con 'C' de Cádiz
Pelayo: «A Cádiz le debo absolutamente todo»
Pelayo García Borbolla. Hostelero
Esta semana será nombrado hijo predilecto de una ciudad a la que ha servido desde que dejó los estudios para aprender de su padre una profesión de la que todavía hoy disfruta
Este martes 10 de diciembre, a las siete de la tarde, en el Palacio de Congresos, Pelayo García Borbolla (Cádiz, 1958) será nombrado hijo predilecto de una ciudad que si es rica por algo lo es gracias a personas como él. Descendiente de un cántabro, este gaditano de 'Cádi, Cádi' descartó muy pronto, mejor dicho, fue descartado muy pronto por los libros para echar una mano a su padre al frente del bar Terraza, todo un mito viviente de la hostelería gaditana. A base de mucho trabajo, el bar fue pasando de taberna para gente de la mar con más tiros 'daos' que un tanque a un emblema gastronómico de la ciudad con la llegada de la democracia. Hasta hoy, que una vez traspasado de manos se respira la misma esencia de siempre gracias al que acabó siendo su mano derecha en el negocio y hoy amigo.
Precisamente, Pelayo me cita, a golpe de lunes, en su lugar de reunión matinal, la Cepa Gallega de la calle Plocia, donde se desarrolla esta entrevista, que como no puede ser de otra forma cuando uno se rodea de gente divertida e interesante está salpicada con las historias, anécdotas, recuerdos y todo tema de actualidad que se ponga sobre la mesa de una tertulia de lo más simpática y ocurrente. Vamos, esas reuniones de las que cuesta un mundo escaparse dada la comodidad y educación con la que se es tratado y, por supuesto, por los temas que se tocan y cómo se tocan. Visto lo visto, es fácil de imaginar porque a Pelayo se le echa tanto en falta en su propia casa. La cosa empieza en cuatro y acaba en tantos que hasta el establecimiento bien podría colgar el cartel de 'no hay billetes'. Por ahí pasan infinidad de entrañables personajes del Cádiz de siempre, ese en donde la elegancia no está reñida con el cachondeo y el saber estar. Desde Félix, el anterior propietario, y su mujer Alfonsa hasta Rafael el Alemán, que 'ni se llama Rafaé ni es alemán', pasando por Carlos Navarro, Salvadorito, el pintor Pepe Baena, Luis Machuca, Lolo Bustelo y un sinfín de gente espléndida que no duda en despistarse paseando por Plocia para ponerse al día de las cosas que se tercien por hablar y que tan de sí dan que no son pocas las veces que incluso con la baraja a medio echar siguen disertando sobre ellas en la calidez de este histórico ultramarinos provisionista de buques.
Y ahí, agenda en mano, está Pelayo, nexo de unión y entretenimiento como él bien dice. «Me alegran las mañanas», comenta sobre su círculo más cercano, ese que también suele frecuentar la tienda de motos y viandas de gran calidad que tiene desde hace catorce años en la gaditana calle Cobos. Toparse con cualquiera de estas tertulias es entrar en un libro abierto para cualquier gaditano que quiera instruirse en lo que fue, es y será una ciudad que dominan con la soltura propia del experto. Pero nada de esto hubiera sido Pelayo sin su mujer, Ana, sostén imprescindible de un empresario hostelero que todavía hoy se pregunta que qué ha hecho para ser hijo predilecto de una ciudad que ama. En su pregunta está la respuesta.
-¿Quién le comunica lo de que va a ser Hijo Predilecto de Cádiz y qué se siente al recibir tamaño honor?
-Pues me lo comunicó nuestro señor alcalde Bruno, y hombre, fíjate tú, pues en un principio no me lo creía, después me puse 'agobiao' y ahora ya estoy un poquito 'mejó'.
-¿Qué cree que ha hecho para obtener dicho título?
-Yo siempre he pensado y he dicho que la vida es suerte, y siempre digo que hay que comprar la lotería 'pa' que te toque, pero que es suerte, suerte. Entonces, ¿el qué he hecho? Pues no lo sé, al verdad, porque merecer, yo creo que hay muchísima gente que se lo merece más que nosotros, seguro.
-Pues yo siempre he dicho que uno la suerte se la tiene que trabajar. ¿En dónde ha estado esa suerte pues?
-La suerte ha sido que estos señores, por tener el ayuntamiento tan cercano (al bar restaurante El Terraza), pues siempre han ido con prisa, mal comiendo, pero siempre han comido allí, a la bulla. A la bulla, en una tortillería, esto, lo otro, y allí han comido todo, todo.
-Hablamos del Terraza, claro.
-Claro, claro. Me refiero a eso, que por estar tan cerca del ayuntamiento por ahí han pasado siempre de todos los colores. Y siempre a la bulla; una tortillita 'liá', esto, lo otro y así, allí han comido todos, todos, el ayuntamiento entero; el PSOE, el PP, todo. Entonces, pues hemos tenido una relación muy buena con ellos, y yo creo que, hombre, de ahí viene todo.
-Bueno, de ahí viene todo lo dirá usted. Vayamos a su todo, a sus padres, sus hermanos, su familia.
-Pues mira, descendemos de Santander tal y como indica Borbolla, mi segundo apellido.
-Algo me olía yo del norte porque lo de Pelayo me llevaba a Asturias.
-Bueno, nosotros somos cuatro hermanos y nacimos todos aquí en Cádiz. Mis padres eran los dos de Santander. Mi padre vino a Cádiz a trabajar con 13 años, a la Bella Sirena.
-Trece años y a trabajar.
-Sí, en aquellos tiempos eso era así; venían de Chicuco.
-¿Qué sería hoy La Bella Sirena?
-Justamente, sería el trasero del edificio del Fénix, donde está este sitio de carnes...
-El Puntaparrilla.
-Ese. Pues La Bella Sirena era un bar-restaurante en aquellos tiempos muy conocido de Cádiz; tenía dos plantas, se hacían comuniones, bodas, en fin, que era bastante reconocido.
-¿Y lo montó su padre?
-No, no, no, mi padre vino a trabajar ahí con trece años. Entonces pues llegó un momento en que entre ellos, entre los de Santander se ayudaban mucho, mucho. Entonces cuando mi padre ya cogió una experiencia y tras pasar unos cuantos años trabajando con ellos y tal, pues se independizó. Pero por supuesto, con toda la ayuda de este hombre de La Bella Sirena, Jesús Mantecón.
-Vayamos a sus recuerdos de ese Cádiz de su infancia. ¿Tiempos duros?
-Bueno, nosotros somos cuatro hermanos y no podemos decir que hemos vivido mal. Ten en cuenta que ya no era posguerra, era otra cosa ya a principios de los 60. Ese Cádiz era, te lo voy a explicar, muy fácil. Entonces teníamos el bar Terraza.
-¿Lo montó él?
-Claro, cuando se independiza de La Bella Sirena, se vino, pero muy poco tiempo, a la calle Pelota, al Mar del Plata, y en nada de tiempo se fue a la catedral.
-Menuda oportunidad, ¿no?
-Es verdad que vio el sitio, pero hombre, en aquellos tiempos tampoco la catedral era lo que es ahora ni mucho menos. Y entonces, pues, empecé a ir para allá a trabajar porque lo que he dicho antes, era en otros tiempos.
-Uy, uy, uy. Me da que los estudios... Bueno, me hablaba antes de su familia...
-Nosotros éramos cuatro hermanos, dos en San Felipe Neri y dos en la Torre Tavira, fíjate.
-Dos hermanos y dos hermanas.
-Eso es, mis hermanas, en la Torre Tavira y los dos varones en San Felipe. Y mi padre lo que trabajaba eran los tres meses de verano y en la Semana Santa porque en aquellos tiempos todo era otra cosa. Aunque en esos años había dinero, se pagaban pocos impuestos, en fin, iba la cosa muy bien. Por eso, a tu pregunta de malos tiempos, esos yo nos lo vi ya. Apenas tengo recuerdos de la posguerra; vamos, que no la he vivido.
-Siendo un chaval y de padre hostelero, ¿tenía en su cabeza que su futuro sería detrás de una barra o atendiendo un bar?
-De ninguna manera. Bueno, como te he comentado, en casa éramos dos varones y dos hembras. Los dos varones en San Felipe Neri. [Interrumpo].
-¿En el del centro o en el de la avenida ya?
-Empezamos aquí (centro) y después para allá. Mi hermano mayor era un crack y acabó siendo ingeniero de caminos, canales y puertos. Y yo, que era un desastre, pues me echaron, siempre lo digo, por repetir, porque no se podía en San Felipe. Así que suspendí y me echaron a la calle.
-Jajajajajaja. Eso sería porque es muy de 'Cádi, Cádi' y no le gustaría PuertaTierra.
-De Cádi-Cádi, de la calle San Juan de Dios. Entonces, qué pasa, que coge mi padre y me dice: 'A ti qué te pasa, ¿que no quieres estudiar? Pues a trabajar'. Entonces me metíó a trabajar y me saqué el bachiller en el Columela mientras trabajaba en El Terraza. Y mi padre, loco de contento, porque lo que quería allí era otro ayudante de confianza y eran otros tiempos.
-¿Y su madre?
-Uff, eso fue distinto porque la pobre tenía unas broncas conmigo...
-Jajajaja. Cuéntelas, cuéntelas.
-No es que me pegara, pero que me asustaba, me asustaba. 'Vas a ser un pordiosero, te veo el día de mañana fregando vasos y platos' me decía.
-Bueno, no le ha ido mal, ¿no? Porque alguna vajilla que otra habrá fregado hasta hace no mucho...
-Claro, claro, y a eso iba. Entonces, la verdad es que los tiempos han cambiado. Antes, como te comentaba, cuando empecé a trabajar, en El Terraza eran broncas diarias porque la clientela era otra clase de clientela. La gente se emborrachaba. Venían muchos barcos del muelle y había unas broncas que no veas entre la gente. Pero ahora, pues fíjate, ahora la gente hasta estudia como se está viendo con grandes estudiosos que se meten en la hostelería. Entonces yo, como te decía, a mi madre la tenía en El Terraza, ya muy mayor, con 84 años y sentadita en una ventana se me ponía a doblar servilletas; ya la pobre ni atinaba, las doblaba al revés.
-La recuerdo, la recuerdo.
-Entonces yo me iba para adentro y le decía: '¡Todavía no me he 'arrepentío' de no haber 'estudiao'!'. Y salía detrás mío la pobre, pero con una alegría porque, hombre, se daba cuenta de que eran otros tiempos y de que el Bar El Terraza se vino arriba, se vino arriba.
-Jejeje Muy entrañable. ¿Cuándo se hace cargo de El Terraza?
-Pues mira, un poquito antes del 92, que fue cuando se terminó la obra de la Plaza de la Catedral, que ahí fue la crujía más grande.
-¿La?
-La crujía más grande porque en aquellos tiempos ya estaba la cosa mal. Y entonces le dije a mi padre que había que hacer algo porque si no es que nos íbamos al traste. Date cuenta que el cambio de la Catedral ahora es impresionante, pero en aquellos tiempos tenemos que darnos cuenta que el centro comercial de Cádiz era la Plaza de la Catedral. Almacenes Barcelona, Paños Pacheco, Lord John, Tinoco, Eutimio..., todo aquello era el centro comercial. Ahí venían los coches, aparcaban en la Catedral, que muchas veces me juntaban dos o tres coches en doble fila y yo los movía. Aquello era el centro comercial de Cádiz. Y claro, ¿qué pasa? Que cuando se corta eso, al principio hubo un parón muy importante, tanto con la obra como después de la obra porque dejó de venir muchísima gente a ese centro comercial. De hecho, ya no existen tiendas de nada de ropa. Muchas veces cuento que don Carlos Díaz me dice un día: 'Pelayo, tú tienes que pensar en que el día de mañana esto va a ser todo bares, todo bares, porque la Catedral ya no va a ser lo que has visto hasta ahora'. Y yo para mí decía; 'Este hombre está loco, ¿cómo va a ser bares si esta gente para vender un pantalón nosotros tenemos que vender diez millones de cervezas!'. Y mira ahora. Efectivamente, el hombre tenía muchísima razón. Pero claro, en el intervalo ese de entre cambiar el centro comercial a lo otro, también pasamos momentos duros.
-Antes de hablar del primer alcalde democrático, me decía que tuvo una conversación con su padre debido a las obras. ¿Cómo fue?
-La conversación con mi padre fue esa, que había que cambiar y entonces mi padre, que también tenía mucha categoría, dio un paso atrás y me dice: 'Venga, pues palante'.
-¿Qué edad tenía cuando coge el mando?
-Tendría yo 34 años.
-¿Y qué cambios le da a El Terraza?
-No, pues cambio ninguno. De hecho, el bar Terraza sigue igual. ¿Cambio?. Pues la suerte, otra vez la suerte.
-¿Y eso?
-Porque resultó que a don Carlos Díaz le da por ir a desayunar al bar Terraza. ¿Qué pasa? Que al principio de la democracia se empezó a saber que 'uhhh, el alcalde de Cádiz. El alcalde de Cádiz va al Terraza no sé qué', se decía por ahí. Y claro, ahí que va 'tol' mundo a desayunar al Terraza; empezando por la gente del ayuntamiento. Venían los chavales de los colegios a saludar al alcalde, y empezó aquello pum, pum, pum, pum, pum con el alcalde, el alcalde que se llenaba. Empezaron ya a entrar también, 'tol' mundo de los negocios, de los bancos, 'tol' mundo del Obispado, y ya empezamos a coger un auge que no veas; después también lo seguimos con Teófila Martínez.
-Además, medio paisana.
-Exacto, es también paisana nuestra y ella siguió haciendo lo que el anterior alcalde. Ella venía, comía en dos minutos, echaba tres o cuatro broncas y se volvía a trabajar.
-Jajajajajaja ¿Qué comía para tener esa vitalidad que aún mantiene, joe?
-Nada, una tortilla francesa 'lía' y adiós. Tortilla liada y adiós porque la mujer siempre estaba de un lado a otro trabajando.
-Eso tengo entendido, que no para quieta y que echa más horas que el reloj
-Te podrá gustar o no, pero el trabajo que tenía esa mujer era tremendo.
-Y de ahí a Podemos. ¿Qué me dice del que llegó?
-Hombre, yo a nuestro alcalde, don José María, la verdad que lo he conocido poco tiempo, pero los dos primeros años fueron constantes, constantes, constantes.
-Empezó con ganas, ¿no?
-Hombre, estuvo menos tiempo en la alcaldía y hemos tenido menos contacto que con otros. Y, ojo, el que hemos tenido con él ha sido muy bueno.
-Carlos Díaz fue el primero de muchos en ir a El Terraza.
-Totalmente. Vamos, me acuerdo que en aquellos tiempos era el punto de reunión. Tanto venía Barroso, como venía Pacheco, como venían 'to' los alcaldes de la provincia, en fin...
-Y es verdad eso que dicen de que un hostelero vale más por lo que calla que por lo que dice.
-Eso seguro.
-¿Se ha enterado de muchas cosas en esos reservados? Porque entiendo que en muchas de esas comidas acabaría como uno más en distendidas sobremesas.
-Sí, sí, hombre, claro que sí. Nos hemos enterado de muchas cosas. Hemos hablado poco porque, además, eso tiene las piernas muy cortas. Porque si tú hablas de uno, rápidamente van a hablar también de nosotros. Y nadie nos puede decir que hemos hablado nada de otro. Nadie, nadie. Y otra cosa que digo también mucho es que contra menos cosas te enteres, pues mejor también, ¿sabes?
-Jajajajaja. Gran verdad.
-Sí, porque muchas veces, aunque no es el caso, pero, mira, te evitas de hablar. Ante todo hay que tener prudencia. Me ha pasado que alguna vez, a lo mejor también, he tenido un camarero que ha pedido un favor o tal, una entrada. Y he tenido que cogerle por detrás y decirles: ¡¿Ustedes me han visto a mí alguna vez pedir un favó? ¡¡¡¡Una entrada!!! ¿Me habéis visto alguna vez pedir algo...! ¡Chiquillo, si no lo hago yo, ¿cómo tenéis ustedes esas libertades?'
-¿Le gustaba la hostelería o fue obligado por las circunstancias?
-A mí lo que no me gustaba era estudiar jeje.
-Jajajajajajaja
-A mí lo que me gustaba era jugar a pelota, trabajar no me importaba.
-¿Le pegaba a la pelota? ¿Era bueno?
-Sí, sí, hombre.
-¿Dónde ha jugado?
-Bueno, no he jugado a un nivel grande; jugaba más en San Felipe y en el Instituto Columna. Y ya está.
-Vamos, que entró con ganas en El Terraza.
-Yo me desenvolvía bien.
-¿Dónde le gustaba más, en la terraza, detrás de la barra?
-A mí me daba igual. Además, una cosa muy importante en el gremio nuestro, y cada vez es más importante, es que el que empieza de abajo, vamos, limpiando el suelo, limpiando vasos, tocando la cocina... Sobre todo en la cocina, hoy lo que más miedo puede tener un buen hostelero es que se le vaya un cocinero porque es que te destroza. ¿Qué pasa? Pues que nosotros hemos tenido cosas de que o se nos han jubilado, o se han ido, o lo que sea, y ahí está el tío, que sabe cocinar.
-El tío es Pelayo, claro. Jeje.
-Exactamente. Entonces, hay que tocar 'to' los palos. Y entonces, ¿qué me gustaba más? Pues me gusta todo, .e gusta todo. Y como me desenvolvía bien, me desenvolvía bien, pues ahí está. A la vista está que, hombre, ¿por qué tantas horas trabajando? Pues tantas horas porque estaba a gusto también. Hemos tenido una clientela que no ha sido clientela, han sido amigos. Y hemos tenido a los mejores, desde los rectores de Universidad al taxista pasando por todos los gremios; más allá del oficio o profesión, de personalidad hemos tenido a los mejores. Y yo me he pegado horas y horas porque estaba a gusto, porque si no hubiese estado a gusto, yo no hubiera 'aguantao' el tirón.
-Todo tiene un fin y el suyo como propietario del Terraza llegó hace poco. ¿Se ha preocupado de que mantenga su esencia el restaurante? Cuénteme cómo fue el traspaso del que habló todo 'Cádi' del buen comer.
-Pues mira, en un principio iba a ser una franquicia. Entonces, hombre, las franquicias eran unos señores de Madrid, eran...
-¿De qué era la franquicia?
-De mariscos, calamares y cosas de esas. Entonces, eran unos señores de categoría, pero, claro, una franquicia a mí tampoco me llenaba, especialmente por nuestra clientela, ¿no? Y otra franquicia en la la Plaza de la Catedral...
-Pereza, sí. Siga, siga.
-Entonces, el encargado que teníamos, Carlos, una persona de mucha categoría, pues le salió otro trabajo y le aconsejé que se fuera porque no lo veía en una franquicia, la que, por cierto, quería contar con él desde el primer momento. Entonces, Carlos, cogió y se fue. Pero después lo de la franquicia falla por culpa de la estructura y el permiso de obra; el caso es no sale a pesar de que estos señores se habían dejado un dineral en el proyecto. De hecho, vinieron gente de todos sitios; carpinteros, arquitectos, peritos. Y falló porque no podían hacerlo; se vino abajo el tema y por mediación de Emilio Trigueros, cogimos conversación con estos señores de Madrid, con la empresa Remigio. Total, que tuvimos una reunión en Madrid, es más, fuimos a ver al Atlético de Madrid - Cádiz donde, por cierto, nos encontramos con medio Cádiz, entre ellos, con nuestro presidente del Cádiz CF. Y allí en el estadio, en un bar que tienen allí de categoría me dice este hombre que quiere al encargado que yo tenía antes: Carlos Navarro.
-Y lo tiene que repescar.
-Entonces, lo rescatamos para los nuevos propietarios, que son unos señores que se han portado de categoría; lo que sí les exigí es que tenían que respetar la antigüedad de todos los empleados que teníamos. De hecho, después de un año ya casi, falta un mes, siguen todos los mismos empleados, siguen los mismos proveedores, que ya eso es cosa de ellos, siguen los mismos clientes.. Y le están echando mucho arte al tema.
-Y eso que gana 'Cádi'. Vayamos con las motos, Pelayo. ¿Eso cómo fue?
-Pues mira, lo de las motos... Seguimos con la suerte.
-La suerte hay que trabajarla, eh.
-Bueno, y 'comprá' lotería. Y nosotros compramos jejeje. La suerte es que hace unos catorce años, mi yerno, que tiene su carrera, se quedó parado. La niña trabaja como doctora, pero a mí esas cosas no me gustaban mucho. Jajajaja. Así que un concuñado que tengo, que también lo echaron de la empresa por la crisis, estuvo medio deprimido y como yo tenía las motos y el local pues cogí y pensé en eso. Entonces monté una tienda donde vendíamos souvenirs.
-¿Hace cuánto la abrió?
-Pues fue hace catorce años que se abrió; vendíamos latas y se podían ver las motos y tal, tal, tal, tal.
-Y con su pequeña barrita y sus mesitas. La verdad que el concepto es cojonudo.
-Claro, una pequeña barrita para degustar las cositas de aquí, latas, chacina... Entonces yo pensé que si me falla un día lo del souvenir, bueno, pues venderé latas, que me fallan las latas, bueno, pues venderé souvenir. Y la verdad es que no es que fuera bien, bien, bien, porque ellos no tenían idea (de hostelería), pero yo estaba encima de ellos, pero aparte, ellos también tenían su arte.
-Es como cliente y persona se valora más eso, el arte, la educación y las buenas maneras que un gilipollas por muy profesional que sea. Eso es así.
-Pues eso puso Abel, mi yerno; le ponía desde el primer mucho empeño, se preocupaba de tener cosas buenas, investigar todos todos los productos de Cádiz y tal. Y Antonio, pues, era un poquito más relaciones públicas. Y la verdad es que sí, que se han sabido comportar perfectamente. Además, ya con el tiempo mi yerno encuentra su trabajo, está trabajando y el otro se jubila. Y ahí viene otra vez la suerte. Yo, con mi edad, se me vino muy grande el bar Terraza.
-No me creo yo eso.
-Sí, hombre jeje. Nosotros tenemos tres hijos que están súper bien.
-Al margen de la hostelería, ¿no?
Al margen de la hostelería, sí. Yo ya no tenía necesidad de eso y ¿qué hago? Pues me vengo para la tienda porque tenemos la suerte de que Emilio (Trigueros) nos presenta a esta gente y se puede hacer la gestión (de la venta del Terraza). Me vengo a la tienda y ya es otra vez un poquito más...
-Jajaja. ¿De Guatemala a guatepeor?
-Claro, lo tenía como un hobby y la verdad que últimamente se me está complicando un poquito de trabajo. No tiene nada que ver tampoco, porque cerramos los domingos y los lunes, martes y miércoles abrimos mediodía, pero se me está complicando, se me está complicando jajajajaja. Pero vamos, gracias a Dios.
-¿Cuántos son ahora mismo en las motos?
-Somos tres o cuatro, según los días.
-Vamos, que quería matar el gusanillo con las motos y como se descuide va a pasar al revés. Dios no lo quiera, claro. Jajaja.
-Jajaja. No sé si el gusanillo o mi mujer jajaja. Pero, bueno, como se suele decir sarna con gusto no pica. Porque la verdad es yo estoy muy a gusto, porque además, más que nada, los clientes son amigos nuestros también. Como es más pequeñito, pues lo tenemos mucho más 'controlao'.
-Olvidemos por un momento la hostelería. ¿Qué le gusta hacer un día sin trabajar?
-Tenemos un campito también en Chiclana donde tengo yo mis cositas; me gusta arreglar el campo, cuando viene el buen tiempo siembro mis tomates junto a un señor que me ayuda. Y nada, me gusta estar con mis amigos, con mi familia, que cualquier día me van a echar. La tengo un poco 'preocupà' jajaja.
-No será 'pa' tanto.
-Ya me dicen, '¿tú te acuerdas que tienes familia?' Y es que ya no son los amigos, ya es que es el trabajo, claro. Es lo que te decía, se me está complicando un poquito la cosa, a ver cómo, a ver qué solución se le busca.
-Bueno, eche menos horas, ¿no?
-Menos horas, claro. Pero, ¿cómo se hace eso? Es que llega el momento de cerrar y tú les dices; apagas una luz, apagas la otra luz, apagas otra, pero...
-La gente no se va.
-¡Encienden la linterna de los teléfonos!
-Jajajajajajajaja Doy fe, doy fe.Volvamos a los inicios. Santander y Cádiz unidas por los chicucos. ¿Cómo le dio a su padre por venirse? ¿Tanto era el ancla en Cádiz con Cantabria?
-La colonia era bastante grande, y como te digo, salían todos colocados porque trabajaban muchísimo. De hecho, aunque también se van perdiendo, todos los nombres que hay y que hubo vienen de allí; Río Saja, el Nansa, el pequeño Nansa, el Sardinero, la Flor de Carriedo, todos esos nombres de bares provienen de allí que salían de empresarios que tuvieron que trabajar mucho. Mi padre se vino con trece años con un familiar, que era un primo lejano de mi padre. Yo soy de Cádiz, ¿eh?
-Sí, sí, sí, tranquilo, tranquilo. La siguiente pregunta iba por ahí, pero acabe primero.
-Te iba a decir que hay un libro, El Montañés de la Esquina, que está muy bien y habla de los chicucos y de todos los santanderinos que venían a trabajar y tal, tal, tal, tal; por supuesto, decía que eran muy trabajadores.
-Incluso no solo bares o chicucos porque tengo un amigo de padre cántabro, los Fernández Abelleira, que montaron una zapatería.
-Exactamente, también. Por eso, lo que sí quiero decir también es que también iban mucho de vuelta, se quedaban con los buenos, ¿eh? Jejeje. Claro, es que lo de Santander eran muy trabajadores, pero los empresarios se quedaban con los buenos y los demás se tenían que ir.
-¿Qué tiene su carácter de norteño?
-Pues mira, de norteño tengo a mi hermano, que como te digo fue ingeniero de camino. Nació aquí en Cádiz, pero entonces solo se estudiaba la carrera en Madrid, Barcelona y Santander. Entonces, claro, como teníamos familia en Santander, pues él la hizo allí. Él conoció allí a su señora, se casó allí y ya vive allí y, de hecho, se ha jubilado este mes, Fidel se llama, con 70 años. Mi hermano es de la edad de la apertura del bar Terraza, del 53. Entonces, a lo que me preguntaba, en verdad, toda mi familia era de allí; mis tíos, mis primos, todos. Ya tíos no nos queda ninguno, y primos sí, y nos llevamos bastante bien con ellos. Tenemos mucha relación.
-Pero me refería al carácter. Las malas lenguas no hablan muy bien de los cántabros. Es más, se les suele denominar los cantabrones por eso de que tienen mucha malaje. ¿Qué me dice a eso?
-Nos adoran, nos adoran. A nosotros, a los de Cádiz, nos adoran. Será por, no sé, por la cantidad de ellos que han estado aquí trabajando, per nos adoran. Mi familia... ¡Oju, que viene el de Cádi, el de Cádi', Cada vez que vamos allí, se desviven. Es verdad que tienen un carácter... No sé, como que necesitan más tiempo, necesitan más tiempo para conocer a la gente que nosotros. Pero son buenos, son buenos.
-Para ir acabando, veo que su jubilación se la está planificando mal porque no para de trabajar [Interrumpe]
-Sí, sí, sí...
-Jajajaja Pasados los años, ¿qué cree que le ha dado Cádiz?
-Pues Cádiz me lo ha dado todo, todo, todo. Cádiz nos lo ha dado absolutamente todo. Nuestros tres hijos han estudiado sus carreras. [Interrumpo]
-¿Nunca le dio por aconsejar a ninguno de ellos que siguiera con la tradición hostelera?
-Nunca jamás. Tengo la mayor, que es doctora, que trabaja aquí en las residencia. El segundo que es ingeniero informático y que trabaja en la City en Londres. Y la pequeñita que vino y que tiene solamente 24 años, pues trabaja en una empresa de datos en Madrid. Y la verdad que, ¿cómo voy a decirle yo que se meta en un 'fregao' de estos? Lo mismo digo que para tener el negocio nuestro tan personal, porque hay otros como hoteles, bares o restaurantes que no son tan personales como el nuestro. El nuestro lo hemos hecho muy personal. Y como tu señora no te ayude, es que a mi mujer, Ana, la he tenido totalmente introducida en nuestro trabajo, en nuestros niños, en todo. Y ahí entra también la suerte de haber encontrado a una mujer como la mía, una persona que lleve el ritmo tuyo, con tus broncas porque te la tienen que echar por 'coone', pero sin duda Ana ha sido el pilar de nosotros.
-Pues con eso tan bonito como sincero vamos a terminar y seguir con sus amigos de tertulia.
-¡Perfecto!