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Los dos negocios antiguos que sobreviven a la modernidad en la concurrida calle Compañía del centro de Cádiz
Casa Serafín y Bar Brim siguen al pie del cañón con orgullo y buenas clientelas en pleno año 2025 con sus cuchillos y sus cafés, respectivamente
La calle Columela no es lo que era. La calle Ancha tampoco es lo que era. La calle San Francisco no es una excepción en el centro de Cádiz: tampoco es lo que era.
La modernidad lleva años imponiéndose a lo tradicional en los rincones más transitados de la ciudad y es batalla tiene reflejo en lo que a los negocios se refiere. Tiendas como El Siglo, en plena calle Ancha, o Goya, en Columela, pasaron a la historia.
Son cierres que llevan consigo consecuencias que muchos no quieren pasar por alto. Lo apunta Manolo, de la mercería de una calle San Francisco que también ha cambiado su fisionomía de un tiempo a esta parte: «A ver quién es capaz de comprar un carrito de bebé en el centro de Cádiz».
El centro huele a turismo. Y el olor se cuela hasta por los ojos. Basta dar un paseo para darse cuenta de lo mucho que ha cambiado el mundo de los negocios en la capital gaditana.
Ahora se imponen las tiendas especializadas en las pamplinas variadas, en los souvenirs que jamás ganarán la batalla a los recuerdos que se quedan impregnados en las retinas. Y para que se pueda descansar entre compra y paseo, cafeterías. Cafeterías por todas partes. Que Ancha no tire la primera piedra...
Pero, afortunadamente para los más nostálgicos, siempre está la excepción. Y a veces se presenta por partida doble, en plural: excepciones.
Es el caso de dos negocios antiguos que sobreviven a la modernidad de la mano en la transitada calle Compañía, una calle que en día de soledad en la ciudad se recorre en un abrir y cerrar de ojos y que en un día de visita de varios cruceros se puede hacer interminable y nada recomendable para quien ande con prisas. Es la calle que conecta la plaza de la Catedral, a la que se llega desde la plaza de San Juan de Dios tras atravesar la calle Pelota, con la plaza de las Flores.
«Ahí siguen», celebra Rafael Barea en el grupo de Facebook 'Cádiz en el recuerdo', con más de 50.000 miembros. La mayoría de ellos, alejada de la modernidad... aunque se conviva con ella.
«Ahí siguen... una cuchillería del siglo XIX y un bar del 56», apunta Barea con el alma que aún reside en las palabras. Y encuentra apoyos en un momento: «¡Dos comercios del siglo pasado!».
Bar Brim
«El mejor café que se puede tomar en Cádiz», se asegura al hablar del histórico Bar Brim. Histórico y con una historia peculiar.
El emblemático Bar Brim se sometió recientemente a una reforma para volver por sus fueros allá por 2022. Con más de 65 años de vida, el establecimiento se sometía a las mayores obras a las que se había visto sometido hasta entonces. Los temores de sus fieles clientes no tardaron en disiparse: el café, lo único que se sirve allí, no cambiaba. Y el ambiente, en consecuencia, tampoco.
El Brim, abierto en 1956, tiene fama de ofrecer el mejor café de la ciudad, según defienden expertos en la materia que van más allá para afirmar que tose a muchos de los cafés que se ofrecen por toda la geografía española.
El éxito radica en que sólo se sirve un café preparado directamente por su propietario, Antonio Díaz , que dirige el negocio junto a su esposa, Charo Aragón . Un café Catunambú en grano, con leche fresca, que hace las delicias de muchos gaditanos, que no pierden la oportunidad de paladear esta joya cuando pasan por delante de este negocio, algo que de nuevo pueden volver a hacer ahora que reabre sus puertas. Las modificaciones de la reforma de 2022 afectaron tanto a la maquinaria como a las propias instalaciones del bar.
El nombre, y ahí radica la historia de la historia, viene del que tenía anteriormente, Prim, en la época republicana, ya que era la denominación de la calle. Cuando llego la dictadura franquista, ese nombre cambió, y como el dueño apenas tenía dinero, en lugar de hacer un nuevo cartel, convirtió la P en una B, dando lugar al Brim.
Casa Serafín
Y, mientras, hablar de su vecino comerciante es hablar de cuchillos y del negocio más antiguo de la ciudad que sigue en pie.
Casa Serafín es una cuchillería del siglo XIX que cuenta con cuatro generaciones. Serafín Gabriel Camacho continúa con el oficio de su bisabuelo Serafín Gabriel Estevez, quien abrió la cuchillería en el número 3 de la calle Arbolí en el año 1897. Ahí es nada. Y es que hablamos posiblemente del negocio más antiguo de Cádiz que aún sigue en pie.
El establecimiento aún sorprende a propios y extraños. Esta es la valoración que puede leerse en Internet publicada por un extranjero: «Descubrimos la tienda en nuestro recorrido por Cádiz. Esta la conocía de mi última visita a Cádiz hace unos años. Todavía fabrica cuchillos y tijeras a mano. En el escaparate y en la tienda se pueden ver productos realmente buenos a precios justos».
Son más de 125 años de historia, de recuerdos y de tradición. Y como anécdota, la aportada por Benjamín Colsa en su blog Visita Recomendada, donde también aporta un gran reseña de Casa Serafín firmada en 2013:
«Como anécdotas y curiosidades, se puede hablar de ese encuentro de Serafín Gabriel Camacho con el escritor Arturo Pérez Reverte. Un día el escritor al entrar en la cuchillería pidiendo una tijerita de bigote y barba, Serafín le habló de su admiración al escritor. Al final compró una tijera de barba y cortauñas y no consintió que se la regalara. Desde entonces, cada vez que el escritor visita Cádiz se deja ver por Serafín para saludarlo. Fué tanto la amistad que les unió que en la novela El Asedio hace una mención especial a Casa Serafín. Cuando Arturo Pérez Reverte vino a presentar a la ciudad el libro «El Asedio», entró en la tienda seguido de un enjambre de periodistas y cámaras de todos los medios de difusión, le dió un abrazo y lo saludó, le firmó unos libros y tras una pequeña conversación continuó su recorrido por Cádiz ante el asombro de todos los que por la calle se encontraban. Esa imagen salió en todas las noticias de todas la cadenas de ese día y al siguiente en todos lo periódicos nacionales».
