donde sigue matando el gusanillo del fútbol.

-Sí, bueno, lo que pasa es que cada vez lo puedo matar menos porque las lesiones me abruman, me desesperan; las rodillas las tengo 'destrozás', la musculatura de las piernas la tengo muy mal también y eso hace que se me reproduzcan las lesiones. Pero cuando puedo, enseguida voy.

-A ver cuándo me apunto, joe. Eso tiene un reportaje guapo de fotos.

-Y con la portería, con sus palos y su cuerda.

-Eso es todos los domingos, ¿no?

-Siempre que la marea lo permita, sí.

-¿Desde cuándo se juega ese partido?

-A ver, históricamente siempre se ha jugado al fútbol en la playa pachanguitas y descalzo. Después había unos partidos que se jugaban los sábados y domingos por las mañanas que eran permanentes; estrictamente a las 9 de la mañana; y el que quería jugar tenía que estar antes de empezar el partido.

-Eran tiempos sin móviles ni 'wasap'...

-Exacto. Y como llegases con el partido empezado ya no te dejaban entrar. Ya se ha relajado un poco el tema, pero antiguamente era así.

-Jajajajajaja

-Antes era a rajatabla, eh.

-¿Quién llevaba eso?

-Eso era de común acuerdo. Antes no se jugaba con camisetas específicas, sino que era un tumulto de colores hasta que ya se instauró que había que diferenciarse. Ahora se llega allí y se hacen los equipos.

-¿Cuándo empezó a jugar esos partidos? ¿Forma parte de los fundadores?

-No, no, no. Yo jugaba mucho los sábados, que también es parecido pero sin ser tan estrictos como los domingos, donde se juega con sus botas, sus tenis, sus camisetas y sus cosas. Y lo bonito es que la gente va a ganar el partido, quillo.

-Jajajaja. ¿Con sus piques y todo?

-Sí, sí, sí. La gente no va allí a reírse ni a charlar, no, no, no.

-¿Hay que jugar con tacos?

-Cada uno es libre de exponerse como quiera; y si eres osado también puedes jugar descalzo. Tú sabrás lo que haces... jajaja.

-Desde el paseo se ve a más gente que en la guerra. Entiendo que no hay un límite de jugadores por equipo.

-Claro, claro. Allí, según se llega, se montan las porterías, se elige el terreno dependiendo de dónde está mejor, se plantan las dos porterías y hay dos que echan pares o nones. Y a jugar.

-¿Hay tiempo?

-Tampoco, a la antigua usanza; cuando la gente esté 'cansá', pues lo típico: 'Quillo, el que marca, gana' o 'diez minutos más y nos vamos'. No hay un tiempo.

[En este momento saluda al entrevistado a un antiguo compañero de colegio y de equipos de fútbol, Ramón, que dice que la vida de Pepe «da para varias películas»]

-Ya, ya, Y me dice que no. jajaja

[Ramón, una vez presentado, se va por donde ha venido y se retoma la entrevista].

-Este me acompañaba mucho en el centro del campo; se hartaba de correr y me hacía el trabajo sucio. Un grande Mon, Ramón Cuvillo. Con él estuve en San Felipe, pero cuando me quité del fútbol también me dedicaba a hacer equipos en sucesivas ocasiones y siempre lo llamaba, tanto en la facultad, como en fútbol sala, once y fútbol siete, que se empezó a jugar a principios de los 2000 con la llegada de los campos artificiales. Este corría tapándome los huecos; era muy bueno. Pero no te vayas a creer que yo no corría, eh. La gente me decía que yo era incansable porque no paraba.

-Dejemos de nuevo el fútbol a un lado y volvamos a hablar de Cádiz, de sus alcaldes, por ejemplo. ¿Qué recuerda de los años de Carlos Díaz?

-Fue el primer alcalde electo y la verdad es que bien; coincidió con la época expansiva de Cádiz, lo que pasa es que arrastraba una leyenda porque, parece ser, era una persona muy sensata y consecuente pero que se vio un poco coartado por su mismo partido y por las circunstancias; como que le dejaron solo. Con todo y con eso, puede decirse que Cádiz creció muchísimo con Carlos Díaz. Se vivía una época feliz, recuerdo. Por ejemplo, el Paseo Marítimo se lo debemos a él; desde el hotel Playa a Cortadura. Recuerdo que durante su mandato también tenía el proyecto de Cádiz 3, que era un Cádiz urbano que abarcaría el istmo hasta Torregorda y que finalmente se desechó la idea. El recuerdo que tengo de él es bueno, fundamentalmente porque nos cogió joven.

-Le siguió Teófila Martínez.

-Bueno, abundando en la playa, a ella le debemos los focos aquellos que tanta polémica tuvieron. Jejeje.

-Se jugaba mal con ellos.

-Es verdad, es verdad. Se jugaba mal porque había muchas sombras.

-Pero no hubo nadie que no lo intentase.

-Se intentó, se intentó. Jejeje. Esos focos nocturnos que nos pusieron. Desde luego, no hay nada como el sol para jugar al fútbol. Fue una época en la que se le dio un vuelco de limpieza a Cádiz porque la ciudad estaba muy deteriorada higiénicamente y muchas casas en estado lamentable coincidiendo con los últimos años de Carlos Díaz. De ahí el cambio que se dio. Y eso que Carlos Díaz era una persona honesta, activa y emprendedora y que todo lo que hacía era por la ciudadanía, al margen de situaciones políticas.

-¿Y qué de los ochos años de kichismo?

-Bueno, fue la convulsión del populismo en su esencia instaurado en el poder. Entiendo que para su sector, la época de Kichi sería buena, pero en términos de gestión pura y dura ha dejado bastante que desear. Yo creo que el concepto que tienen muchos políticos es un error porque se equivocan en ver en la alcaldía algo ideológico cuando lo que debe ser es de gestión, de arreglar problemas al margen de ideologías. Abarcar ese cargo desde un punto de vista ideológico me parece un gran error porque son cosas contrapuestas, que no tienen sentido unas con otras. Por eso, este hombre ha querido acentuar una ideología en un puesto que no corresponde a ello y se ha equivocado.

-Y justo ahora estamos en lo contrario con Bruno, que apenas acentúa su discurso a la ideología. ¿Qué le parece lo que lleva en el cargo?

-Por lo poquito que yo le he visto de cerca, me da la impresión de que es buena persona y que tiene buenos proyectos e ideas. Pero, en fin, ya se verá cómo evolucionan las cosas porque hasta que no pase un tiempo no se puede valorar.

-¿Qué cree que le falta a Cádiz? Antes habló de la alegría, ¿diría que Cádiz es una ciudad alegre ahora?

-No. La alegría a la que yo me refería nada tiene que ver con la de la actualidad. No es una ciudad alegre porque eso se demuestra día a día en los bares, en las calles; hoy los bares están cerrados.

-Cuando no se convierten en pisos de alquiler...

-O son pisos de alquiler, exacto. O bien están cerrados porque cierran muy pronto. Entonces, no hay vida en la ciudad y al no haber vida no hay alegría. No sé si la pandemia ha contribuido mucho también a que la hostelería, en general, se diera cuenta que cerrando antes hacían la misma caja. No sé, pero un día entre semana en Cádiz no hay un bar donde poder tomarse una copa. Una cosa que en los 70, 80 o 90 era algo impensable. Mira, tengo una anécdota que siempre cuento de aquellos años.

-Al lío.

-Movidos por nuestra afición a los toros y ante la escasa opción de asistir a corridas en nuestro entorno cercano por los altos precios de las entradas, mi primo Fede y yo decidimos ir un día directamente a Madrid para presenciar una corrida de toros, de esas que se programaban en el mes de julio, con toros grandes y toreros de segunda o tercera línea. La idea consistía en ir y volver el mismo día en el coche de su padre, aunque al final lo pensamos mejor y se nos ocurrió llevar una tienda de campaña para pernoctar a la vuelta dónde decidiéramos parar a lo largo del trayecto. Así lo hicimos. De manera que volvimos a Cádiz al día siguiente, ya de noche, pues aprovechamos toda la jornada para entretenernos por el camino. Ya en la ciudad, y arribado el barrio de la Laguna dónde yo vivía, procedió a aparcar el coche en la misma calle Velázquez. Y antes de subir a casa me dijo mi primo que me esperara, que iba a comprar tabaco en un pequeño bar que aún se encontraba abierto, por lo que me quedé fuera con la tienda de campaña al hombro. Pero mi primo no salía, tardaba ya mucho más de lo que se tarda simplemente en comprar tabaco.

-Ojú.

-Hasta que él mismo salió y me dijo que entrara, que ese pequeño y muy coqueto bar estaba repleto de fotos taurinas, con las que decoraba, con mucho gusto, sus paredes. Así que alrededor de las dos de la mañana de un día de finales de julio de 1987 traspasé por primera vez el umbral del bar 'El Arcaico', lugar que se convertiría en una prolongación de mi misma casa durante, aproximadamente, los cinco años siguientes. Pero esa noche entré mirando a la pared de mi derecha, prolijamente decorada con unas fotos enmarcadas en las que, enseguida, centré mi atención, desdeñando el interés por la la zona más importante de todo bar, la barra, que se situaba a mi izquierda y desde la que, al parecer, nos miraba y escudriñaba su morador habitual, el dueño del negocio. Absorto en la apreciación de las imágenes, reparé que el hombro me pesaba, pues aún cargaba con la tienda de campaña, por lo que, sin mediar premeditación ni reflexión alguna, procedí instintivamente a dejarla caer en el suelo. Pero los hierros de la tienda, al violento contacto con el enlosado, produjeron un agudo sonido que sobrecogió a la clientela que aún conversaba en el local e hizo colmar la paciencia del dueño del bar, que hasta entonces se había limitado a contemplar, atónito, nuestro extraño comportamiento.

-Jajajajajajajajajajajajajaja

-Rompió su silencio y se dirigió a mí con lapidaria y taurina frase, con la que definió mi insólita entrada en su bar: 'Eres el único que ha entrado en esta casa al revés'. Enseguida capté qué me quería decir y la sutil metáfora taurina que encerraba, pues se dice que los toros salen a la plaza al revés cuando, rehuyendo del cite de los capotes tras aparecer de chiqueros, se dirigen a la zona contraria del ruedo. Así comprendí que mi incursión en su bar la había hecho al revés, mirando al lado contrario del cite, del interés por antonomasia, la barra. Roto ese hielo inicial de mi indiferencia y una vez captado el peculiar ambiente taurino y acogedor del lugar, entablé conversación con ese hombre. Que se llamaba José Luis, había nacido en Algar y había sido novillero en los setenta. Con él entablamos esa madrugada una prolongada, animadísima charla sobre toros, que alcanzó cotas de inaudita exaltación de una recién inaugurada amistad cuando le dijimos que veníamos directamente de Madrid, donde fuimos, ex profeso, a ver una corrida de toros, y que para aligerar gastos en el viaje, traíamos esa inoportuna y sonora tienda de campaña. Ese dato fue suficiente para que José Luis nos agasajara con la frescura de su castiza conversación y con el permanente y gratuito riego de cervezas y licores. Pues cuando entramos en su bar, esa noche, no nos quedaba ya ni un duro en los bolsillos. De allí salimos todos borrachos a las seis y media de la mañana. Y fue el inicio de una imperecedera amistad y el descubrimiento de un local de amenas tertulias, de mucha clase y de muchas risas. Del que ya no salí.

-Tenía fama ese 'Arcaico y por las señas que da me inclino a pensar que años despùés sería 'La cuchara'.

-Pues es muy posible porque 'El Arcaico' también era un bar pequeño dónde se comía y bebía bastante bien, con productos de primera calidad, y constituyó cierto referente gastronómico para el sector pudiente de la sociedad gaditana. Todos los días se improvisaban tertulias, las conversaciones casi siempre se cruzaban y constituyó una fuente de conocer gentes y de pasarlo bien. Al margen de una clientela más o menos habitual, solían aparecer personajes de postín como empresarios, políticos y personal desahogado en general. Entre ellos, recuerdo que algún día de todos los meses de noviembre hacía su aparición por el local Don Manuel Chopera, a la sazón, empresario de la plaza toros de Las Ventas y varios cosos de importancia. Venía por esas fechas una vez a la provincia de Cádiz con el objeto de apartar los toros para sus plazas, ya que nuestra provincia, entonces, era la que albergaba más fincas con ganadería brava de España. Una vez cumplimentada la labor campera acudía a Cádiz capital y se dirigía directamente ese bar, 'El Arcaico', dónde tan bien se comía y bebía, donde tan a gusto se encontraba y, sobre todo, donde tan escondido se sentía de incomodidades de periodistas, aduladores y pesados. Entraba en el local sobre las dos o tres de la tarde, se incrustaba delante de una pequeña nevera en un recoveco del mostrador, plantaba las manos sobre la barra con las que sostenía su aventajada envergadura y mantenía esa posición erguida, solemne y majestuosa hasta las tres de la mañana, más o menos. Imperturbable, las horas y la bebida parecía que no le hicieran mella. La imagen de ese vasco enorme, educado y buen conversador es uno de los recuerdos que mantengo más vivo de aquellos múltiples episodios. Entre manjar y manjar, algunas veces se ponía unas pequeñas gafas con las que escrutaba la marca y la añada de alguna buena botella de rioja. Escogida ésta con esmero, José Luis procedía de inmediato a verterla en una jarra de barro, -para mantenerla tanto a temperatura como en el anonimato- de la que daba buena cuenta mientras no se movía del lugar. Con el paso de las horas, la presencia del insigne personaje corría en ciertos mentideros de la ciudad y al punto empezaban a llegar cantaores de flamenco y guitarristas de cierto postín para proceder a unos cantes y dejar que la enorme mano del vasco arrimase a sus bolsillos algún billete de cinco mil.

-Buenos tiempos los que cuenta. No me extraña su desazón con el Cádiz de hoy.

-Lo que veo es que a Cádiz le falta chispa, alegría, juventud; ganas de vivir. También es cierto que la crisis económica es fuerte y que los precios y la inflación están desorbitadas y la vida tiene que cambiar. Pero a Cádiz le falta alegría y espíritu emprendedor también. Todo no puede ser una subvención o trabajar para el Estado; a Cádiz le falta vida y, sobre todo, iniciativa, mucha iniciativa. Y fundamentalmente, y con perdón, le sobran viejos y perros. Y faltan niños.

-Acabáramos, jajaja.

-Y te lo digo yo que soy uno de los viejos, eh. Pero una ciudad en la que se está pensando fundamentalmente más en los animales y en las mascotas, que son multitud en las casas y que cuando salen a la calle parece aquello una estampida. Y a eso súmale muchas personas mayores, que somos ya casi todos. Tenemos un problema generacional.

-¿Cómo se toma la vida?

-Fundamentalmente, hay que intentar ser feliz a mi manera y a mis formas; interpretar las cosas desde el punto de vista personal, coger el camino que a mí me parezca el correcto, no el que me marquen ni el que me digan que debo coger. La vida, al fin y al cabo, es pasarlo bien, pero pasarlo bien en el buen sentido; no se trata de estar de fiesta permanentemente sino estar relajado y contento con uno mismo. Por supuesto, intentar ayudar a las personas en todo lo que se pueda y satisfacer siempre que se pueda el ansía de belleza, de arte y de emoción. Como tú sabes, a mí siempre me ha gustado mucho el mundo del toro.

-Eso le iba a decir. ¿De dónde le vino esa afición?

-Absolutamente autodidacta. De chico recuerdo que a mi abuelo, un hombre de campo, le gustaban y yo vivía con él, que ponía en casa las muy esporádicas corridas en blanco y negro; entonces, yo me ponía a verlas con él y cuando acababa yo me iba al patio a jugar a los toros; era el único niño que jugaba a los toros en el patio; cogía un trapo y me ponía a torear de salón allí mismo.

-Olé.

-Me gustaba y ya, con el tiempo, me empecé a ilustrar por mi cuenta; leía muchísimo de toros y tengo una bibliografía bastante amplia en casa; no me he perdido una corrida de toros que he podido ver en mi vida, tanto en la tele como en las plazas.

-¿Qué recuerdo le quedan de la plaza de toros que tuvo Cádiz?

-De muy chiquitito vi un espectáculo nocturno del bombero torero; tendría tres años.

-¿Llegó a estar implicado en el movimiento que hubo en Cádiz pro-plaza de toros multiusos?

-En la comisión de la Multiusos no estuve, pero sí he vivido muchos intentos de pedir la construcción de una plaza de toros en Cádiz. El último intento más o menos serio que se hizo fue con Teófila como alcaldesa que iba a ser por la nave de Navalips, allí en la Zona Franca. Recuerdo que presentó hasta el proyecto y que lo dijo con una seriedad que prácticamente íbamos a comprar las entradas ya para la inauguración. Jajaja. Menos mal que no las compramos porque al final nos hubiera pasado lo de siempre.

-Como taurino que es, ¿piensa que sería factible una plaza en Cádiz o que ya se vería como algo trasnochado?

-Pues sí, ¿por qué no? ¡Si la mayoría de ciudades y localidades de España tienen plaza de toros por qué Cádiz no? Eso de que Cádiz es antitaurina se lo han inventado. Es más, la historia demuestra que Cádiz siempre ha sido una ciudad taurina; en la temporada taurina nacional una de las plazas más cotizadas era de la de Cádiz. Porque la plaza de Cádiz que desgraciadamente se destruyó finalmente en el año 1976 fue porque la dejaron morir, pero era una plaza comodísima, nueva e inaugurada en 1929; era la plaza más envidiada de la provincia, incluyendo El Puerto y Jerez, sobre todo por la comodidad y capacidad que tenía. Era una plaza que siempre funcionó, lo que pasa es que por intereses personales y políticos se dejó ir en cuanto hubo unos pequeños problemas estructurales y arquitectónicos; en ves de arreglarlos lo dejaron ir. También hubo muchas traiciones de empresarios y de políticos hasta que ya al final no hubo más remedio que derribarla cuando no había más remedio. Vamos, que la dejaron morir, realmente.

-Como esta entrevista, que me veo aquí hasta la puesta de sol, Pepe. Un placer.

-Igualmente.

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