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«Hay que eliminar este triste honor»: Cádiz es la quinta ciudad de España que más contamina lumínicamente
El astrofísico gaditano Javier Parra lamenta las consecuencias que ha habido y las que se pueden sumar si no se pone freno
«Parece que cuando se habla de contaminación lumínica provoca cierto rechazo, cierta repulsa, en el ámbito político en general... pero es lo que está ocurriendo. Y el ciudadano tampoco lo tiene muy asumido ni es muy receptivo a ello porque hemos entrado en una sociedad en la que la luz, tanto la que tenemos en las casas y en los dispositivos, también la de las ciudades, se ha convertido en algo que nos produce una dependencia brutal».
El astrofísico gaditano Javier Parra lamenta las consecuencias que ha habido por la contaminación lumínica y las que se pueden sumar si no se pone freno a la situación. Apunta lo siguiente: «Cádiz es la quinta ciudad de España que más contamina lumínicamente». Y lo tiene muy claro: «Hay que eliminar este triste honor». San Fernando es el otro municipio gaditano y andaluz que aparece en un top 10 que no invita precisamente a sacar pecho.
El exceso de luz y sus efectos
Consecuencias. Muchas. Para señalarlas, Javier Parra no se muerde la lengua: «Ya está más que demostrado, hay publicaciones científicas, en las que se apunta que la luz, el exceso de luz, porque estamos sobreiluminados en general, está afectando a los ecosistemas biológicos, a los invertebrados y también a los insectos. Cuando encendemos una luz, y aún no sabemos por qué, hay una especie de suicidios por parte de los insectos: van hacia la luz y mueren. Por el calor, no están acostumbrados al exceso de contaminación. Creen que puede ser la luna, se orientan por la luna. También afecta por supuesto a las aves, es algo terrorífico para ellas cómo estamos iluminando las ciudades».
«Y ojo, para la salud humana», destaca Javier Parra. «Hay estudios que están relacionando el exceso de contaminación lumínica con la rotura del ciclo circadiano, tan necesario para las personas porque cuando se duerme es cuando se genera la melatonina necesario. Y eso está dejando de ocurrir, está afectando a nuestros organismos», argumenta.
El cielo no se ve como se veía. Paradoja, por la excesiva luz. «Los observatorios se han tenido que ir de los sitios en los que existían, recordemos que en San Fernando tenemos el Observatorio Astronómico más antiguo de España y ya prácticamente no se hace nada de astronomía porque desde ahí es imposible observar el cielo. Se ha perdido ese espectáculo, un espectáculo natural, y ya desde las ciudades casi no se ven las estrellas. No pretendemos que se vea la Vía Láctea, pero no es necesario lanzar tanta contaminación lumínica a la atmósfera. Porque recordemos: todo lo que se lanza a la atmósfera y a cualquier medio, como ha pasado en el agua con los plásticos, no es natural y, por lo tanto, estamos alterando ese medio», explica Javier Parra, que no para de avisar, de exponer:
«La luz altera los medios, la dispersión de la luz llega hasta lugares insospechados. Hemos detectado cómo la contaminación lumínica de Madrid llega al cielo del norte de Badajoz. Lo que ocurre en los ecosistemas, en la biodiversidad, no ha sido profundamente estudiado. Y eso es lo que pretendemos, en acuerdos con la Universidad de Cádiz y con otros medios».
«¿Qué pasa con la luz?», se pregunta Javier Parra. Y él mismo responde: «La luz que no dirigimos bien en las ciudades se está dispersando a la atmósfera. Cádiz y San Fernando están en el top 10, en un triste top 10, de los lugares que más contaminan lumínicamente de España. Eso es algo que ya hemos puesto en conocimiento de los ayuntamientos y hay voluntad de trabajar en ello. Y en medio está el Parque Natural de la Bahía de Cádiz. Lo que no podemos pretender, y eso yo lo he constatado yendo al parque, y sentándome con un libro, es que la gente pueda leer de noche».
«La luz que se genera en la atmósfera también genera reacciones químicas. Y eso es importante controlarlo», añade Javier Parra enlazando un tema con otro: el proyecto que llevan a cabo con la Sociedad Portuguesa para el Estudio de las Aves (SPEA) y a través de la Sociedad Gaditana de Historia Natural. «El 80% de las aves que migran lo hacen de noche. Está constatado que muchas de ellas están abandonando las rutas que seguían antes, por el deslumbramiento, buscando nuevas rutas oscuras. Se guían por las estrellas, por la Vía Láctea, y se desorientan, se pierden, se agotan y mueren», explica.
Y apunta afinando la palabra: «Si acabamos con las aves, nosotros nos extinguimos; si acabamos con los insectos, también nos extinguimos. Y aquí en Cádiz existe un problema adicional, que es lo sobreiluminado que está el mar. Invito a la gente que se vaya al Parque de los Toruños , que es una zona protegida, para comprobarlo. El hábitat de la Bahía, por otras razones, también casi lo hemos destrozado y hay especies invasivas que se adaptan más a la luz y que al final están saltando de la Bahía a otros medios y a otros sitios».
Críticas tras críticas: «No tiene ningún sentido sobreiluminar el mar. Hay un estudio científico muy interesante que pone de manifiesto que la luz, iluminar de noche, afecta al plancton, elemento fundamental e insustituible en la cadena alimenticia». Y suma otra amenaza: «Si desaparece el plancton nos vamos detrás nosotros».
Lo explica: «El plancton permanece en el fondo del mar durante el día y, durante la noche, porque es muy fotosensible, sube a la superficie para alimentarse de nutrientes. Es el que da de comer a los grandes mamíferos como son las ballenas o los cachalotes. Al estar sobreiluminadas las costas el plancton no sube, se queda en el fondo del mar y acaba muriendo, y hay un retroceso brutal del placton en los océanos y en los mares por esta sobreiluminación».
«No nos quedan lugares oscuros»
Un libro abierto Javier Parra. «Uno de los proyectos en los que estamos trabajando es dotar de sensores de detección de contaminación lumínica a medios de transportes, caso de los barcos, y queremos mapear también hasta dónde llega esa contaminación. Yo sólo digo que la Unesco ya ha catalogado la contaminación lumínica como un elemento amenazante que hay que controlar. Y la misma comunidad europea está apoyando económicamente a muchas instituciones y municipios para adaptar las luminarias a los nuevos entornos, a la nueva noche... se está perdiendo la noche», aporta y lamenta.
Javier Parra concluye con el siguiente mensaje: «La luz artificial tiene menos de 200 años y ya se ha detectado un gran número de consecuencias sobre el Medio Ambiente. Prácticamente no nos quedan lugares oscuros. En España vamos tarde y en Cádiz queremos empezar a trabajar en este sentido. Si nos dejan ver más el cielo, seremos más felices».
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