VÍDEOBLOG LA VOZ DE CÁDIZ
Ignacio Moreno Bustamante: «Ni mirarlos a la cara»
El drama de la inmigración, tan cercano a nosotros y a nuestras costas gaditanas, es un claro ejemplo de cómo la sociedad actual –en general– es incapaz de preocuparse por ningún asunto que no le afecte directamente
Hay muchos asuntos en los que la sociedad actual está especialmente 'anestesiada'. En realidad ha sido así durante siglos. Cada cual se preocupa primero por lo suyo, después por lo suyo, en tercer lugar por lo suyo y ya si eso, si todo lo suyo está en orden, empieza a mirar alrededor. De hecho hay quien lleva a gala no prestar la menor atención a la política, por ejemplo. Presumen de no ir a votar y su visión sobre aquellos que dirigen nuestros destinos –al menos los comunes– se limita a un simple «son todos iguales». Evidentemente no lo son y ahí está la historia para demostrarlo. Por más que renieguen, por más que la mayoría de los ciudadanos no muestren interés, lo cierto es que los representantes públicos marcan su día a día de forma evidente. Son los que elaboran las leyes, los que nos meten la mano en el bolsillo y nos esquilman la nómina, los que firman la construcción de los colegios de nuestros hijos, los hospitales a los que acudimos o las carreteras por las que circulamos. En las últimas elecciones generales, la abstención estuvo en torno al 30%. Tres de cada diez ciudadanos con derecho a voto decidieron no pasar por su colegio electoral e irse a la playa, por aquello de que fueron en pleno mes de julio, tema no menor y que Pedro Sánchez tenía perfectamente calculado. A la vista de lo que está sucediendo en esta convulsa legislatura, con escándalo del Gobierno día sí, día también, podríamos concluir que demasiados de los siete de cada diez que sí votaron lo hicieron mal, aunque ese es otro tema. El asunto es que hay mucho desapego no sólo a la política, mucha indiferencia. Y así nos va. Y no únicamente a la política. También hay otros asuntos que nos tocan muy de cerca que preferimos ignorar. Sin duda el narcotráfico es uno de ellos. No queremos pensar, ni ver, lo que ocurre en nuestras costas a diario, con toneladas y toneladas de droga pasando a bordo de narcolanchas ante la impotencia de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que no disponen de las herramientas necesarias para frenar a los narcotraficantes. En cierto modo es lógico que los ciudadanos miren para otro lado. No puede hacer nada y a nadie le gusta vivir en un permanente estado de angustia.
Sin embargo hay otro asunto muy habitual también en nuestro entorno que también ignoramos y ahí sí que deberíamos hacérnoslo mirar un poco más. La inmigración ilegal es un auténtico drama que vive episodios diarios en la provincia de Cádiz. Es cierto que en los últimos meses ha bajado la llegada de pateras, que ahora utilizan más la ruta canaria. Pero eso no significa que no lleguen. Y además muchas veces lo hacen a bordo de las mismas narcolanchas en las que al día siguiente se cargan los fardos de droga. A las mafias lo mismo les da traficar con hachís que con seres humanos. El caso es hacer caja. Y todos y cada uno de los que llegan hambrientos, helados, son seres humanos como usted y como yo. Aquí los vemos como una cifra, como un problema. Más si son menores de edad. La izquierda radical los utiliza para reforzar su absurda idea de su pretendida superioridad moral. Vox para vociferar y tratar de ganar adeptos. PSOE y PP se ponen de perfil. Y Europa ni les cuento. Mientras tanto, en Mali, en Senegal, en Mauritania... sigue habiendo miles y miles de personas cuya única obsesión es reunir la cantidad suficiente para disponer de una plaza en una embarcación que les lleve a un mundo mejor. A una vida mejor. Si no se la dejan por el camino. O para conseguírsela a sus hijos. Al menos a uno de ellos. Para que luego lleguen aquí y, en el mejor de los casos, los ignoremos mientras viven hacinados en cualquier centro de inmigrantes. Mientras nosotros, tan ocupados y preocupados con lo nuestro, no somos capaces ni siquiera de mirarles a la cara.