con 'c de cádiz

«He luchado lo que soy; está claro, pero Cádiz me ha brindado la oportunidad»

alberto ramírez perdomo. jefe de cocina

Lleva adelante una de las cocinas más rica en sabores de la gastronomía gaditana después de madurarse durante años que lo llevaron de Colombia a Inglaterra para terminar en la Tacita

Alberto llegó a Cádiz con la idea de traer sabor latinoamericano a los platos de los gaditanos. antonio vázquez
Alfonso Carbonell

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Luis Alberto Ramírez Perdomo (Neiva, Colombia. 1978) habla en tono sosegado y clave armoniosa. A ello hay que unir ese acento colombiano con el que embriaga con dulzura cualquier conversación. Compartir un café con él le lleva a uno, por muy estresado que llegue a la cita, a dejarse llevar por los aires reposados de un tipo que, aunque la pachorra latina pueda llevar a malpensar, no ha parado de darle vueltas al coco desde que nació y al globo desde que estudió. Iba para hombre de negocios tras estudiar Comercio Internacional en su país, pero en esas que se aventuró a irse solo a la Gran Bretaña para aprender inglés y para ello no tuvo otra que comenzar a hablarlo en el interior de una cocina. Pare usted de contar.

Con calma pero sin ser un huevón que tanto se dice en su tierra, Alberto fue conociendo poco a poco la riqueza de un mundo que el conocía gracias o por culpa del matriarcado que aún impera en buena parte de su Colombia natal. De pequeño ya le echaba un ojo a lo que hacía su madre en la cocina y con el tiempo se ha dejado influir en su gastronomía por esa nostalgia que todos tenemos al sur de nuestra de vida.

A Cádiz llegó desde Londres para emprender una aventura a la que le puso de nombre Rayuela, un restaurante en la calle Sopranis con el que se dio a conocer como un cocinero que al tiempo pasaría a formar parte de la plantilla de uno de los empresarios hoteleros más reclamados de la ciudad como es Raúl Cueto, quien le abrió las puertas de una de las cocinas más cosmopolita de la ciudad.

-¡Alberto qué?

-Qué de qué.

-Jajajajajaja Sus apellidos. Para la entrevista. Ya sabe, nombre, fecha de nacimiento, lugar... Para situarme.

-Jajaja. Vale, vale. Luis Alberto Ramírez Perdomo y soy de febrero del 78.

-Andá, un añito más que yo pero que bien los lleva.

-Cádiz me tiene acabado, pero estoy bien, estoy bien. Jejeje.

-Explíqueme de dónde es.

-Y nací en la ciudad de Neiva, del departamento del Huila, de donde es la capital.

-Cojones, ni por asomo conozco he oído esos nombres. Explíqueme más.

-Claro, la capital es Bogotá y está hacia el sur. Y cuando hablamos de departamento hablamos de provincia.

-¿Y cómo es su infancia en Neiva?

-Allí estoy hasta los 23 años que termino la carrera universitaria.

-¿Cuál?

-Comercio internacional. De ahí salgo a Londres.

-Espere, espere, espere. No me dé ese salto dejándome atrás la Colombia de aquellos años, por favor.

-En esos 23 años en Colombia he hecho de todo; he trabajado desde pequeño porque vengo de una familia humilde.

-¿Cuál fue su primer trabajo?

-Pues yo empecé con mi abuela llevándole virutas y serrín 'pa' los pollos, para las gallinas que tenían en su casa.

-¿Porque Neiva es como un poblado o qué?

-No, no, no, es una ciudad. ¿Qué pasa? Que en Colombia estamos hablamos de extensiones, como Cádiz, que es una ciudad pequeña. En mi ciudad puede haber 600.000 habitantes; pero digo que es como Cádiz porque Neiva es pequeña en comparación con las grandes ciudades que tienen 4, 6, 8 millones de habitantes.

-¿Y a cuánto está de Bogotá?

-En autobús a cinco horas. Y no te creas, son 300 kilómetros. ¿Qué paaasa? Que si comparamos con las carreteras de España no estamos en línea recta; allí hay que bajar y subir montañas, por eso tardamos mucho más.

-¿Cómo recuerda un colombiano de su edad los años duros de Pablo Escobar y su lucha con el país?

-Son recuerdos que tú tienes y en cierta parte ha marcado tu vida, eh. Afortunadamente, en la zona que yo vivía no llegaba esa información, esa guerra que hubo entonces entre cárteles que se pronunció. Al y al cabo, salimos; nos fortalecimos. Yo siempre digo que Colombia tiene cuatro boom grandes: primero fue el boom del petróleo, tuvimos el boom del café, luego tuvimos el boom de la droga, que fue un boom muy grande y luego tuvimos el boom de la platanera, de los plátanos, de este tipo de cosas.

-Es un país rico.

-Somos muy ricos, y, en general, Latinoamérica. Ya no ricos económicamente, somos ricos en recursos: tenemos la flora y la fauna más grande de Latinoamérica, tenemos recursos naturales como las mejores esmeraldas, tenemos donde se explota el carbón, actualmente, petróleo; tenemos mucha riqueza porque tenemos materiales de muy, muy, muy buena calidad. Y también tenemos gente muy buena donde se exporta conocimiento. Tenemos, por ejemplo, a Manuel Elkin Patarroyo, que sacó la vacuna contra la malaria; grandes escritores como lo fue Gabriel García Márquez, grandes escultores y pintores como lo fue Botero, que también fue 'paisa'.

-Ahora que habla de Colombia y de sus recursos, recuerdo que el Mundial del 86 iba a celebrarse allí, pero se fue finalmente a México por un terremoto. ¿Dónde pasó eso?

-Sí, hubo un terremoto en la Ciudad Blanca de Colombia - Popayán hace muchísimos, muchísimos años; a mí me queda muy lejos (1983). Inclusive, fue la única ciudad a la que ha ido el entonces Juan Pablo II, que estuvo allí después del terremoto. ¡Y mi infancia fue eso, Alfonso! Con muchas cosas; poco más mayor estuve en el servicio militar porque allí era obligatorio.

-Ufff. Poca broma hacer la mili en mitad de la guerra contra el narco.

-Claro, claro, sí, pero insisto; nosotros como vivíamos en una ciudad pequeña no vivíamos esa guerra cerca

-Vamos, que la hizo cerca de su casa.

-Sí, yo siempre viví en la ciudad; estaba en el cuartel de lunes a viernes y sábados y domingos me iba a dormir a mi casa.

-¿Cuánto duraba la mili allí?

-Un año. Los bachilleres prestábamos servicio obligatorio un año.

-¿Cómo la recuerda, con cariño o dura?

-Bien, bien. Aprendí cosas muy buenas. Yo siempre lo he dicho, cuando tú vives momentos de tu vida, valga la redundancia, y tienes momentos difíciles, aprendes porque la vida no es color de rosa, la vida tiene altibajos y cuando tú estás en esos altibajos aprender mejor a valorar lo que poco a poco vas construyendo. Y en ese sentido, el servicio militar estuvo guay.

-¿Era buen estudiante?

-Bueno, era del montón.

-¿Y eso de estudiar Comercio Internacional por qué?

-Siempre me han gustado los negocios, el trato con el público; mirar más allá de lo que podemos tener en nuestro propio país, otros continentes. Cuando estaba en el servicio militar me puse a estudiar en qué consistía el comercio internacional. Así que termino el año que estuve en el ejército y me meto del tirón a estudiar cinco años la carrera.

-¿Dónde la estudia?

-En mi ciudad, en Neiva.

-¿Y qué hace cuando la termina?

-Cojo y cuando termino la universidad y con un grupo de amigos decido '¡oye, y por qué no montamos una empresa de importaciones y exportaciones y a la vez de asesoría sobre ello?' Pero para esto necesitamos algo básico que es el inglés. Teníamos los conocimientos, los estudios, pero ahora necesitábamos los idiomas y qué mejor que el inglés. Entonces, nace la idea de que yo me voy a Inglaterra a aprender inglés.

-¿Solo o con los colegas?

-Yo solo; me arriesgué. Dije: '-Papá, mamá. Me voy. -¿Cómo? -Solo'.

-A tumba abierta.

-A emprender. Fue algo muy raro porque le dije a mi madre 'me voy' y yo sin recursos. Comencé a vender todas mis cosas para sacar un dinero para el viaje y poco más, hasta que mi padre me dio un dinero para matricularme en una escuela de idiomas; me pagó seis meses de escuela y de alojamiento. Y en Londres si no eres un hijo de un millonario o una millonaria no vives, lo que pasa es que me puse a trabajar de limpieza, de lo que fuera. Y ahí fue donde aprendí el arte de la cocina.

-¿En cuánto se hizo con el inglés?

-El inglés en nada; allí para mí estudiar todos los días era sagrado. Hice muchos cursos; el B1 y tal; la verdad es que aprendí muy bien. Me desempeñé muy bien. Empezaba a las ocho de la mañana estaba limpiando, de 9 a 12 iba a la escuela y después iba a trabajar a la cocina.

-¿Cocinando ya?

-No, no, limpiando. Yo era limpiaba platos.

-¿Restaurante, taberna, pub...?

-En un restaurante. Siempre trabajé en un restaurante de una zona muy buena que era Piccadilly Circus; aprendí muchísimo, la verdad que sí. Y a fue donde comencé a ascender y ascender hasta aprender el arte de la cocina y me olvidé del comercio internacional jajajaja.

-Año más o menos.

-Desde el 2003 al 2008 estuve en Londres.

-¿Y cuándo da el paso de friegaplatos a cocinero?

-Eso iba poco a poco, Alfonso, porque eso depende de ti, de las ganas que le pongas. Y yo en cuatro o cinco meses ya estaba en la línea de ensaladas, de postres; la parte fría. Pero fui creciendo y creciendo y subí a, entre comillas, cocinero, en la parte caliente, en primera línea, que es como llamamos nosotros a la parte caliente.

-¿Siempre en el mismo restaurante?

-Siempre, siempre.

-¿Sigue abierto, cómo se llamaba?

-Ese restaurante era un Gaucho Grill. Era dueño, o sigue siendo, un árabe con raíces argentinas; él tenía su propia ganadería, sus propias vacas en Argentina.

-Aprendió su profesión en un país donde no hay mucho arte culinario.

-Claro, allí los ingleses no querían estos trabajos porque los ingleses no trabajaban en cocina. El inglés que trabajaba en cocina era el jefe; tú no veías cocinando ni limpiando a un inglés. No tienen cocina, pero sí es verdad que tienen muchísima influencia y como es un país tan cosmopolita entonces pueden encontrar cocinas de todo tipo. Si ellos no tienen una cocina que los representa es discutible.

-Bueno, el Fish and chips ese frito...

-Ese es de ellos, sí. Pero te digo una cosa, si te vas a un pueblo encuentras también buena carne y muy buen producto. ¿Qué pasa? Que en Inglaterra, en Londres no lo hay porque como tiene tan absorbido a tanta gente de fuera que hasta ellos han perdido su propia identidad.

-Y cuando llega el 2008 por qué pone fin a su experiencia en Londres.

-Porque ya es cuando llego a Cádiz.

-¿Y ese cambio?

-La idea de venir a Cádiz nace de montar un negocio aquí.

-¿Por qué Cádiz siendo colombiano y estando en Inglaterra?

-Porque con las personas estaba allí en Londres tenían la idea de venirnos para Cádiz; ellos tenían el concepto de la Andalucía de trabajar y disfrutar con el sol, la playa. La idea era crear un restaurante latinoamericano.

-¿Y cómo fue esa llegada?

-Llegamos a Madrid y tras un mes allí llegamos a Cádiz en 2008, agosto de 2008.

-¿Cómo fue ese día que pisó Cádiz?

-Impresionante, Alfonso. Vinimos vía avión Madrid - Jerez y de Jerez a Cádiz. Fue impresionante porque yo en Colombia era del interior; nosotros, los del interior, para ir a la costa... En Colombia tenemos dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, pero además de esos tenemos el Mar Caribe. Y para ir del interior al mar son muchos kilómetros y los que van al mar, en un país en vías de desarrollo, es todo un privilegio. Entonces, llega tú a Cádiz y te ves con semejante paraíso; una playa urbana de cinco kilómetros y medio que tú dices ¡flipas! Fue una impresión muy bonita. Por eso me quedo aquí y por eso llevo 16 años en Cádiz.

-Volvamos al deber. ¿Cómo fueron esos inicios en Cádiz?

-Fueron complicados porque en el 2008 me acuerdo mucho que empezó la crisis económica gorda y no nos los creíamos, pero en el 2008 finales, principios del 2009 peta. Y España peta.

-Con todo y con eso, ¿le dio tiempo a montar algo en ese momento?

-Lo montamos en la calle Sopranis; centro de Cádiz capital.

-¿Cómo se llamaba?

-Rayuela.

-¡Me acuerdo! Muy blanquito y elegante, cierto.

-Rayuela nace del libro de Julio Cortázar y del juego de la rayuela. Estuvimos seis años en plena crisis; del 2008 al 2014. En plena crisis.

-Sobreviviendo. ¿Qué cocina era?

-Lo hicimos muy bien, Alfonso. Era cocina latinoamericana; era un sitio diferente. Yo creo que nos adelantamos al aquel entonces porque fue cuando hacíamos cocina nikkei, unos platos muy de Latinoamérica y que es verdad que en Cádiz no se tenía aún ese concepto tan bien conocido; había algunos pincelazos de gente que la conocía y poco más. Pues, aun con eso, duramos seis años con el negocio. Y qué pasa, que yo en este caso quise investigar, hacer otras cosas; estaba un poco quemado por las circunstancias y decidimos cerrar el negocio y con el socio que tenía decidimos coger cada uno por su rumbo.

-¿Y dónde le lleva el suyo?

-Pues ahí voy 'pa' Colombia un tiempo.

-¿Con la idea de descansar y regresar o la de quedarse? 

-Un poco con la idea ahí un poco rara.

-Vamos, que si le salía allí una oportunidad buena de negocio ahora sería un paisa más y no un picha, ¿no?

-Jejeje. Algo así, claro, Alfonso. Porque estaba un poco insatisfecho.

-[Interrumpo] ¿Cuánto duró ese 'inpass'.

-Nada, dos o tres meses porque me vuelvo otra vez con el apoyo de mis padres. 'Vete otra ve pa'llí; toma dinero; monta algo allí; vuelve y hazte algo de nuevo' y tal. En ese momento, yo tenía claro que quería descansar. Fue luego cuando empiezo a descubrir nuevas cocinas; comencé a trabajar con el sushi y abrimos en El Corte Inglés con el MauMau.

-¡Es verdad! Que también estuvo su tiempo y tenía su público.

-Allí estuve casi tres años, hasta el 2017.

Alberto, sonriente, en el comedor con vista al mar del restaurante Musalima. antonio vázquez

-¿Ahí era también socio inversor?

-No, no. Ahí fue trabajando ya como jefe de cocina. Aquello prácticamente se abrió estando yo. Antes estuve en el Gadisuchi, que era del que después abrió el MauMau. Aquel restaurante tenía su público, sí, y también su influencia japonesa fusionada con la latinoamericana con la cocina nikkei. Y después de allí me sale la propuesta para abrir lo que es El Salao, con Omar, los que hacían el No Sin Música, y Raúl Cueto,

-¿El Salao sería ahora el que está pasando justamente la residencia militar de Cortadura? El Moana se llama ahora, que lo llevan un italiano y una española mu y buena gente ambos.

-Ahí está.

-¿Y cómo es esa primera experiencia de trabajar en la playa?

-Lo dejé todo para irme ese verano a El Salao porque trabajar en un chiringuito, ese era mi reto, Alfonso. Yo nunca lo había hecho y era un reto de tres meses. Y después a ver qué pasaba. Fue una experiencia muy bonita. Y lo fue bonita porque se dieron las cosas, se dieron las circunstancias, lo hicimos bien y la gente entendió el concepto; era música también en directo. Entonces, entrabas tú a las diez, once de la mañana -el cliente- y no se iba hasta las dos, tres de la mañana.

-Están los chiringuitos y después los casinos. Jajajajaja.

-Jajaja. Ahí está, ahí está.

-Acaba el verano y...

-Termina y hago otro parón; y ese parón sí que fue grande porque fue de siete u ocho meses porque quería descansar.

-¿Esta vez en Cádiz?

-Sí, sí. En ese tiempo le planteo a Raúl (Cueto) que quería descansar, pero qué después volviéramos hablar para contarle lo que yo quería hacer o no. Y es cuando surge la idea del Musalima. Me dice: 'Tengo un proyecto para ti; si tú te vienes conmigo me meto de socio y montamos Musalima'. Y yo le dije Vali con mis condiciones. 'Quiero esto, esto y esto'. Porque llega un momento en la hostelería, Alfonso.

-[Interrumpo] Que se quiere estabilidad.

-Ya no es solamente estabilidad, Alfonso. Llega un momento en esta profesión que lo que uno se sacrifica se le debe valorar y te lo valoren bien sea económicamente, bien sea en esa estabilidad como dices, en tiempo, que tú puedas contar con tiempo de calidad; que si hay que trabajar fuerte se trabaja, pero cuando tú tienes ganas de parar, que se te valore. Y eso es básicamente lo que me dio Raúl. Aquí tengo un equipo de trabajo, al que también se le valora y que tenga sus condiciones y sus garantías de que va a tener lo que tiene cualquier trabajador normal.

-Si es verdad que siempre se ha visto a la hostelería como un trabajo muy sacrificado. Desde siempre. Lo típico que se dice que se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale.

-Claro, aquí no pasa eso y no pasa porque nosotros y Raúl tiene también ese concepto. La hostelería no es esclavitud; es verdad que antes había ese concepto que recuerdas, pero ya ha cambiado mucho y la hostelería debe seguir cambiando; tenemos que dignificar nuestro trabajo y que desde fuera el cliente también lo vea como un trabajo tan valedero como un médico, fontanero o un periodista que tienen sus derechos, y también sus obligaciones.

-Partiendo de la base que cuando se trabaja a gusto las cosas salen mejor y con más alegría.

-Ahí está. Pero si tienes tu garantías; vuelvo y lo digo. Que si tú tienes un convenio, que como mínimo ese convenio se respete. Como mínimo. Y de ahí 'pa'llá', que sean ganancias tanto para el empleado como para el dueño, que al fin y al cabo esto es un negocio; no lo olvidemos.

-¿Qué le ha dado Cádiz?

-Cádiz me ha dado muchas cosas; profesionalmente me ha dado lo que soy actualmente; lo he hecho yo también, está claro que lo he luchado, pero Cádiz me lo ha ofrecido porque me ha brindado la oportunidad para conseguirlo. Luego, emocional y sentimentalmente tengo un niño.

-Olé, ¿de cuántos años?

-Catorce añitos tiene ya; gaditano, gaditano.

-¿Y qué le gusta hacer?

-Es futbolista; está en el Ciudad de Cádiz de portero. ¡El mejor! Él es infantil. Ese va a ser el reemplazo de Ledesma.

-Po que se dé bulla que Conan está loco por irse este año, eh.

-Por eso mi hijo está entrenando tan fuerte. Jajaj

-Se dice de los porteros que están un poco 'pa'lla' a cuenta de la soledad de la portería. ¿Ocurre o se dice lo mismo de los chefs? Lo digo por si ha salido al padre. Jajaja.

-Jajajaja. La hostelería es verdad que es dura.

-¿Se la desea a su hijo en un futuro?

-Yo siempre lo he dicho y es un consejo que siempre lo he recibido de mi padre, Alfonso: Lo que tú seas, que seas lo mejor. Si eres albañil que seas el mejor, si eres médico, lo mismo; si eres periodista... Da igual lo que tú seas, tienes que hacerlo con cariño y que te guste. Siempre lo he dicho, si a mi hijo le gustara la hostelería nunca le diría que no; ahora bien, tiene que tener claro que es un trabajo difícil porque mientras las personas disfrutan, nosotros estamos currando. Entonces, hay cosas que tiene que tenerlas claras. Yo me imagino que un médico hará guardias de 24 horas, o trabajará en fin de año, o sus pacientes, cuando las cosas salen mal, saber que está trabajando con personas... Entonces yo creo que la hostelería, vuelvo e insisto, no es mala si se respeta lo que hemos conseguido hasta el momento y que son nuestros derechos; ahora bien, también tenemos obligaciones porque la gente, también es verdad, que exige, exige, pero después no da.

-Va a dar una cena en casa con amigos. ¿Qué plato le gusta preparar?

-Mira, ya he descubierto que con el paso de los tiempos y con la edad, me gustan más los crudos; la comida sana en cuanto a producto y calidad; poca salsa y poca manipulación. Estamos hablando de un pescado, que los tenemos aquí los mejores de la zona; estamos hablando de un borriquete, de un salmonete, de un pescado de roca... son productos tan buenos que no necesitan nada. Sal, un buen aceite de nuestra zona y punto. Lo mismo con el atún, que estamos de temporada. Por cierto, fue súper curioso; estuve hace poco en la levantá y fue impresionante. Nunca en mi vida vi una pesca milenaria tan bonita y con tanta arte que te quedas flipado.

-Esperemos que no se metan los animalistas.

-Bueno, los animalistas se podrán meter pero es una pesca sostenible; es que no nos damos cuenta de eso, de que la especie no sufre. Es una pesca donde se está cogiendo un cuota, o sea, el atún que se necesita y de un cierto peso y tamaño; el resto se deja para seguir conservando. Y luego, lo que genera en empleo. La gente en Barbate, Zahara y Conil se ha dedicado toda la vida a ello.

-Hablando de boom como antes, en Barbate hay otro tipo de boom parecido al de Colombia y no es el atún.

-Parecido al de Colombia pero afortunadamente lo de Colombia pasó, Alfonso. Y lo de Colombia se quedó allí como una mala experiencia; y ya que sacamos otra vez este tema, ahora nosotros tenemos, de verdad, en Medellín, la Comuna 13, que era una comuna marginal en Medellín donde existían pandillas y se reinventó. Todos los chicos de las pandillas se reincorporaron de nuevo a la vida cotidiana con arte; bien con pintura, o son raperos, bailaores...

-Vamos, que pasó de un barrio de favelas o chabolas peligroso a poder convertirse ¿en uno de paso para el turista?

-La Comuna 13 es como Cádiz entero; donde existía mucha delincuencia y la presencia de muchas bandas organizadas y cada una tenía su terreno. Qué pasa, que eso se extermina. ¿Cómo? Pues con mucho control y con educación; se le da la oportunidad a la gente para que se reinvente. Nacen pintores, bueno, nacen no porque ya los hay, pero se les da valor a la gente artística. Se reinventa y deja de ser esa Comuna 13 a ser una comuna donde se exporta ese tipo de concepto.

-Sin salir de Colombia. ¿Qué tiene de Colombia su cocina?

-Claro. Esa es muy buena pregunta, Alfonso, porque nosotros vivimos de los recuerdos y cocinamos con los recuerdos aunque yo en Colombia no cocinaba.

-Lo hacía su madre.

-Me comía lo que el matriarcado hacía y lo que el machismo dejaba hacer.

-Más que dejaba hacer, ¿lo que pedía o quería?

-Algo así, sí, porque el machismo es algo que desafortunadamente sigue existiendo mucho allí. Entonces, son las mujeres las que se dedicaban siempre a cocinar. Qué pasa, que a mi desde siempre me ha gustado ver a mi madre, a mi hermana, a mi cuñada cocinar; entonces, todo eso se va quedando más la influencia que tenemos nosotros y poco a poco los cocineros nos vamos adaptando a nuevas técnicas, nuevos productos y nuevas influencias de nuevos países. Y ahora, Sudamérica está de moda. Perú, por ejemplo. O Colombia con la cocina amazónica, que además de tener los océanos que te he contado, también limitamos con Brasil y tenemos influencias de la selva como de centro o como de playa. Y todo eso he cogido yo para la cocina nikkei, que es la mezcla entre la cocina peruana, latinoamericana y japonesa con productos como la mazorca, el choclo, la lima, que trajimos de Latinoamérica para España. Vivimos de todo eso. Y ya personalmente, me gusta mucho el pescado y preparamos muchas cosas con él ayudándonos de los cítricos. ¿Y por qué te he dicho que es sano? Pues porque digiere muy fácilmente en el cuerpo; contiene mucho omega, vitamina, proteína... Y todo eso lo necesita el cuerpo y si te vas para casa después de comer aquí te vas con una digestión más o menos buena; y digo más o menos porque ya cada uno es cada uno jejeje. Tampoco hay que abusar comiendo.

-¿En qué se parece su tierra a Cádiz?

-Partimos de la base que tenemos similitud de cultura. La gente andaluza tiene lo que tenemos en Colombia: la amabilidad, te abren los brazos, se muestran tal como son; tenemos muchas similitudes.

-Y de lo colombianos cuál es el más parecido al gaditano.

-En cuanto a tierra, la costa del Caribe, que yo le llamo el caribe andaluz, que es donde está Cartagena. El caribe andaluz se asemeja mucho al caribe colombiano, a nuestras playas, donde tenemos el mismo castillo de Santa Catalina, muy parecido al gaditano porque también lo hicieron los españoles para protegerse de los portugueses y de los ingleses.

-Y en cuanto al carácter.

-Yo creo que todos, eh, porque creo que todos los colombianos en general tenemos el mismo carácter que los andaluces; cosa diferente al español del norte, que es más serio; en cambio, en Colombia todos tenemos más o menos casi el mismo carácter.

-¿Cómo ve el futuro?

-Musalima sigue creciendo ahora con el Hotel Q, donde estamos en la azotea con Atarde. También tenemos presencia en la discoteca nueva Mu, donde en el reservado de abajo ofreceremos nuestro catering al que quiera. Y hay dos o tres proyectos más por ahí a ver si salen.

-Dígame alguno, hombre.

-No se saben aún si van a salir, pero está el Calachica, que se está montando en la punta y donde la idea es dar de comer también. Y a lo mejor se comienza a trabajar con otros hoteles pero hasta que no se confirme para qué adelantarnos.

-Pues también es verdad. Alberto, un placer.

-El placer ha sido mío.

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