XCVII Crucero de Instrucción
Impresionante despedida del Elcano desde el mar: Cádiz vuelve a declarar su amor por el buque escuela
juan sebastián de elcano
LA VOZ acompaña por la Bahía al Juan Sebastián de Elcano en los primeros momentos de su nuevo XCVII crucero de instrucción. Decenas de barcos quisieron arropar a la tripulación en su partida
La Princesa de Asturias y sus compañeros formaron en alta mar ante los monarcas, que seguían de cerca la salida a bordo del buque 'Vigía'
Emoción y expectación máxima: «No es lo mismo estar en Elcano que hacerlo con la futura Reina»
El JS Elcano zarpa de Cádiz con la Princesa Leonor a bordo y con los Reyes de España diciendo adiós emocionados
Cádiz despide con honores y una unión indisoluble al Juan Sebastián de Elcano
La ciudad que mira al mar, la que tantas veces ha recibido a otros y dejado marchar a los suyos, por donde se embarcaba desde su Bahía rumbo al otro mundo, hacia la conquista, a la expedición, a no rendirse y a pelear, a faenar, a defenderse, a contar historias para terminar siendo justamente una parte importante de esa historia. Trimilenaria. Cádiz, la tacita, la más marinera, la de los cargadores a Indias, la romana, la constitucional... volvía a protagonizar este 11 de enero esas primeras líneas de un cuaderno de bitácora que quedará para siempre escrito como algo que fue muy especial.
El Juan Sebastián de Elcano recibía otra vez el honor y el cariño de cientos de gaditanos en su despedida hacia un nuevo crucero de instrucción, un nuevo periplo que esta vez cuenta con la heredera al trono de España, la Princesa Leonor, como una de sus alumnas, una guardiamarina a la que sus padres, y también Reyes, despedían en tierra, en un muelle ciudad engalanado con lo singular, solemne y oficial de la ocasión, pero que tantas y tantas veces ha visto partir y llegar a tantos y tantos marinos y marineros.
Esta otra historia que siempre se contará se vivía con total expectación desde ese lado, desde San Juan de Dios, desde el muelle, con cientos de personas y cámaras reunidos para la ocasión, pero que se sentía de una forma más especial quizá, en la que realmente será la casa y la verdadera escuela de toda la tripulación que navega ya este XCVII crucero de instrucción: desde el mar.
Y así comienza el relato de esta travesía tan especial acompañando al Juan Sebastián de Elcano a bordo del buque hidrográfico 'Malaspina', otro titán de esas 'primeras veces' y también 'nacido' en Cádiz. Empezaban pronto. Desde su cubierta, amarrado aún al muelle, se podía ver los momentos previos a la llegada de sus Majestades.
Honores por todo lo alto
En torno a las once menos cuarto la tripulación comenzaba a cumplir con una de las tradiciones más emblemáticas de estas partidas, la subida al palo más alto del bergantín goleta. Desde el agua se les veía ascendiendo por las escalas del trinquete firmes, desafiantes pero seguros y conscientes del momento. Hasta los cincuenta metros de altura iban formando haciéndose en visibilidad más pequeños según aumentaba esa distancia. «¡Babor a estribor de guardia para salir a la mar!», se oían entre las olas las órdenes de los comandantes.
El momento que tanto habían esperado iba llegando y con puntualidad exacta, a las once de la mañana, hacían acto de presencia los Reyes. Desde el agua también se escuchaban las 21 salvas y los siete vivas a España con los que se les rinde honor militar. El toque de chifle anunciaba también la visita y ya a bordo procedían a los saludos a la bandera y a la tripulación en formación. El himno de España coronaba este momento.
Pero el agua seguía esperando. Y tras el embarque de los Reyes en el buque 'Vigía' para acompañarles y cuando todo estaba ya listo, salían por fin de puerto. Ahora sí. Ahora la verdad. El océano les recibía con bruma. Una niebla espesa que no llegaba a levantar del todo. Con un cielo amenazante pero contenido y con un poco de mar de fondo que tampoco, al menos en el desamarre, causaba mayores problemas. Un leve viento de Norte enfriaba la travesía, sobre todo una vez que pasábamos la bocana de puerto. Soportable.
Y entonces... Cádiz volvía a demostrarle al Elcano y a tanto nuevo espectador ocasional por qué esta ciudad está tan unida a este barco o por qué ese amor cumplirá dentro de poco cien años aunque parezca siempre que acaban de conocerse.
No había ni salido del muelle y cientos de embarcaciones -medio millar aproximadamente-, de todo tipo, de todo tamaño, esperaban al pairo recibirlo para darle la mano en el comienzo de su nueva aventura. Los cuatro mástiles de su particular arboladura asomaban por la Punta de San Felipe abriéndose ya al mar. Allí, desde los espigones les saludaban y vitoreaban decenas de gaditanos con banderas y con muchos buenos deseos para todos ellos.
Las bocinas comenzaban a sonar ya fuerte. El Juan Sebastián de Elcano volvía a salir a su Bahía de Cádiz hacia el horizonte. Desde el 'Malaspina' se oían perfectamente los aplausos de la gente, entusiasmada por compartir ese momento a bordo de veleros, barcos de pesca, catamaranes... lo rodeaban y le regalaban esos ánimos. Guardiamarinas y el resto de tripulación formaban en ambas bandas: a estribor y a babor.
Además, el buque 'Vigía' les seguía la estela. A su mando, en proa y en todo lo alto, el Rey de España hacía el saludo militar también a la fragata 'Victoria' que, imponente, se sumaba así a estos honores. En ella otro millar de personas podían vivir de cerca este momento histórico.
El emotivo inicio de esta singladura continuaba y era además cuidada al milímetro por todos los efectivos de los diferentes cuerpos militares y de seguridad desplegados para la ocasión. Impresionante verlos también trabajar y custodiar la salida del buque escuela. Medios marítimos de la Guardia Civil, de la Armada, de Aduanas, dispuestos cumplían su labor de forma escrupulosa y permanentemente atentos.
«¡Viva España, viva la Princesa!», se escuchaba desde 'Malaspina'. La solemnidad del buque escuela llegaba a uno de sus momentos más especiales cuando se cruzaba con el de los monarcas y se rendía honores a la Galeona. De nuevo las bocinas resonaban con fuerza como mostrando que todos esos barcos querían compartir un sentir común.
La despedida definitiva iba cogiendo rumbo hacia mar abierto. Algo más de viento permitía que el Juan Sebastián de Elcano desplegara sus grandes y blancas velas, lo que dejaba también para esta ocasión esa estampa tan característica. El entusiasmo era entonces evidente.
Y así, en torno a las dos de la tarde, el barco con toda su tripulación a bordo surcaba ese 'hasta luego' de siempre a la Bahía para, ahora sí, seguir escribiendo esta nueva hoja de ruta. Buena mar y buenos vientos.