Tribuna libre

A mi hermano mayor. In memoriam de Alfonso Caravaca

Cuando la pena nos alcanza, cantamos, hay que buscar en la fe la esperanza y eso intentamos…

Alfonso Caravaca

José María Caravaca de Coca

Cádiz

Cuando la pena nos alcanza, cantamos, hay que buscar en la fe la esperanza y eso intentamos…

La pérdida de Alfonso Caravaca, mi Hermano Mayor, me lleva en estos días a pensar en ello.

Alfonso amaba. Amaba su trabajo. Aún recuerdo con el orgullo que nos lo decía cuando recibió la Medalla de Oro de la Ciudad de Cádiz en nombre de la empresa a la que dedicó su vida: Transportes Generales Comes, de la que ahora era su Presidente, de la que conocía casi todo y a la vida de casi todos de los que la forman, ya que tenía una especial memoria para las personas y sus circunstancias.

Amaba el poder hacer la ayuda social que viene realizando de una manera muy efectiva al tiempo que muy silenciosa, como debe ser esa ayuda, a través de la Fundación Octavio Comes, de la que era el Secretario de la Junta de Patronos.

Amaba servir a la Iglesia Católica. Servir, preciosa palabra, eso sí, de una forma valerosa, sin servilismos. Servir de la manera, me decía, que la Iglesia quiere y necesita ser servida y por ello durante 20 años depositaron en él la confianza como Pastores, los obispos Don Antonio Dorado, Don Antonio Ceballos y, ahora, Don Rafael Zornoza. Servir como dice el papa Francisco que «servir no nos disminuye, nos hace crecer».

Amaba el mundo de las Cofradías. Fue durante diez años Hermano Mayor de la Cofradía de la Sentencia de la que fue hermano desde su infancia, por los años 50, del pasado siglo. Y a continuación durante veinte se dedicó, en cuerpo y alma, al Secretariado Diocesano para las Hermandades y Cofradías, intentando lo mejor para que las 180 que lo integran siguiesen la línea marcada por la Iglesia, y ese mero intento, pienso, le cansaría el alma.

Amaba a su familia. Convencido de que es el núcleo base de una sociedad madura llena de valores. Creía en los lazos permanentes que se crean entre quienes las forman.

Era para nosotros no solamente el mayor de los hermanos, sino que hizo de Hermano Mayor, de jefe, intentando que todos nos mantuviéramos unidos y que conserváramos el acervo espiritual que habíamos recibido.

Todo esto me lleva a pensar que vamos a recordarlo muchas veces, y en cuanto al número de ellas, me da una idea el que al dejarnos el viernes 2 de septiembre era, en ese momento el número 7 de la lista por antigüedad de Hermano de la Santa Caridad, por lo que creo será setenta veces siete ...

Pero Alfonso, como humano, no lo hizo todo bien. Claro que no. Al menos para mí, ya que se ha ido antes que yo y me ha obligado a escribir estas líneas que nunca quisiera haber escrito. Hermano Mayor: ¡Va por tí!

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