Tranvía de cádiz

«De esto ya nos iremos enterando poquito a poco»

primer día ordinario de trambahía

El Trambahía recorre su primera jornada completa llevando a pasajeros curiosos, despistados e ilusionados, entre los que se impone la conversación 'metatranviaria'

Pasajeros sentados dentro del Trambahía a su paso por el soterramiento de Cádiz mls

MANUEL LÓPEZ SAMPALO

CÁDIZ

La frase del titular «De esto ya nos iremos enterando poquito a poco», pronunciada por Mari Carmen ‒una madre chiclanera que viaja con su familia‒ resume a la perfección lo que son los primeros días de funcionamiento del Trambahía, el tranvía de la Bahía de Cádiz.

También es indicativo de la incertidumbre e ilusión que genera la novedad que dentro del tranvía de la Bahía de Cádiz el tema que acapare todas las conversaciones ‒para disgusto de la ministra de Justicia‒ sea el propio tranvía: diálogos 'metatranviarios'. 

‒¿Dónde hay que picar el billete?

‒¿Para en todas las paradas (sic) aunque no haya gente?

‒¡Anda, este va directo, no hay que hacer transbordo en San Fernando!

Más elocuentes son los rostros de los isleños que, a pesar de ser ya el segundo día de funcionamiento del transporte, continúan girando el cuello a su paso y siguen con cara de pasmo como aquella oruga verdiblanca trepa por la calle Real. Algo que al cabo de la semana, diagnosticados de tortícolis, irán asimilando como algo propio del paisaje, tal y como las eternas obras de la plaza del Rey.

54 minutos y 5.70 euros

Manolo, el marido de Mari Carmen ‒nuestra tituladora‒, hace cálculos ‒medio vagón juega con la calculadora mental y hace cuentas en voz alta‒ dividiendo los cuatro viajes sencillos, ida y vuelta, que ha sacado junto a su esposa y sus dos hijos para ir desde Chiclana a Cádiz y viceversa. «Hacemos turismo de cercanía», explica.

Le sale 5.66 por cabeza, desde Nuestra Señora de Los Remedios hasta Cádiz Centro, y vuelta. No sé qué cálculos ha hecho este 'pater familias', porque a este cronista el viaje sencillo de Segunda Aguada a Los Remedios y regreso le ha salido por 5.70. La cuestión es que Manolo anuncia a los suyos que mañana mismo se van a sacar el bono los cuatro miembros del hogar: «Es cómodo y sale gratis», sentencia.

Nada más arrancar el TramBahía de la parada Nuestra Señora de Los Remedios, a las 10.55 de la mañana, Mari Paz le comenta con indisimulada emoción a su amiga Ana ‒ambas estudiantes y chiclaneras‒: «Qué impresión, hace fresquito y huele a limpio». Pepa, una señora de edad avanzada que se ha sentado con ellas para que le avisen porque «Yo de San Fernando sólo conozco en Bahía Sur, no me vaya a bajar en Cádiz», añade que «además vamos viendo el paisaje».

Entre la ilusión, la charleta y el paisaje, quizás estas tres mujeres no sean conscientes de que el trayecto del puente de Los Remedios a Segunda Aguada dura 54 minutos. Casi una hora para recorrer una distancia que por la CA-33 es de 21,4 kilómetros: una media maratón, vaya. De hecho, el fondista ugandés Jacob Kiplimo batió el record del mundo en esta distancia hace justo un año, dejando el crono en 57 minutos y 31 segundos. 

Vamos, que a poco que se distraiga el maquinista, cualquier maratoniano keniata le pasa por la derecha.

Pese a que el viaje de ida dura algo menos: 49 minutos ‒Eso sí, llega a Segunda Aguada 11 minutos tarde cumpliendo con la puntualidad gaditana‒, Álvaro, un joven que va a visitar a su abuela que vive junto a la Venta Vargas resopla a la altura de Santo Entierro y se queja: «El trayecto se eterniza». No le falta razón: el tramo interurbano por San Fernando, pese a que por paisanaje es el más entretenido, se hace muy largo por la lentitud del transporte.

«A Pelagatos no llegan ni los cuatro gatos de rigor»

Al tomar el trayecto Cádiz-Chiclana a las 9.52 AM ‒10.03 por la demora‒ apenas hay una veintena larga de jubilados que ocupan los asientos centrales para poder rajar a gusto y desde buena disposición entre ellos. Un par de estudiantes y un trabajador de la limpieza se montan en el Estadio, más una pareja que se suma en Cortadura.

Un trayecto totalmente descafeinado que, para no quedarse dormido, pide un café cortado con churros en el bar Stop antes de subirse en la Aguada. Mas este tranvía no da lugar a largas cabezadas porque los pitidos al abrirse las puertas en cada parada ‒ojo, que hay puertas ferroviarias y tranviarias en el Trambahía‒ y el volumen de los altavoces ponen en órbita hasta al más siestero.

En Río Arillo, la parada fantasma ‒el nuevo Las Aletas‒, ni se apea ni se sube nadie al Trambahía: por lo que se ve, no hay viajante alguno con afán coquinero. Una señora de mediana edad trata de montarse en Santo Entierro por el lado que no es: «¡Ay, que casi lo pierdo!».

Al subir la calle Real, como ya se ha comentado, los vecinos cañaíllas se asombran al paso del Trambahía como si cargasen el Gran Poder por la Quinta Avenida de Nueva York. «Por momentos uno se siente en el trenecito turístico de La Barrosa», ingenia Javi, un joven desempleado gaditano. Pues sí, 'Tranvía a la mal-Barrosa' se le podría llamar al invento en honor a Manuel Vicent.

Conforme el tren avanza hacia Chiclana, previo paso por Tres Caminos (Puerto Real) ‒no se nos vaya a enfadar su alcaldesa Elena Amaya‒, se va vaciando de gente y entonces llega el momento preciso para que el gracioso de turno suelte aquello de que «A Pelagatos no van a llegar ni los cuatro gatos de rigor, pisha». Y probablemente no ande muy desencaminado el hombre.

Cachondeíto y móviles de regreso

Más afortunada que desafortunadamente, en Cádiz todo se toma a guasa. Así, tras un relajado alto en el Río Arillo, sentido Cádiz, Manolo, nuestro padre de familia, al ver pasar paralelo el Media Distancia suelta: «¡Mira lo ligero que va!», como si en comparación el tren de Sevilla fuese el AVE a su paso por La Mancha.

Mari Carmen, su esposa, al comentar con su cónyuge si los autobuses de Chiclana van a seguir funcionando o no ‒la duda más extendida junto a la de si vale el bono de Cercanías y dónde puñetas se saca este‒, termina por soltar con esa gracia de la Bahía que «A los de Belizón les veo tirando de Lexatín».

Nadie, hasta los más mayores, pierde la ocasión de inmortalizarse en el Trambahía: que quede claro que ellos han estado allí, de los primeros además. Una chica joven sube una historia a Instagram del vehículo avanzando por las vías. Mari Paz y Ana se hacen un selfie con los esteros y la 'salida de emergencia' de fondo.

La 'madre ilusionada' ‒no cabe otra manera de bautizar a Mari Carmen‒ insiste en que «Tenemos que hacernos un vídeo montados en familia», para acto seguido proceder a grabar con su móvil y a la hora de ver lo filmado decir «Uy, si me equivocado, me he hecho una foto de los pies».

¿¡Cómo vais!?‒, le pregunta esta a sus niños, sentados perpendicularmente.

A lo que su hija mayor, Carmen, le responde: «Mamá, ni que estuviéramos subidos en el cohete de Elon Musk».

‒¿¡De quién!?

‒Déjalo. Que sí, que está muy chulo el tranvía.

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